lunes, 25 de abril de 2011

La movilización social en tiempos de desesperanza


ALEIDA HERNÁNDEZ CERVANTES

En nuestro país existe una escasa cultura de la movilización social e incluso, en los estados del norte esto se observa con mayor contundencia. Diversas son las razones que perfilan y sostienen este rasgo de la sociedad mexicana, por ejemplo: salir a las calles es muestra de gente que no está conforme con nada; la gente que protesta es utilizada por otros que tienen objetivos político-partidistas; protestar estigmatiza como personas no concentradas en trabajar; y movilizarse y protestar no provoca los cambios exigidos. Esta última razón, aunque se confirma muchas de las veces, es profundamente desmovilizadora y contribuye a que el estado de cosas se mantenga tal como está, por más injusto que sea.

Pero este perfil de sociedad pasiva, se logró construir en México, debido también, a los más de setenta años que gobernó el PRI con mano dura. Cualquier movilización o protesta durante esa etapa, era reprimida brutalmente, recordemos el movimiento estudiantil del 68, que terminó en la matanza de miles de estudiantes y miles de desaparecidos. Movimientos magisteriales, campesinos y sociales que exigían mejores condiciones de vida en el sur del país, también sufrieron persecución y aniquilamiento por parte del Estado mexicano.

A la fecha, con gobiernos panistas, la situación no ha sido sustancialmente diferente; la persecución estatal contra movimientos sociales sigue prevalenciendo, tal es el caso que ejerce cotidianamente el gobierno federal contra los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), por mencionar un ejemplo.

Así, comparado con algunos países como Argentina, Bolivia y España, donde la protesta y movilización social han influido decisivamente en coyunturas políticas importantes, en México aún no hemos logrado creer y fortalecer este rasgo de sociedades combativas y exigentes de sus derechos ciudadanos. Pero no parece haber otro camino en estos momentos de tal descomposición social, de corrupción gubernamental y de horror ciudadano ante acontecimientos tan brutales como los ocurridos en Tamaulipas y en muchísimos lugares del país en los últimos tiempos, que nuestra indignación nos debe conducir a la movilización social.

Por movilización social se debe entender que la gente se organice permanentemente y que se convierta en un actor político determinante, que exige el respeto a sus derechos y la restitución del más preciado de ellos: el derecho a vivir en paz y no en permanente guerra. Una guerra que nos ha sido impuesta por Felipe Calderón y que lo único que nos ha traído son miles de muertos y muchísimos de ellos jóvenes e inocentes. En su carácter que se ha arrojado de presidente de la república, nos ha impuesto unilateralmente una politica de seguridad pública con la que la mayoría de mexicanos no estamos de acuerdo y, ¿qué puede hacer una sociedad cuando, en su mayoría, no está de acuerdo y le afectan las decisiones de su gobierno en lo más profundo de su devenir cotidiano? ¿Someterse? ¿Callarse? ¿Aceptar un supuesto “destino” del ser mexicano? ¿Bajar la cabeza y acatar? ¿Creer para siempre en la tragedia mexicana? ¿Limitar su indignación a la privacidad de su habitación? ¿Sentarse a observar cómo la clase política irresponsable e insensible de este país reta “nuestra gran capacidad de aguantar”, incluyendo cualquier adversidad impuesta por ella? No y cientos de veces no.

Una sociedad movilizada es una sociedad despierta y vigilante de sus gobiernos, de sus empresas y, en general, de que funcione lo mejor posible toda su estructura social. Una sociedad movilizada, tiende a ser una sociedad organizada, que se propone y logra objetivos comunes. Cuando una sociedad se moviliza aprende primero a conocer a lo que tiene derecho y después, a saber cómo y a quiénes exigirlo. Una sociedad movilizada y organizada no permite atropellos ni decisiones estatales autoritarias y unilaterales, exige que se le tome en cuenta, le recuerda a sus gobernantes que es ella la que los puso donde están.

Existen muchísimas razones para movilizarse y protestar, pero tenemos una que nos debe motivar aún más: hacerlo nos reafirmaría el carácter perdido en algún momento de nuestra historia, un carácter seguro, combativo y exigente. Por fortuna, cada vez hay más expresiones de este carácter social, la movilización a la que está convocando el poeta Javier Sicilia es un excelente ejemplo de que, ante el hartazgo y la indignación, puede surgir esa sociedad movilizada y organizada que tanto necesitamos para que la terrible situación de desesperanza que vive el país, tome otro rumbo. Por eso, en tiempos de desesperanza, la única opción es la movilización social.

aleycristal@hotmail.com

Fuente: La Jornada de Jalisco

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