ARTURO HUERTA GONZÁLEZ
El lunes 1 de agosto, la Cámara de Representantes en los Estados Unidos acordó aumentar el tope de endeudamiento del gobierno en 2 billones de dólares, a cambio de que el gobierno reduzca el déficit fiscal a través de la contracción del gasto publico en 2.4 billones en los próximos 10 años. En forma inmediata se tendrá que recortar el gasto en 917 mil millones de dólares, de los cuales 420 mil millones se le disminuirán al presupuesto del Pentágono (reducción de gasto militar), y el resto recaerá en recortes a jubilaciones y gastos sociales a los sectores más pobres. Se creará una comisión bipartidista para que instrumente una reducción de 1.5 billones para los siguientes años.
El Partido Republicano se impuso al Partido Demócrata y a la Casa Blanca. Éstos no lograron que el ajuste fiscal recayera sobre todo en aumento de impuestos a los sectores más ricos, como en las empresas petroleras que gozan de privilegios impositivos y que tienen grandes ganancias a raíz del alza del precio del petróleo. El presidente Barack Obama cedió a las posiciones de los republicanos, y termina siendo el gran perdedor, ya que legisladores de su propio partido han señalado que se necesita un candidato con “pantalones” para las próximas elecciones, que no ceda a las posiciones reaccionarias de los republicanos.
La postura ideológica de los republicanos reflejada en el tope al límite de endeudamiento, en la reducción del gasto público y del déficit fiscal, se encamina a alcanzar la disciplina fiscal y a disminuir el tamaño del gobierno en la actividad económica, y la contraparte es el incremento de la participación del sector privado en la economía. Igual postura se ha impuesto en nuestro país, como en los países europeos, que se traduce en desatención y marginación de los programas de bienestar social, impulsando así la privatización en salud, en educación, como en infraestructura, así como los sectores estratégicos de la economía. Tal política atenta no solo sobre el crecimiento económico, sino sobre el bienestar social, ya que la población tiene que pagar por los servicios públicos que recibe, deteriorando ello el nivel de vida de la población.
El hecho que se aumente el tope de la deuda en 2 billones de dólares, y que se recorte el gasto en los próximos 10 años en 2.4 billones traerá consigo una drástica caída de la demanda y la actividad económica. El aumento del tope de la deuda, será para que pueda cubrir el pago del servicio de la deuda pública, lo que no incrementa la demanda, ya que tales recursos se destinan a los tenedores de la deuda pública, que es sobre todo el sector bancario y financiero, el cual canaliza sus recursos al propio sector financiero, por lo que no representará un aumento de inversión y de consumo. Al encaminarse dicha economía hacia la disciplina fiscal a través de la disminución del gasto público, lleva a que la política fiscal deje de actuar como política contra–cíclica, y pasa a asumir un papel procíclico. Es decir, a la caída de la inversión y del consumo del sector privado, y al hecho de que las importaciones son mayores que las exportaciones, se le sumará el mayor recorte del gasto público, por lo que caerá en recesión la economía estadounidense. De hecho el segundo trimestre del presente año, dicha economía creció en 1.3 por ciento, reflejando su desaceleración. El lunes 1 de agosto las bolsas de Estados Unidos y a nivel mundial tuvieron un comportamiento a la baja (a pesar del acuerdo sobre la deuda), debido a los datos anunciados ese día sobre el declive de la actividad del sector manufacturero en EUA. Se constata nuevamente (casi día a día) la manifestación generalizada de los problemas económicos tanto en dicha economía, como en la mayoría de los países europeos, y no se diga en la economía nacional, por más que las autoridades locales afirmen que se cumplirán los pronósticos de crecimiento del Producto Interno Bruto de 4.3 por ciento para 2011. México no tiene condiciones endógenas de acumulación, crecimiento y estabilidad. Depende del comportamiento de las variables externas, tanto de las exportaciones, como de la entrada de capitales, y en el entorno internacional de vulnerabilidad de los mercados financieros, de recortes fiscales, y de la actividad económica, México no puede crecer más que el resto, a pesar del alza del precio internacional del petróleo, y de lo que ingresa por el capital especulativo, y del lavado de dinero.
El Congreso de Estados Unidos, como los organismos financieros internacionales, así como los gobiernos de los países europeos, y las calificadoras internacionales, se equivocan al insistir en la disciplina fiscal. Un país que tenga el control de su moneda, y que no se comprometa a su estabilidad y convertibilidad a un tipo de cambio fijo, no tiene limite de su deuda pública, si ésta está en su propia moneda. La disciplina fiscal y la reducción del gasto público, llevarán a una crisis mundial de mayores proporciones que la manifestada en 2008–2009. De no replantearse la política económica predominante viviremos un periodo más obscuro del que se ha presentado en los últimos años en nuestro país.
Fuente: La Jornada de Oriente
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