miércoles, 26 de agosto de 2009

Guojinmintui en China: renacionalización y desprivatización



Bajo la Lupa
Guojinmintui en China: renacionalización y desprivatización
Alfredo Jalife-Rahme
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Un hombre observa a un trabajador que pinta el nombre del Banco de China en las oficinas centrales, en el distrito financiero de Pekín, anteayerFoto Reuters

En un análisis muy sesgado (por interesado) en defensa de los supuestos derechos neoliberales globales, Jamil Anderlini, de The Financial Times (24/8/09), expone las lamentaciones de las empresas privadas en China, propaladas por los analistas británicos y chinos (la mayoría anónimos: el viejo truco), donde se ha acentuado el guojinmintui: la renacionalización (más correctamente la restatización, porque nunca cesaron las empresas de ser nacionales en su mayoría) y desprivatización.

El análisis de Jamil Anderlini es altamente significativo, por sus alcances y la inquietud que ha provocado en los circuitos neoliberales globales de la City: impotentes ante las nuevas tendencias (semánticamente es lo que significa modernidad) de restatización y desprivatización que soplan intensamente en el planeta (con la notable excepción del México neoliberal –de allí sus trágicos resultados–, que opera a contracorriente histórica de la nueva modernidad), lo cual, dicho sea con humildad de rigor, habíamos expuesto tanto en Bajo la Lupa como en nuestra presentación en el Senado durante el debate histórico sobre el destino de los hidrocarburos mexicanos.

Como el poder político no se comparte ni debe ser hipotecado por los intereses plutocráticos, pues el gobierno chino encarceló a Huan Guangyu, el hombre más rico de su país, por haber creado un Estado dentro del Estado y haber manipulado obscenamente las acciones bursátiles de sus empresas privadas que afectaron al bien común.

China no es un país bananero y no se puede dar el lujo de jugar con el destino de su magna población. Es natural que Jamil Anderlini salga en defensa del empresario felón: el liderazgo chino sintió (sic) que Huan se había vuelto muy poderoso y sus negocios eran muy importantes en la economía nacional (sic) para dejarla en sus manos.

De este caso espectacular se prende Anderlini para poner en relieve el amplio fenómeno del guojinmintui: el Estado avanza conforme el sector privado retrocede, lo cual ha sido negado por el gobierno que forme parte de una política formal de renacionalizar (sic) partes de la economía.

Anderlini desecha las explicaciones del gobierno y comenta que algunos (sic) arguyen que la respuesta del gobierno a la crisis financiera ha permitido que las empresas estatales, frecuentemente (sic) controladas por familias políticas poderosas y que ya monopolizan las alturas de mando de la economía, reviertan parcialmente (sic) la privatización de los pasados 30 años de reforma económica en China.

Cita a Dan Lynch –fanático estadunidense de la globalización neoliberal, profesor del Instituto EU-China de la Universidad del Sur de California, y muy cercano a Taiwán–, quien aduce que “extensas partes de la economía parecen ser cada vez más dominadas de nuevo (sic) por las empresas estatales debido a la quiebra de las pequeñas y medianas empresas privadas. ¿No es, acaso, la destructividad creativa darwiniana que abogó Joseph Schumpeter lo cual depura al propio capitalismo, supuestamente evolutivo, de sus elementos catabólicos?

¿Por que son tan ineficientes, amén de catabólica y diabólicamente parasitarias, las empresas privadas durante las crisis financieras en la anglosfera, en Europa, en México o en China, y quienes para sobrevivir son rescatadas, contra todas las leyes del libre (sic) mercado (sic), con el dinero estatal?

¿Por qué resultaron las empresas estatales chinas (que curiosamente siguen el modelo de economía mixta de México anterior al cataclísmico neoliberalismo) las más exitosas del planeta, con o sin crisis financiera de por medio y miedo?

Datos durísimos: entre las 20 principales instituciones financieras del mundo medidas por su capitalización de mercado (el valor total de sus acciones en la bolsa), según The Financial Times (22/3/09), los tres primeros lugares son chinos (¡todos estatales!): Industrial & Commercial Bank of China (ICBC) –que además de su impactante valor bursátil es el mayor del mundo en depósitos y el que más gana–; China Construction Bank, y The Bank of China. En los lugares 10 y 12 se ubican otros dos bancos chinos, también estatales: Bank of Communications y China Merchants Bank.

En la lista de las 500 empresas globales del Financial Times (30/6/09), entre las 10 primeras aparecen: en primer lugar Petrochina (estatal); tercero, ICBC (estatal); quinto lugar, China Mobile (estatal); séptimo, China Construction Bank (estatal).

En resumen: cuatro de las 10 primeras empresas globales son chinas, y todas estatales, sin perder de vista que la primera es petrolera estatal (Petrochina).

Nada detiene las jeremiadas privatizadoras de Jamil Anderlini: grandes empresas estatales con fácil acceso al crédito deglutieron (sic) este año a los competidores privados en sectores desde las aerolíneas hasta los productos de belleza.

¡Pero cómo no las van a deglutir si están quebradas! No estamos en Estados Unidos, Gran Bretaña o en el México neoliberal donde Calderón está más (pre)ocupado en rescatar a Cemex (contablemente insolvente) que al país entero, ya no se diga en hundir a Pemex a quien deliberadamente han llevado a la quiebra técnica, pese a sus cuantiosos ingresos, para entregarla a las trasnacionales anglosajonas.

Jamil Anderlini cita a un banquero (sic) chino anónimo (lo cual no es creíble, porque la mayoría funcional pertenece a la alcurnia bancaria estatal), quien despotrica contra la presente administración que desde hace siete años ha operado un contragolpe real en detrimento del desarrollo del sector privado, lo cual se ha acelerado ahora, y lloriquea que es muy difícil competir cuando se juega contra el árbitro.

Desde la clandestinidad, un empresario chino bien conectado(sic), citado etéreamente por Anderlini, fustiga que un Estado autoritario y centralizado no puede tolerar centros alternativos de poder. Hay que decirlo en voz alta: los empresarios no saben gobernar (v. gr. el patético ejemplo neoliberal mexicano) y lo mejor es que se dediquen a lo que supuestamente saben hacer. La gobernación es un asunto de los capacitados políticos profesionales.

Jamil Anderlini no se cansa en citar a analistas (sic) anónimos quienes señalan la lucha (sic) de las gasolineras privadas que son rápidamente adquiridas por los monopolios (sic) estatales como Petrochina, mientras muchas (sic) empresas inmobiliarias privadas son incapaces (sic) de competir con los bien financiados gigantes estatales.

Entre otras virtudes, como su descomunal ahorro que representa 54 por ciento (¡súper-sic!) de su PIB (cifras de 2008; Robert J. Samuelson, Tehran Times, 18/8/09) y su economía mixta regulada, ¿radicará el secreto del portentoso éxito chino en no haber entregado su banca nacional a las trasnacionales anglosajonas (y a sus prestanombres españoles) como sucedió en el México neoliberal, que se quedó sin banca y sin país?

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