sábado, 25 de septiembre de 2010

Veracruz entre lo que no acaba de morir y lo que no acaba de nacer

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Parafraseando la clásica frase de Gramsci, en Veracruz el régimen de la fidelidad no acaba de morir y el nuevo no acaba de nacer. La obligada transición permanece estancada y, conforme pasan los días y se acerca el relevo del poder ejecutivo estatal, sin estar resuelto el tema de la sucesión, la incertidumbre se apodera de una sociedad que, en la contingencia, y con un gran alarde de solidaridad ciudadana que estamos obligados a reconocer, se debate entre buscar alivio a las necesidades más ingentes tras los embates de la naturaleza y las expectativas que ofrece un futuro incierto para el mediano y largo plazo en lo económico y en lo social.

Pasada la emergencia, ¿qué? Muchos se preguntan. Parece no existir respuesta. Veracruz y el país entero marchan sin rumbo claro, perdidos en una pugna esteril partidista, se atiende lo que para la clase política es urgente y necesario en función de sus intereses y, lo importante, duerme en la congeladora legislativa o es objeto de respuestas parciales, reactivas frente a la coyuntura e irrelevantes en términos de futuro en los tres órdenes de gobierno.

En nuestra entidad la situación guarda mayor complejidad frente a otras entidades federativas. Si para el norte del país la inseguridad radica en el creciente poder de la delincuencia organizada y la incapacidad manifiesta del gobierno para hacer exitosa la absurda guerra contra el narcotráfico iniciada unilateralmente por Calderón Hinojosa, en Veracruz la inseguridad y zozobra entre las mayorías de la población, tiene como denominador común la pobreza, la desigualdad, y la indefensión frente a fenómenos naturales que de manera recurrente, año con año, colocan a la entidad en condiciones de desastre. Cuando no es la sequía o el frío intenso, es el exceso de lluvias, que se traduce en grandes avenidas fluviales e inundaciones, impactando sobremanera a los sectores más débiles y vulnerables de la población.

Ya alguien señalaba que los mayores índices de afectaciones por fenómenos naturales, coinciden con el mapa mundial de la pobreza. Ello es aplicable a Veracruz. Año con año el gobierno recurre a medidas asistencialistas, de buena fe o con intencionalidad electoral, y los más favorecidos se vuelcan solidariamente en apoyo a los habitantes de misérrimas comunidades en desgracia. Los pobres son siempre las víctimas propiciatorias de la improvisación, la corrupción y la imprevisión.

Lustro tras lustro es lo mismo, las pulgas se cargan sobre el perro más flaco, valga con todo respeto la expresión, sin que se apliquen políticas de estado acordes con la problemática de una entidad federativa con condiciones orográficas e hidrológicas adversas. Pues así como es rico nuestro potencial en recursos naturales, así, en la misma medida, es pobre nuestra capacidad de aprovechamiento racional de las fortalezas que ello ofrece y aún más pobre nuestra capacidad, eficiencia y eficacia, para hacer frente a nuestras debilidades ante la amenaza que la misma naturaleza nos advierte.

Pero si bien corresponde a las autoridades, en sus tres órdenes de gobierno, el diseñar, proponer, autorizar y poner en práctica políticas públicas idoneas y congruentes con nuestra realidad, la sociedad en su conjunto tiene un alto grado de corresponsabilidad frente a la inacción gubernamental, imprevisión, improvisación y simulación con la que se enfrentan desastre como el que hoy padecemos.

Entre los muchos problemas que hoy nos aquejan y lastiman, en su origen, seguimiento y presunta solución, la corrupción e impunidad tiene mucho que ver. Una mano lava a la otra y todos, por comisión u omisión, nos hacemos coparticipes de tal lacra social. El dejar hacer, dejar pasar, ante la ausencia de organización, participación informada, responsable, honesta y democrática de la ciudadanía, más allá de partidos políticos u organizaciones de la llamada “sociedad civil”, que para el caso son lo mismo, da patente de corzo a la ineficiencia y saqueo de que tradicionalmente se nos hace víctimas de las autoridades y políticos cuya ambición por hacer fortuna en un santiamén, no tiene llenadera.

Muchos de lo quienes hoy se quejan y lamentan de la situación en desgracia en que se encuentran, habiendo perdido lo mucho o poco de su patrimonio familiar, e incluso la vida de seres queridos, son los mismos que a cambio de un saco de cemento, una lámina, una despensa, entregaron sin más su voto a los que hoy califican como sus verdugos. Políticos y servidores públicos que pasada la emergencia, no volverán a las comunidades afectadas hasta el momento en que hayan de requerir nuevamente el apoyo de los electores.

La pobreza de unos y la corruptela de otros, cocinan el caldo de cultivo para futuras desgracias, recreándose el escenario de siempre, en la que la obra en escena a la que estamos obligados a asistir año con año, solo sirve para encumbrar a nuestros falsos héroes cuya “generosidad”, "cercanía con la gente", y “apasionada entrega” es motivo de aplauso y alabanza mediática.

Las cosas no pueden ni deben seguir así en Veracruz. El régimen no nato está obligado a no heredar los viejos vicios del que ya está próximo a morir, so pena del fracaso y repudio popular. Así como la sociedad veracruzana en su conjunto, obligada también al cambio de conductas y actitudes nocivas, debe asumir su corresponsabilidad, exigiendo sí a sus autoridades, pero fundamentalmente participando y aportando lo mejor de cada quien para que la suma de cada granito de arena contribuya a la construcción del Veracruz que deseamos merecer.

Insistir en el dejar hacer, dejar pasar, sin aprender de lo que nos deja la experiencia presente y actuar en consecuencia, es un llamado a repetir la misma historia, tropezándonos siempre con la misma piedra. ¡Ya basta!

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Difusión: Soberanía Popular

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