Bajo la Lupa
Lula restatiza los hidrocarburos de Brasil
Alfredo Jalife-Rahme
George Soros, captado en un acto efectuado en la ciudad de México en 2002Foto José Núñez
Son tiempos del nacionalismo petrolero en el contexto de la incipiente multipolaridad. Brasil, en la actual etapa con Lula, ha trazado su camino venturoso para posicionarse como potencia emergente a escala global, primordialmente, en Sudamérica –donde los hidrocarburos y la doble independencia financiera y económica juegan un inextricable papel preponderante–, mientras en México, los subsidiados fracasados (en particular, los empresarios medievales y sus subyugados políticos con su pletórica fauna de lorocutores), en pleno hundimiento de su Titanic, son quienes más vociferan en los multimedia que controlan aberrantemente al atreverse todavía, a contracorriente histórica desde Japón hasta Eurasia, a formular la repetición de sus descabelladas propuestas librecambistas implementadas durante 27 años aciagos.
No es lo mismo Petrobras con el claudicante y entreguista Fernando Henrique Cardoso, durante la fase unipolar de Estados Unidos (EU), que con Lula, el obrero metalúrgico quien ha resultado magnífico estadista y ha entendido perfectamente las tendencias de la multipolaridad, donde Brasil juega ya un papel relevante en el seno del BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
Lula ha demostrado sus dotes de estadista en la cumbre de Unasur en Bariloche, al oponerse a la instalación de las siete bases militares de EU en la narcotizada Colombia, y ha expresado su inalienable independencia geopolítica al recibir próximamente al presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad.
Quebradas las finanzas globales manejadas lascivamente por la dupla anglosajona en Wall Street y la City mediante su demencial financiarización especulativa, totalmente desacoplada de la economía real a la que acabó por contaminar y dañar, los pocos estadistas lúcidos que quedan operan un retorno gradual a los fundamentos y estamentos tangibles de las materias primas estratégicas, en particular, la joya de la corona: los hidrocarburos.
En la posmodernidad –tanto en la anterior unipolaridad como en la incipiente multipolaridad– constituye un grave error de juicio de carácter suicida desvincular a la banca nacional de la explotación de los hidrocarburos, ya no se diga del amplio sector energético, en particular, de los minerales que posee pletóricamente Brasil (como el uranio y el hierro).
Tal error suicida ha sido perpetrado y perpetuado insensatamente por el México neoliberal que prácticamente se quedó sin banca nacional: dependiendo de la cotización bursátil del día, entre 85 por ciento y 92 por ciento de la banca asentada es foránea en términos de capitalización de mercado.
El sagaz ministro brasileño de Energía, Edison Lobao, un día después del envío al Congreso de la propuesta de Lula para la restatización de los hidrocarburos, anunció que colocaría fondos adicionales al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), de propiedad estatal, con el fin de financiar la explotación de los potencialmente extensos depósitos de petróleo en las profundidades del Atlántico (O Estado de Sao Paulo, 2/9/09).
No lo expresó Lobao, pero no es nada improbable que la recapitalización del BNDES provenga de quien atesora más dinero en el mundo: China, quien estaría más que agradecida con tal de que le abastezcan de petróleo (sin quedarse con la propiedad catastral de los yacimientos, al estilo depredador anglosajón; ver Bajo la Lupa, 2/8/09).
En una visión integral del indisociable binomio banca-energéticos, el mismo Lobao, quien está resultando un verdadero lobo de los negocios (y, más que nada, un juicioso lector de la multipolaridad antianglosajona), declaró que Brasil estudia un nuevo marco regulatorio (¡supersic!) del sector mineral. ¡Todo lo contrario del decadente México neoliberal, que opera a contracorriente histórica!
Por cierto, mis fuentes en Banobras –que debió haber cumplido la tarea de financiamiento de los nuevos yacimientos de Pemex en el Golfo de México–, aseguran que Calderón aún no liquida su adeudo millonario en la paraestatal que presidió ineficientemente. ¿Será?
Stratfor (1/9/09), centro de pensamiento texano-israelí, no tiene más remedio que plegarse a la restatización de facto de los hidrocarburos de Brasil que muestra su intención de proteger sus intereses nacionales (¡extra súper sic!) cuando se trata de explotar el petróleo de los yacimientos en aguas profundas y su desarrollo (sic). Brasil opera totalmente al revés del México neoliberal, lo cual explayamos en nuestro reciente libro La desnacionalización de Pemex (Editorial Jorale, 2009) que pone en la picota la entreguista reforma calderonista avalada por la tríada apátrida de Beltrones-Labastida-Gamboa (y sus perredistas de ocasión).
Brasil acopla las regulaciones del sector energético en línea con sus intereses estratégicos, refiere Stratfor, a quien no se le escapa que la propuesta contiene una tendencia nacionalista (¡extra súper sic!) que otorga al gobierno mayor margen de intervención en el desarrollo de las reservas estratégicas (sic), en particular, mediante la creación de Petrosal, una empresa estatal, que tendrá un representante, con plenos derechos de voto y veto, en el consejo directivo de cualquier consorcio energético que opere los depósitos pre-sal.
Con el dolor en el alma, Jonathan Wheatley, del Financial Times (1/9/09), destaca la voluntad inequívoca del papel del Estado (sic) brasileño en explotar sus reservas.
Bajo la modalidad de ley de urgencia, los legisladores tienen 90 días para aprobar o desechar las cuatro enmiendas históricas que, sintetiza Wheatley, introducen el régimen de producción compartida para sustituir el sistema basado en concesiones; crean Petrosal, una empresa estatal, para manejar las reservas; crean un fondo gubernamental para manejar los ingresos de las reservas y recanalizarlos al gasto social (¡extra súper sic!) en áreas como la educación, la infraestructura y el combate a la pobreza, y permiten la emisión de nuevo capital por 50 mil millones de dólares en Petrobras, la empresa mixta de control estatal, lo cual, diluirá la participación privada (apabullantemente en manos israelíes-anglosajonas y donde el megaespeculador George Soros posee un importante paquete).
Lula opera así un viraje histórico hacia la desprivatización (al diluir la participación accionaria privada que regaló el entreguista Cardoso en la fase unipolar) y la notable restatización, en la fase multipolar, mediante la nueva empresa estatal Petrosal (ver Bajo la Lupa, 1/7/09) que regirá el destino de los nuevos bloques en aguas profundas, que cuentan hasta con 100 mil millones de barriles.
En forma inteligente, Lula no toca (by the time being) las anteriores concesiones que legó el incorregible Cardoso, donde las trasnacionales anglosajonas se despacharon con la cuchara grande. Lula ve hacia un futuro venturoso de Brasil y no se confina a lamentarse estérilmente del pasado irreparable.
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