Sería útil que más allá de la evaluaciones a los maestros y maestras que se han dado a conocer estos días y el inicio a clases, hubiera otros motivos para colocar el tema educativo en la mesa. La vida de los profesores es a todas luces difícil. Los bajos salarios los obligan que tengan dos o tres chambas al día. El trabajo magisterial es por definición un trabajo intelectual. Requiere de tiempo extra clase no sólo para preparar las clases, requiere también de tiempo para revisar exámenes, tareas y pensar cómo atender a los estudiantes. Es un trabajo complejo pero también es una chamba cargada de gratos momentos.
El inicio de clases ha sido de nuevo ocasión para confirmar el peso de la llamada “líder moral”. Será el el control del sindicato; será lo que le debe Felipe Calderón, lo cual por cierto cada vez parece ser más y más; será que no tardó mucho tiempo en tomarle la medida al relativamente novel Secretario de Educación; será que dinero de la cuotas le da un poder más allá de los innumerables regalos que se dedica a enviar cada día del maestro del padre o de la madre; será lo que se quiera, pero lo cierto es que cada vez que se proponen cambios profundos aparece la afamada “profesora” como “fiel de la balanza”.
El problema central no esta en los maestros. El eje del asunto esta en al estructura misma. No hay cambios profundos porque no existe una política de estado que permita una auténtica continuidad en los programas. Cada vez que inicia un sexenio muchos de los problemas se centran en cómo negociar políticamente. No hay quién no entre con bríos y deseos de cambio. El paso del tiempo coloca la realidad ante sus ojos. Se doblegan ante la profesora porque no les queda de otra o porque lo dictan desde Los Pinos. Mientras no resuelvan esto no van a poder entrarle a los grandes asuntos. Lo que va a pasar es que a cada inicio de clases se hable de lo mismo, como esta pasando estos días.
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