FELIPE VICENCIO ÁLVAREZ
Cuando a fines de los cuarenta el presidente Miguel Alemán encargó a Salvador Novo y a Guillermo González Camarena una investigación sobre los sistemas de televisión en el mundo y una recomendación de lo que a México le convenía, se estaba echando la suerte de los medios electrónicos en nuestro país. En ese tiempo tenían algunos años ya tanto la British Broadcasting Corporation (BBC), sistema operado por la autoridad y sostenido con recursos públicos en Gran Bretaña, como la National Broadcasting Company, Inc. (NBC), operada por empresarios y sostenida con capital privado en Estados Unidos. La comisión propuso adoptar el modelo norteamericano y así lo resolvió el presidente Alemán. La asignación de la frecuencia XHTV Canal 4 a Rómulo O’Farrill en 1949 fue el inicio de la expansión del gran negocio de la televisión mexicana para algunos hombres del poder económico cercanos al poder político.
Así se configuró un esquema eminentemente comercial de medios electrónicos que se ha expandido y consolidado durante décadas y que constituye el eje de la comunicación en nuestro país. Una de las consecuencias de la prevalencia de este esquema ha sido la progresiva concentración mediática. Sin la debida contención de una buena ley y con la aquiescencia de los gobernantes, las múltiples frecuencias de la radio y la televisión han ido quedando en pocas manos, en una dinámica regida por la fuerza del dinero y la complicidad de la autoridad. México es ahora un país en el que 80 por ciento de las frecuencias del espectro radioeléctrico pertenece a 13 grupos radiofónicos y en el que sólo dos empresas manejan el 96 por ciento de las frecuencias comerciales de televisión abierta. Salvo el caso de países totalitarios no hay referentes en el mundo con ese grado de concentración.
Los contenidos que emiten estos medios de señal abierta están determinados primariamente por la rentabilidad económica. La lógica de expansión empresarial y la búsqueda de las mayores utilidades determinan la barra programática. Así, el concierto mediático prácticamente es monofónico y su calidad queda subordinada a la prioridad de atraer consumidores. En una paradoja lamentable, un régimen de libertades ha propiciado que un puñado de empresarios conduzcan el sector como si se tratara de un régimen totalitario. El incremento de sus utilidades económicas se consigue a costa de un déficit en nuestra democracia. La libertad de expresión y nuestro derecho a la información quedan en entredicho.
Esto ha sido posible principalmente porque el país no dispone de un marco legal adecuado para encauzar una actividad tan relevante como la de los medios electrónicos de manera que atienda al interés general. Seguimos a la espera de que los legisladores cumplan con su responsabilidad. Por lo pronto es muy valioso el papel de los medios públicos, es decir, las más de 450 frecuencias de radio y televisión que, en manos de gobiernos o instituciones académicas, irrumpen en el concierto mediático con una voz diferente, modesta pero clara. Pese a su marginalidad, el sistema de medios públicos contrarresta la oferta predominante y favorece la pluralidad mediática necesaria en una sociedad democrática ofreciendo contenidos culturales y difundiendo voces que de otra manera no tendrían cauce para expresarse. Por eso es trascendente la próxima celebración del Foro Mundial de Medios Públicos –iniciativa de La Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México A.C. y del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión, patrocinada por la OEA y el Conacyt– que plantea una agenda de trabajo común para mejorar la vinculación global de radiodifusoras y televisoras públicas en beneficio de las audiencias. El intercambio de experiencias que se llevará a cabo en Guadalajara los próximos días seguramente fortalecerá a este sector de los medios que en México hace saludable contrapeso al discurso mediático casi único. Directivos, productores, técnicos, estudiantes y público en general de todo el mundo tendrán espacio para analizar el desafío y las oportunidades de la globalización para la radio comunitaria, la indígena, la universitaria, la televisión cultural y otras alternativas no comerciales que nutren nuestra democracia. Merece los mejores augurios.
Fuente: La Jornada de Jalisco
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