GUILLERMO ARAGÓN LORANCA
Vientos de cambio se dejan sentir en la vieja Europa, el crisol de la cultura occidental, y cuyas viejas estructuras comienzan a crujir bajo el peso del descontento social: la Europa neoliberal, cuyo modelo comienza hacer agua en Irlanda, en Grecia y en Portugal, ahora se ve sacudida por las protestas, las marchas y las “acampadas” de la sociedad civil española que de pronto parece despertar de un largo sueño, siguiendo los pasos de las sociedades islámicas de Túnez, Egipto, Siria, Libia. La semana pasada, de manera sorpresiva y sin la intervención de ningún partido, corriente política o ideológica, de ninguna organización sindical, se reunieron en la Puerta del Sol de Madrid, miles de personas que comenzaron a manifestar su indignación y su rechazo a las estructuras sociopolíticas tradicionales, que no son otra cosa más que la encarnación del modelo neoliberal que los dueños del dinero pretenden imponer en todo el planeta, negando toda la historia humana anterior, ésa de las luchas por un estado laico, por una ciencia ajena a los dogmas de fe, por los derechos de los ciudadanos, por la abolición del poder por derecho divino, por la libertad de pensamiento y de imaginación.
Las plazas públicas de las principales ciudades españolas se han convertido en espacios tomados por los ciudadanos de todas las edades y de toda condición para convertirlos en foros de discusión en los que por primera vez se expresan los “sin voz”, los ciudadanos que los poderes creían sumisos, apáticos y silenciosos, y se van elaborando demandas concretas: abolición de la monarquía, restauración de la República, separación de la iglesia y el Estado, fin a la impunidad del franquismo, políticas económicas sociales, rescatar la vida política de las manos de los partidos y sindicatos entreguistas, abolición de las leyes neoliberales en educación, salud, seguridad social, extranjería, recuperación de los bienes públicos privatizados, castigo a los causantes de la crisis económica, entre otras.
Queda claro que los vientos de cambio no tratan de cambiar tal o cual partido, lo que se cuestiona de fondo es todo el sistema sociopolítico en su conjunto; y las viejas instituciones están desconcertadas, pues no hay a quién atribuir la “manipulación” de la gente: ya no hay comunismo, no hay “terrorismo islámico ¿A quién culpar ahora? La junta electoral temía un boicot de las elecciones municipales y a pesar de que prohibió las concentraciones en las plazas, cosa que no acataron los manifestantes, no se atrevieron a desalojarlas con violencia, éstas transcurrieron normalmente, pero con resultados reveladores del descontento social; sólo el 31 por ciento de la población votante se manifestó en las urnas.
Los medios se han apresurado a destacar el “triunfo abrumador” del partido de derecha, sin mencionar claro que esa votación abrumadora no representa ni el 20 por ciento de quienes debieron votar. Las cifras desnudan una realidad: la legitimidad del sistema descansa sobre una minoría. Los vientos de cambio se sienten en todas partes.
Fuente: La Jornada de Oriente
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