Las noticias que no cesan al inicio de 2011 son acerca del narcotráfico. Más de 30 mil homicidios en la guerra calderonista, y en los 10 meses de 2010, cerca de 12 mil 500, cifra récord. No importando ese horror, las autoridades dicen que irán adelante sin medir consecuencias. ¡Vaya despropósito!
Lo repetido por el inquilino de Los Pinos, Felipe Calderón, es que no había de otra porque la situación resultaba insostenible. Los maleantes habían avanzado como nunca y era necesario detenerlos a toda costa, no importando el precio. Y además, quienes criticamos las medidas somos o voceros de los maleantes o les hacemos el juego a los mismos, algo que recientemente aseguró Luisa María Calderón, la hermana de Felipe. Es decir, unos cuantos buenos contra millones de equivocados o malos.
Pero no se crea que los barones de la droga salieron de una chistera y se apoderaron de la noche a la mañana de territorios. Más bien, fueron incubados desde el gobierno federal. Y a mediados de la década de 1980, impulsados por Estados Unidos debido a la operación Irán Contras; es decir, un cierre de pinzas para aprovechar la guerra en el país de los ayatolas y el combate a la liberada Nicaragua y, asimismo, contra las guerrillas centroamericanas.
Luego, por descuidos, pleitos y fortalecimiento de los cárteles, al gobierno mexicano se le han salido de control los narcotraficantes y sus jefes. Aunque, como es notorio, en esta batalla no se ha detenido a uno solo de los políticos importantes que estuvieron a cargo de las operaciones en muchos sentidos. Mientras que a los banqueros y hombres de paja que han caído en prisión se les ha liberado.
Éstas son algunas de las hipótesis que plantea Anabel Hernández en Los señores del narco (Grijalbo). En el texto, mediante entrevistas a personajes, militares y exfuncionarios, lo mismo que documentos, especialmente de fuentes estadunidenses, llegamos a la conclusión de que la famosa guerra calderonista no es más que una simulación para intentar legitimarse después de la controvertida y sucia elección de 2006.
Aunque debemos anotar que ya pasó el tiempo para que dichos objetivos se cumplieran y ahora no tendrá los apoyos (Partido Revolucionario Institucional) del inicio, por lo que Felipe sufrirá cada vez más.
Anabel también apunta que los aparatos de seguridad, todos, están penetrados por los que manejan los estupefacientes. Cañonazos de miles de dólares mensuales hicieron mella y debilitaron incluso a los policías y hasta generales más exigentes, con excepciones del caso. Y un nombre salta y resalta en el texto: el del famoso y descuidado Genaro García Luna.
En una parte, Hernández refiere que no hubo tal escapatoria de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, sino fue un soborno multimillonario que apunta hacia Vicente Fox. Ante ello, el señor de las botas envió varios mensajes en Twitter con su habitual desparpajado e incorrecto estilo.
En uno de ellos dice: “Lo que hacen algunas desconocidas (sic periodístico) para ganarse unos centavos (sic que reaparece luego de más de medio siglo). Anabel XQ (sic) calumnias y engañas y mientes”. Y luego dijo “yo no leo porquerías”. Claro, pobre tipo, si nunca ha abierto un libro por curiosidad.
El asunto tiene más jiribilla que unos simples mensajes en la red. Recordemos que Anabel Hernández ha sido amenazada por su valiente denuncia en Los señores del narco. Es obligación el solidarizarnos con ella.
Pero hay otros estimulantes menos visibles a los cuales no se les combate, más bien se les premia, apoya y hasta sirve de hinojos. Fueron más conocidos en 1981 cuando Marie Winn publicó La droga que se enchufa (Diana).
Justamente, estamos hablando de la televisión, la principal y –por desgracia– mayor fuente de información e (info) entretenimiento. Según la más reciente encuesta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el 90 por ciento de los mexicanos ve tele, el 76 por ciento escucha radio y únicamente el 62 lee periódicos. Así pues, la desinformación es lo característico.
Acerca de la pantalla chica, tenemos por fortuna a la mano El poder de Televisa. Conjuras del poder mediático, de Jenaro Villamil (Grijalbo); un estudio de cómo en los últimos 10 años se ha favorecido como nunca a ese consorcio.
Unos cuantos datos
Con Fox, por ejemplo, se eliminó el impuesto del 12.5 por ciento de tiempos fiscales; en junio de 2004 se entregaron los llamados “canales espejo” para que los dueños pudieran hacer la transición digital y se le autorizaron 130 permisos de casas de juego para que diversificaran sus operaciones y aumentaran sus ganancias, amén de que en el Legislativo se aprobó la conocida Ley Televisa.
Con Felipe se otorgó la controvertida y todavía cuestionada licitación 21 y se ha erogado en publicidad gubernamental como nunca antes: 17 mil millones de pesos en menos de cuatro años, un crecimiento de 500 por ciento; del total, más del 60 por ciento fue a las televisoras.
Dice bien Jenaro: “En un país de desigualdades tan pronunciadas, de concentración del 50 por ciento de la riqueza en un mínimo del 10 por ciento de la población de 108 millones de mexicanos (antes del Censo), la televisión abierta constituye el único escaparate de igualación simbólica o para experimentar una cuota individual dentro de la sociedad de consumo”. Y si Televisa controla más del 70 por ciento del tiempo de pantalla, algo único en el mundo, ya sabemos quién tiene el poder y proporciona la droga enchufada.
Final amargo. Tres compañeros de la tecla: Alejandro Hernández (Televisa La Laguna, en Coahuila), Emilio Gutiérrez (corresponsal de El Diario, en Ascensión, Chihuahua) y Ricardo Chávez (conductor de Radio Cañón de Ciudad Juárez) huyeron a Estados Unidos por estar amenazados de muerte. Esperan asilo del mencionado país, mientras tanto necesitan dinero para sus gastos. Las compañeras de Periodistas de a Pie nos proporcionan una cuenta para colaborar: Scotia Bank, número 9379231. A entrarle.
Feliz inicio de año a los de Contralínea y mis tres lectores.
*Periodista
Fuente: Contralínea
Difusión: AMLOTV
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