domingo, 12 de septiembre de 2010

La retirada infausta de Iraq


Julio Morejón / Prensa Latina
plmexico@prensalatina.com.mx

El anuncio de la retirada estadunidense de Iraq confirmó dos aspectos a la resistencia árabe, primero lo sustancioso de su guerra de guerrillas, al causarle miles de bajas al enemigo y la imposibilidad de éste de ocupar totalmente el país. Luego de siete años de presencia militar foránea en el Estado árabe, quedó claro que la construcción de otro continúa siendo febril sueño de insolación, transformado en pesadilla por la violencia.

Concluyó el primer semestre del séptimo año de la guerra desatada contra el país del Oriente Medio, con estadísticas fatales para los militares estadunidenses que perdieron 4 mil 415 efectivos, principalmente por acciones de la insurgencia.

Aunque Washington vinculó toda disminución de bajas con un incremento de los niveles de seguridad en el teatro de operaciones, lo cierto es que la inestabilidad predominó; fue el espectro que incomodó y caracterizó al ambiente de la ocupación. Las acciones se multiplicaron y fueron muy eficaces con empleo de medios menos convencionales y más destructores de lucha, con los que la resistencia fusionó táctica y estrategia, lo cual le resultó ventajoso para enfrentar a la tropa interventora, que nunca pudo conocer a fondo a Iraq y menos la psicología de sus habitantes.

Desde hace algo más de dos años, las fuerzas estadunidenses y las nacionales en conjunto asumieron nuevas formas para enfrentar la insurgencia, “lo cual derivó en el incremento de campañas ofensivas en el centro y norte iraquíes, zonas supuestamente ya bajo control”. Después esas operaciones se extendieron hacia el sur, donde el escenario del conflicto permanecía bajo la influencia de grupos armados de la comunidad chiíta, que no concordaban con el gobierno, pese a su coincidencia confesional.

Ahora la situación se torna más abigarrada, habida cuenta de que si en algún momento existieron patrones para definir entre aliados y rivales eso es historia antigua.

Estados Unidos puede razonar que todos los iraquíes son sus enemigos, incluso los que en 2003 estaban decididos a venderle al país por un puñado de dólares y se prestaron para hacer malabares institucionales, fallidos también como la propia ocupación.

Las tropas de Washington no pudieron imponer su modelo (tan neoliberal como escasamente democrático) pese al empleo de los recursos bélicos e ideológicos de última generación. Fue desastroso articular un gobierno coherente, y establecer las fuerzas de seguridad es una tragicomedia.

Si bien algunos estudiosos consideran que Iraq fue un laboratorio para preparar próximas aventuras bélicas del Pentágono, habría que completar que los ensayos no tuvieron éxito. Pese al daño que hicieron, tampoco funcionaron a la perfección los mecanismos de la guerra secreta para enfrentar –sobre la base de sus peculiaridades confesionales o sus intereses económicos– a las diversas comunidades entre sí hasta el agotamiento, con lo cual esperaban contar los administradores del conflicto.

Ningún pronóstico serio fue cumplido por parte de las fuerzas estadunidenses durante la ocupación, excepto aquel de que la sangre correría a raudales, si esas tropas se empeñaban en eternizar su presencia en Iraq, directamente o mediante el uso de sicarios. En total, cuatro mil 415 militares enviados por Washington han muerto en el país árabe desde la invasión de 2003, según un balance del sitio independiente www.icasualties.org (.)

Es de destacar que el total de bajas de los efectivos estadunidenses y aliados fue de 4 mil 733. Aunque no existen resúmenes exactos, ya que la dinámica en el teatro de la guerra fluctúa, en ocasiones ocurre un verdadero “goteo” de bajas, porque las acciones son intermitentes y la información escasea, y en otras ocasiones es un proceso de eventos consecutivos que disparan las cifras; pese a todo, los números cuentan lo sucedido. Ejemplo de lo anterior fue lo ocurrido el pasado julio, cuando hubo 535 víctimas mortales y mil 43 heridos, el peor balance desde 2008.

No obstante, a partir de las estadísticas de medio año dadas a conocer por medios de prensa, se concluye que una gran cantidad de informaciones sobre lo que ocurre en este país del Golfo Pérsico es escamoteada al público bajo clasificaciones de diverso tipo, sea confidencial o de secreto de Estado. Además de esos mecanismos para camuflar las pérdidas de las tropas de ocupación, también retardan las informaciones sobre los caídos.

En julio, tras conciliar datos del semestre pasado, se informó que de los 535 muertos reportados, una gran cantidad eran civiles, según los ministerios de Salud, de Defensa y del Interior, lo cual manifiesta un recrudecimiento de la violencia general, pero se específica que 89 policías y 50 soldados murieron en ataques.

Los insurgentes atacan a policías y soldados iraquíes que se preparan para tratar de poner bajo control al país el 1 de septiembre, cuando Washington finalice siete años y medio de ocupación.

Así, la insurgencia mantiene la capacidad de llevar a cabo atentados a gran escala en el curso de la guerra de desgaste contra las instituciones establecidas durante la ocupación.

Funcionarios iraquíes y estadunidenses dicen que la resistencia explota las tensiones políticas, agudizadas por las infructuosas negociaciones entre las facciones mayoritarias chiítas y una alianza multisectorial respaldada por los sunitas vencedores en la elección de marzo. Además de la incapacidad manifiesta para cambiar la situación y salir de la inestabilidad, la falta de gobierno a casi cinco meses de las elecciones legislativas destroza toda ilusión de una recomposición antes de la retirada del ejército de Estados Unidos. Esas fuerzas se reducirán a 50 mil, antes de un retiro total anunciado para 2011.

Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular

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