LEOPOLDO GAVITO NANSON - LUNES, JUNIO 06, 2011
En días recientes el presidente Calderón comparó su circunstancia con la de Winston Churchill durante la Batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo con la idea de dar contexto y una perspectiva victoriosa al costoso y fracasado enfrentamiento con organizaciones criminales que por sus características está condenado al rotundo y sanguinario fracaso. Pocas cosas más alejadas de la realidad. Su empecinamiento y actitud corresponden mucho más a las necedades de Adolfo Hitler en el invierno de 1942, el principio de la debacle nazi, cuando neciamente exigía al mariscal Von Paulus sacrificarse y sacrificar hasta el último hombre en Stalingrado. Hitler sacrificó al sexto ejército alemán por no retirarse con tiempo cuando era evidente que no tomarían la ciudad. Von Paulus se lo sugirió varias veces; incluso el día en que voló a Alemania para ser ascendido a mariscal. Los ejércitos alemanes habían ocupado la totalidad de Europa. Pasarían todavía tres años antes de la total destrucción de Alemania. Para Hitler y el resto del mundo Stalingrado fue un punto de inflexión. Cosa que no ha habido en el caso de esta patética sangría mexicana. Calderón nunca ha tenido control del terreno ni ha recuperado, como dijo que haría, los territorios controlados por organizaciones criminales. Incluso ha perdido territorios adicionales. Monterrey es novedoso paradigma del desastre.
Parece que después de cuatro años de pretendidos éxitos y fracasos reales el gobierno ha agotado su reserva de raciocinio y hoy las frases y tesis absurdas brotan generosas de los personeros gubernamentales. Ernesto Cordero, delfín improbable de afirmaciones de empobrecedora estupidez, a unos meses de haber resuelto la calidad de vida nacional sobre una base de 6 mil pesos, aportó el nuevo dato que hemos dejado de ser un país pobre. Algún bien intencionado habrá sugerido la conveniencia de dar noticias positivas y esperanzadoras para ser visto como candidato verosímil. Lo desmintió un aliado, el presidente del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior (Comce), Valentín Díez Morodo.
El gobierno negaba hace apenas dos meses que la inseguridad afectara la economía, las empresas y el turismo. El Banco de México ofreció la semana pasada los datos de una encuesta hecha por la institución: la inseguridad ya ha afectado a dos de cada tres empresas en el norte y centro-norte del país. Y la jerarquía clerical por un lado alaba la política antidrogas de Felipe Calderón, pero lamenta la sangría.
Y los hechos, declaraciones y contradicciones siguen y siguen en una suerte de profusión declarativa cacofónica a ritmo de tableteo de arma de repetición. Porque, además, el gobierno carece de una política de comunicación. Ésta se ha reducido a los dichos del Presidente, quien convoca, declara, regaña, lamenta y reclama. Eso es la política de comunicación del gobierno federal, aderezada con pretendidos referentes de grandeza. La semana pasada se organizó un festejo para decretar el 2 de junio como día de la policía. Allí Calderón repitió la fórmula de apelar a la sociedad para que ayude a quitar el desprestigio de la policía. El consabido asunto de las percepciones que siguen ocupando al Presidente. Ahí mismo pidió a la que la actividad policiaca fuera convertida en sacerdocio cívico. No hay forma de que Felipe Calderón se desprenda un momento de sus determinantes religiosos. Pero en este particular asunto los referentes son ominosos. El despliegue de parafernalia que realizado la semana pasada para declarar el día del policía –uniformes negros, boinas negras, saltos en paracaídas– evoca aquellas paradas ostentosas de los desfiles nazis y las ceremonias de las Schuntzstaffel, las SS (escuadrones de defensa) fanáticos de malhadada memoria que eran guerreros y también una suerte de monjes o sacerdotes de acuerdo con la jerarquía. En el Generalplan Ost (GPO), plan de exterminio y sacrificio en sangre, el Holocausto, en donde los “sacerdotes” que “ofrendaban” la sangre del sacrificio eran todos SS.
Por todos los flancos posibles surgen expresiones y exigencias al gobierno de Felipe Calderón para parar el baño en sangre, El Presidente ofrece todo tipo de explicaciones y justificaciones posibles pero insiste en que no hay otro camino más que el emprendido por él en diciembre de 2006
Académicos, sociedad civil, familiares de víctimas, expertos de las Naciones Unidas; desde muchos ángulos y puntos de vista la sociedad reclaman a Felipe Calderón lo hecho en su gobierno. El grado de descomposición es suficientemente considerable para que la Comisión Global para las Políticas de Drogas haya dedicado un documento completo a consideraciones sobre la guerra del gobierno mexicano. La comisión la forman 19 notables, entre ex presidentes, ex secretarios generales de la ONU, empresarios, ex primeros ministros, ex comisionados de derechos humanos.
Justo el día anterior al espectáculo que enmarcó el decreto del día del policía y el llamado al sacerdocio, la Comisión dio a conocer su informe.
La primera frase dice textual “La guerra global a las drogas ha fracasado, con consecuencias devastadoras para individuos y sociedades alrededor del mundo. 50 años después del inicio de la Convención Única de Estupefacientes, y 40 años después que el presidente Nixon lanzara la guerra a las drogas del gobierno norteamericano, se necesitan urgentes reformas fundamentales en las políticas de control de drogas nacionales y mundiales”.
Podría agregarse que nada de lo sucedido en estos 40 años desde que Nixon declaró la guerra ha sido tan dramático, sangriento, macabro y costoso como lo hecho en la administración de Felipe Calderón.
Para efectos de la intención del gobierno federal en materia de drogas, el informe de la comisión es devastador. Echa por tierra todos los “argumentos” –si acaso– justificaciones, escenarios apocalípticos e hipótesis que han atinado a balbucear los personeros del gobierno federal. Lo primero que recomiendan es terminar con la criminalización, la marginalización y la estigmatización de las personas que usan drogas pero que no hacen ningún daño a otros y, por otro lado, alienta a los gobiernos a que experimenten con modelos de regulación legal de las drogas a fin de socavar el poder del crimen organizado y para salvaguardar la salud y la seguridad de sus ciudadanos.
Exactamente en sentido inverso a las consideraciones, justificaciones y lógicas expuestas por el gobierno federal. Quien ha privilegiado el enfrentamiento armado en cualquier lugar impensado, en medio de zonas urbanas densamente pobladas, antes que la seguridad de sus ciudadanos.
El informe de la Comisión para las Políticas de Drogas concluye con una frase que sería deseable fuera adoptada como lema por la sociedad civil “Romper el tabú acerca del debate y la reforma. Ahora es el tiempo de actuar”.
*Es Cosa Pública
leopoldogavito@gmail.com
Fuente: La Jornada de Veracruz
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