domingo, 6 de septiembre de 2009

¡Albricias!, me contestó un alto funcionario





¡Albricias!, me contestó un alto funcionario
Javier Jiménez Espriú

Hace unos días escribí un artículo titulado “La educación…del presidente Calderón”, en el que hacía una crítica severa a las políticas educativas del régimen, que van del desamparo a los recortes pasando por la corrupción y la ignorancia, a propósito de la polémica suscitada por los nuevos libros de texto de primero y sexto años de primaria y la llamada RIEB –Reforma Integral de la Enseñanza Básica.

Mi crítica tocaba, por secciones, la enseñanza básica, la media superior y la superior. Sobre la segunda sólo mencioné: “El interés por la enseñanza media no aparece por ningún lado –es el insípido “sandwich” entre las tragedias de la enseñanza básica y las penurias de la superior”.

Este señalamiento tuvo como consecuencia una pronta respuesta del doctor Miguel Székely, subsecretario de Enseñanza Media Superior, que me escribió: “Estimado Javier: Me da gusto saludarte. Leí con interés tu artículo de hoy en La Jornada. Aquí te mando un documento reciente que te puede interesar. Un abrazo, Miguel”, y me remitió un documento titulado Avances y transformaciones en la educación media superior. ¡Mil gracias, doctor Székely! Es usted un funcionario atento, dedicado y educado de los que lamentablemente no hacen verano. No deja de ser reconfortante tener en Educación un funcionario educado.

Transcribo algunas expresiones de la primera parte del escrito que me envía: La educación media superior de México al inicio del Siglo XXI es un ámbito de grandes retos, pero también de grandes oportunidades para el país. En cuanto a los desafíos, en el año 2007 el nivel medio superior presentaba las mayores carencias de todo el sistema educativo… “Por décadas, el nivel medio se caracterizó por la carencia de programas y políticas públicas que le dieran sentido e identidad…”. ha sido tradicionalmente, el de mayor reprobación y repetición… los indicadores reflejan en sí mismos la urgencia de atender a este nivel educativo, etcétera.

A todo esto es a lo que me refería en mi comentario de dos renglones. Qué bueno que se empieza a atender el asunto; sin embargo, lo que propone el documento de siete páginas que el doctor Székely me envió –aunque también me refiere a otros documentos–, que suena razonable e inteligente, se enfrentará a duras realidades que espero pueda superar: cambios fundamentales de paradigmas como el transformar la enseñanza en aprendizaje; capacitar al total del profesorado para la nueva forma educativa; hacer lo propio con los cuerpos directivos de los millares de planteles, calificar la calidad de los planteles; establecer modernos mecanismos de evaluación; apoyo económico a los estudiantes que lo requieran, que son cada vez más; etcétera, todo esto, frente, entre otras cosas, a las restricciones presupuestales, la resistencia al cambio de la burocracia educativa y la posición política del gobierno de no llevar la educación, como prioridad nacional, más allá del discurso. Prioridad sin dinero y sin decisiones políticas que ubiquen a cada quien en su lugar –sindicato incluido– no es sino demagogia.

El proyecto renovador que se inició este año –ciclo escolar 2009-2010–, según indica el documento sobre el cambio estructural y el establecimiento del Sistema Nacional de Bachillerato, así como el cuadro de competencias genéricas que conforman el perfil del egresado, son hoy un listado adecuado de buenos propósitos –por ahí hay que empezar desde luego– a los que deseo la mayor de las suertes. Pero… –en este asunto sobran los peros– no dejará de ser esfuerzo vano, o cuando menos poco eficaz, si tras su reforma integral, en caso de lograrse, la enseñanza media superior continúa desarticulada de la enseñanza básica por un lado y de la superior por el otro, como hoy señala su propio diagnóstico. Y de ellos, particularmente del de la básica, que como su nombre lo indica produce los alumnos que ingresarán al de enseñanza media, si continúa con las rémoras de su largo padecer. Sería importante entonces integrar las reformas educativas integrales y desde luego que éstas fueran reformas serias y realizables.

Si no fuera así y cada quien hiciera su propia reforma integral, tendré que conformarme cambiando mi punto de vista en la siguiente forma: “El interés por la enseñanza media, que finalmente encontró un funcionario atento –sigue siendo el insípido “sandwich” entre las tragedias de la enseñanza básica y las penurias de la superior”.

Reitero mi reconocimiento al subsecretario Székely, primer funcionario público que se comunica conmigo en mi largo andar como crítico de las tragedias nacionales y le deseo la mejor de las suertes.

jimenezespriu@prodigy.net.mx

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