Andrés Manuel López Obrador, al término del acto Foto Carlos Ramos Mamahua
El mitin de este domingo vino a ser un acto de calentamiento de motores. Nos vemos en los cercos, escribió Andrés Manuel López Obrador en las redes sociales, una vez que concluyó la quinta protesta contra la reforma energética cocinada en el Pacto por México y cuando se acerca su aprobación en el Congreso.
La quieren pasar el 12 de diciembre, cuando se festeja a la Morena del Tepeyac, pero ahí estará Morena para impedirlo, dijo un anciano de sombrero, venido de Coacalco. El hombre alzó la mano cuando López Obrador pidió que lo hicieran los del estado de México, quienes con los residentes en el Distrito Federal serán los primeros en llegar a los cercos que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) organizará en torno a las sedes de las cámaras de Diputados y Senadores en cuanto comience la discusión de la reforma que pretende modificar los artículos 27 y 28 de la Constitución.
En un extremo del Zócalo, los asistentes al mitin esquivaban a los vendedores ambulantes, deseosos de mirar aunque fuera a lo lejos al ex candidato presidencial, cosa que les impedía el arbolote de Navidad que, como gran cantidad de comercios en todo el Centro Histórico, fue cercado con vallas de madera y metal pintadas de un lúgubre gris.
López Obrador comenzó a hablar pasadito el mediodía, y a esa misma hora ingresaba a la plaza la marcha de los sindicatos y los jóvenes, encabezada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en la que, pese a los esfuerzos de los organizadores, se colaron los jóvenes identificados como anarquistas. Lo hicieron detrás del contingente michoacano de la CNTE y delante de los mexiquenses. Los profesores optaron por poner unos metros de distancia con los jóvenes de negro y siguieron su marcha.
Poco antes habían hablado el petista Ricardo Cantú, Martí Batres y el dirigente de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Rubén Núñez (le decimos al gobierno de Peña Nieto que la coordinadora está más vigente que nunca y no dejaremos que pase la reforma educativa), además de que se había leído un mensaje de la flamante premio Cervantes Elena Poniatowska.
Viles mercaderes, llamaba López Obrador a los gobernantes actuales, mientras en la plaza sus simpatizantes se enfrascaban en un debate con los jóvenes del movimiento de defensa de los detenidos en las protestas del año pasado. López Obrador: la espalda a los presos políticos les dio, gritaban. ¡Provocadores!, les respondían.
Ni PRI, ni PAN ni PRD
Los contingentes juveniles habían entrado al Zócalo con una nueva consigna o, más bien, con un nuevo actor en una vieja consigna: ¡Ni PRI, ni PAN ni PRD, el pueblo unido contra el poder!
López Obrador seguía: “Es un contrasentido pensar que con la entrega de las ganancias del petróleo a las corporaciones extranjeras vendrán el crecimiento económico, la generación de empleos y la reducción de las tarifas de energía eléctrica y gas.
Desgraciadamente, va a ser lo opuesto. Vamos a tener menos presupuesto público, continuará el estancamiento económico y el desempleo, y será más profunda la crisis de inseguridad y de violencia.
En la plaza y sus alrededores, la presencia policiaca es discreta. Aquí y allá se veían grupitos de policías ministeriales con playeras que los identificaban como tales, aunque otros vestían de civil para hacerse cargo de las posteriores detenciones. De cuando en cuando, por las calles aledañas pasaban camionetas de las policías local y federal, en el último caso con armas largas en ristre.
La inminente aprobación de la reforma energética parecía calar en los asistentes, convencidos de que el PRI y el PAN tienen los votos y la decisión. López Obrador parece saberlo, y por eso llamó a sus seguidores a no caer en el desánimo: “Muchas gracias por no cansarse, por seguir luchando… Me rindo ante ustedes”.
No podrán cansarse. López Obrador los llamó a estar atentos al llamado, a participar en el cerco a las sedes legislativas, una vez que comience formalmente la discusión de la reforma.
Hagamos el compromiso de estar todos. Obviamente, me incluyo. Ahí voy a estar todo el tiempo que sea necesario.
Si no hay violencia no hay policía
Mientras en la plancha algunos de sus simpatizantes discutían con jóvenes encapuchados, López Obrador llamaba de nuevo a mantener la lucha de manera pacífica, anunciaba que la coordinación de los cercos correrá por cuenta de los dirigentes de Morena y machacaba: Nada de encapuchados. Cada uno debe estar pendiente para no permitirlo, todo debemos cuidarnos.
La marcha que partió del Ángel de la Independencia había llegado al Zócalo sin incidentes. Juan José García Ochoa, subsecretario de Gobierno del Distrito Federal, caminaba muy quitado de la pena, solo, a un costado del antiguo edificio del ayuntamiento. Lo bueno es que esto unió a la izquierda, decía, aunque se trate de esa unidad de juntos pero no revueltos. Se veía satisfecho el funcionario, porque hasta ese momento, cuando hablaba López Obrador, todavía no había bombas molotov ni piedras ni detenidos. No sé si tenga que ver con que no hubo policía. Así fue el acuerdo: si no hay violencia, no hay policía.
Policía hubo, y mucha, pero digamos que el operativo fue discreto y que en el Zócalo apenas se veían algunos granaderos y los ministeriales que vigilaban a distancia a los anarquistas.
¡Ni Dios ni amo, viva la anarquía!, gritaban unos 60 chavos vestidos de negro, algunos con los rostros cubiertos con pasamontañas o con máscaras de Guy Fawkes, mientras corrían de un lado a otro, ya concluido el mitin, como sin saber qué hacer a falta de escudos y uniformes azules para enfrentar. ¿Qué quieren? ¡Órale, para allá!, retaban a los fotógrafos que, con los curiosos, eran más que ellos.
Los dirigentes fueron bajando del templete. Algunos se entregaron al apapacho y otros a los reclamos de los asistentes al mitin. ¡Viva el mejor gobernador que ha tenido Zacatecas!, gritaron a Ricardo Monreal. ¡Eres un simulador!, tuvo que aguantar el senador Mario Delgado. ¡Encinas, eres perredista!, le soltaron al ex jefe de Gobierno a manera de ofensa. ¿La salida del pacto? Se tardaron, respondía el ahora senador en las entrevistas banqueteras.
Todo en el Zócalo terminó en santa paz. Los obradoristas no rompieron ni un vidrio, como suelen decir. Pero los jóvenes anarcos, que en el Zócalo parecían desorientados por no tener con quién entrarle a los catorrazos, se fueron a lanzar piedras contra Televisa y algunas tiendas cercanas.
Mientras eso ocurría a unas calles, López Obrador agradecía y adelantaba en Twitter: Muchas gracias de todo corazón. La asamblea fue entusiasta y en paz. Nos vemos en los cercos.
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