viernes, 21 de agosto de 2009

El otoño del peso

De Salvador Kalifa en Reporte Indigo.

La turbulencia financiera internacional en el último trimestre de 2008 y el primer trimestre del
presente año se reflejó en México –entre otras manifestaciones– en una depreciación notable de nuestra moneda.

En marzo, el dólar rebasó por unos días los 15.50 pesos. En ese entonces, hubo quienes esperaban que pronto se ubicaría por encima de los 16 pesos. No obstante, la calma regresó al mercado cambiario desde la primavera, y el peso recuperó terreno frente al dólar. Esto se debió, básicamente, a dos razones.

La primera es la intervención directa del Banco de México (Banxico), que desde que comenzó la crisis en octubre pasado y hasta el día de ayer, vendió en defensa de nuestra moneda más de 29 mil millones de dólares. La segunda es el cambio en las expectativas de los inversionistas internacionales. Éstos han mostrado en meses recientes una menor aversión al riesgo que los llevó a aventurarse de nuevo en los mercados emergentes, lo cual mejoró la perspectiva de sus divisas.

En efecto, la expectativa de que lo peor ya pasó en Estados Unidos (EU), si bien no se ha consolidado del todo, contribuyó para que los mercados bursátiles y cambiarios mostraran en todos lados un buen desempeño en lo que va del verano.

En nuestro caso, la depreciación y apreciación del peso en 2009 están estrechamente relacionadas con los movimientos de capital de corto plazo de los inversionistas internacionales.
Por ejemplo, los peores momentos para nuestra moneda, que ocurrieron durante el invierno y principios de la primavera, estuvieron asociados de enero a abril a la disminución de casi 23 mil millones de pesos en la tenencia de valores gubernamentales por extranjeros y al desplome
de nuestro mercado bursátil.

De igual manera, la revaluación reciente del peso se vincula a un aumento de más de 16 millones de pesos en dicha tenencia hasta principios de este mes, así como a un repunte
espectacular de la Bolsa Mexicana de Valores, que se debe, en gran parte, a la idea cada vez más generalizada de que la recesión terminó en EU y que habrá un proceso de recuperación en
lo que resta del año.

En este contexto, no es difícil concluir que el castigo que recibieron el peso y nuestro mercado bursátil al inicio de la recesión, cambie ahora por una expectativa de que nos beneficiaremos por el repunte de la actividad productiva al norte de nuestra frontera. Esto contribuyó a que la cotización de la divisa estadounidense se ubicara de nuevo, por lo menos temporalmente, por debajo de los 13 pesos. Estemos conscientes, sin embargo, de que ese regreso, que parece un gran logro, palidece cuando se compara con el desempeño de otras monedas latinoamericanas.

En un entorno de gran volatilidad, el peso mexicano se ha apreciado en lo que va del año poco más de 6 por ciento, mientras que el peso chileno y el real brasileño lo han hecho en más de 13 y 20 por ciento, respectivamente. Entonces, ¿hacia dónde va el peso? Algunos analistas
esperan que cierre el año por debajo de los 12.50 pesos por dólar. Esto con base en la expectativa de la recuperación de EU y de un mayor entusiasmo de los inversionistas globales.
Me parece una visión muy optimista. Considero que no hay cambio en los aspectos fundamentales de nuestra economía que avalen el vigor actual del peso ni la previsión de
que continuará fortaleciéndose de aquí a diciembre.

Es muy probable que la caída de la producción de petróleo y las dificultades para llegar a un acuerdo con el Congreso sobre el presupuesto de 2010, contrarresten los efectos positivos que tienen hoy los pronósticos de la recuperación de nuestra economía vinculada a la de EU.
Existe también la amenaza de que en dicho contexto disminuya la calificación crediticia de la deuda pública de México, lo que volvería a oscurecer el panorama para el peso durante el otoño.
Debemos tener presente, además, el efecto estacional que acompaña al peso desde que comenzó a flotar en 1995.

En los 14 años que han transcurrido desde entonces, se puede identificar un patrón estacional en el comportamiento la moneda mexicana. El verano le sienta bien, pero el otoño le indigesta y pierde terreno frente al dólar.

En 13 de esos 14 años, el precio promedio del dólar en octubre ha estado por encima del promedio vigente en agosto. No hay una explicación clara para este comportamiento,
pero su recurrencia anual descarta la posibilidad de que sea accidental. Quizá ello esté vinculado al año modelo automotriz porque las armadoras exportan en verano las unidades
que se pondrán a la venta en EU, mientras que importan en otoño las que se venden en México.

También puede deberse a que diversos fondos de inversión y empresas extranjeras cierran sus ejercicios en octubre y deciden repatriar algunos capitales.

Me parece, por tanto, que la fortaleza reciente del peso y la calma relativa de nuestro mercado cambiario serán pasajeras. Por lo general, en el otoño se debilita el peso, y no hay razón para esperar que esta vez sea distinto.
kalifa@indigomedia.com

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