FERNANDO ACOSTA RIVEROS
Un porcentaje considerable de ciudadanos mexicanos le otorgó el mandato a Vicente Fox Quesada en las elecciones para presidente en julio del año 2000. Salvaguardar el bien común era una de las principales promesas del candidato postulado por el Partido Acción Nacional (PAN). El llamado “gobierno del cambio” generó muchas expectativas a partir de diciembre del año en que parecía “se había derrotado al PRI”. Unos meses después, en agosto y septiembre de 2001, la administración panista se conformó con haber ganado la presidencia y se olvidó del compromiso que tenía con México.
El tema de la seguridad se ha utilizado para desinformar, manipular y reprimir durante una década. Los narcotraficantes habían extendido su poder en Monterrey en el 2001. Las autoridades locales regiomontanas, las estatales de Nuevo León y el gobierno de Fox, sabían dónde estaban los criminales y el peligro que representaban para la población. Sin embargo se impusieron los intereses de negocios turbios y nuevamente las autoridades se olvidaron de salvaguardar el bien común, aunque ahora en 2011 el gobierno usurpador de Felipe Calderón “se lamente del ataque ocurrido en el Casino Royale”, el jueves 25 de agosto reciente.
Baja California, Chihuahua, Durango y Tamaulipas se llenaron de grupos mafiosos que han generado violencia todas las semanas y todos los meses transcurridos durante los últimos diez años. Fox Quesada y los integrantes de su gabinete declaraban la alerta de seguridad por los petardos lanzados en la Ciudad de México contra una oficina de Banamex en agosto de 2001. Detenían inocentes, como a los hermanos Cerezo, mientras los grupos paramilitares en Chiapas continuaban su plan de acoso, intimidación y exterminio contra los pobladores.
Obediente a las órdenes de George W. Bush, el entonces presidente Vicente Fox comenzó a presionar a los integrantes de la representación diplomática de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para que salieran de la Ciudad de México. Por una parte el gobierno mexicano ofrecía su mediación en el proceso de paz entre Andrés Pastrana Arango, mandatario colombiano, y los insurgentes farianos; y por otra parte, acusaba a la guerrilla colombiana de tener vínculos con el Ejército Popular Revolucionario (EPR) mexicano y el cártel de Tijuana, organización delictiva dedicada a vender cocaína y otros enervantes, así como a lavar dinero.
La militarización de la frontera sur con Guatemala y Belice inquietaba a los ciudadanos de Quintana Roo y Campeche. También en 2001 se maltrataba y perseguía a los migrantes procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador que entraban a México con la esperanza de irse a trabajar a Estados Unidos, donde Bush, el amigo de Fox, lo esperaba en la Casa Blanca para hablar de negocios, terrorismo y cuestiones migratorias. Ayudar a regularizar a tres millones 500 mil mexicanos, que se encontraban en la Unión Americana, fue otra promesa del gobierno panista.
“Al Congreso americano le toca ahora hacer su tarea, y a nosotros toca un poco replegarnos, porque de ninguna manera queremos entrometernos en la política de Estados Unidos”, dijo Fox a los periodistas que lo acompañaban en el avión que realizaba un vuelo desde Washington hacia Miami. En un editorial publicado por el diario The New York Times el día jueves 6 de septiembre de 2001 se comentó que el tema migratorio entre Estados Unidos y México “tendrá que esperar”. Los directores del periódico estadunidense consideraban que “había buena voluntad” pero era imposible arreglar instantáneamente temas discordantes. El mandatario mexicano apostaba a resolver conflictos, como el de Chiapas, en cuestión de minutos.
Los atentados ocurridos el martes 11 de septiembre en Nueva York redefinieron la prioridad de la política exterior estadunidense: continuar el saqueo y la guerra en diferentes naciones del mundo para “salvar a la humanidad del terrorismo y disminuir la vulnerabilidad momentánea de su país”. México era importante para el gobierno de Bush. Con Fox en el gobierno tuvieron un pelele tras la frontera dispuesto a servirle a sus intereses y cuestionar a personalidades que en diferentes lugares del mundo se han opuesto a la política criminal de los gobernantes estadunidenses.
Las administraciones de Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa han fallado a los mexicanos por quedar bien con los grupos poderosos de Estados Unidos. El fraude electoral realizado por el gobierno panista en 2006 para continuar, a fuerza, en el poder y la guerra del usurpador en un intento por legitimarse, han llenado la patria de Benito Juárez de luto y dolor. Entre 2001 y 2011 crecen la depresión, el desempleo, la frustración y la tristeza.
Acción Nacional aliado con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el saqueo a la nación, trata de tranquilizar con discursos y publicidad pagada en los medios a los niños y a los jóvenes que durante un decenio han escuchado noticias sobre amenazas, balaceras, crímenes, desaparecidos, descuartizados, cadáveres de hombres y mujeres tirados en bolsas de basura por parajes rurales y urbanos de un país donde los poderosos han venerado hasta la idolatría al sistema neoliberal y la ideología del capitalismo salvaje que desprecia a las personas y privilegia la cultura o la incultura de adquirir desorbitadamente, atesorar, enriquecerse rápido y al más burdo estilo calderonista del “haiga sido como haiga sido”. El PAN, el PRI, el PRIAN y sus aliados, están en deuda permanente con México y la humanidad.
Fuente: La Jornada de Jalisco
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