Por: Arturo Huerta González
2013-05-14 04:34:58
Enrique Peña Nieto afirmó el 10 de mayo que con las reformas estructurales, los ingresos de las familias serán mayores. Cabe recordar que lo mismo dijeron cuando fueron presidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, y Felipe Calderón, y las familias siguen esperando sus promesas. Las familias que sí han visto mejorados sus ingresos y fortunas, con las dueñas de la banca, del sector financiero, como de Telemex, del Grupo México, de las dos grandes televisoras, las que están invirtiendo en Pemex, en infraestructura, y en aquellos otros sectores que el gobierno ha venido privatizando, para ampliarles la frontera de inversión al gran capital nacional e internacional.
El presidente dijo que el objetivo de las reformas estructurales está encaminado a aquellos “quienes tengan un trabajo, cualquiera que sea, su ingreso sea mayor, y que a las madres de familia el ingreso que tienen les alcance para más”. Promesas van y vienen de que el futuro será mejor con tales políticas, y ya estamos desde hace rato en ese futuro, y los resultados de estas reformas de privatización y extranjerización de la economía, ha sido la reducción del tamaño y participación del gobierno en la economía, y el sector favorecido ha sido el sector financiero. A los trabajadores por su parte, con la reforma laboral les quitaron las prestaciones laborales, y los llevan a que sean contratados por tiempo, en forma parcial, y despedidos a bajo costo, situación que ha llevado a que el ingreso percibido no les “alcance para más”, lo que ha polarizado la mala distribución del ingreso, y aumentado el número de pobres, y la delincuencia a lo largo y ancho del país.
Peña Nieto dijo que su gobierno quiere “poner orden para que realmente México pueda descollar y aprovechar sus fortalezas”, y que las reformas transformadoras están encaminadas a que “el país aproveche todo su potencial en beneficio de los mexicanos”. El problema es que siguen sin darse cuenta que no son los mecanismos del mercado de mayor apertura, y mayor privatización de la economía, lo que llevará a potenciar el desarrollo del país, ni a beneficiar a la mayoría de la población. El mercado, es decir, el sector privado, es hegemonizado por el sector financiero y el gran capital asociado a éste, los cuales buscan la ganancia, y no el bienestar de las grandes mayorías, y de hecho, incrementan su acumulación de capital y riqueza a costa de las grandes mayorías. Ahí están los datos a nivel mundial y nacional, de cómo se acentúa el poder económico de la cúpula empresarial, de cómo aumentan las tasas de desempleo, subempleo, y la economía informal, y la pobreza. De cómo los gobiernos, los Congresos y partidos políticos de todas tendencias actúan, gobiernan y legislan a favor del gran capital, y no para atender las demandas de las grandes mayorías de la población, evidenciando que no hay democracia en la toma de decisiones. Predomina un discurso demagógico, ramplón, engañoso, que siempre promete que el futuro será mejor, haciendo creer que se instrumentan las medidas adecuadas para ello, y se impulsan las mismas políticas que han venido predominando en las últimas décadas y que son las causantes de que en nuestro país 60 por ciento de los trabajadores se encuentre en la economía informal, donde no cuenta con un salario fijo, ni prestaciones laborales, ni seguro social, ni vacaciones, y por otra parte, el ingreso que reciben los trabajadores del sector formal, no les alcanza para satisfacer las demandas básicas de él y su familia.
Estamos viendo en muchos países europeos grandes manifestaciones de descontento por parte de los excluidos y afectados por las políticas económicas predominantes, y no obstante los gobiernos no realizan cambio alguno de tales políticas. En nuestro país, el gobierno federal está feliz porque los llamados partidos de oposición están con él, impulsando tales reformas, evidenciando que ningún partido encabeza el descontento (pasivo en gran medida) que tienen grandes sectores de la población, por los problemas de desempleo, subempleo, caída de salarios, y creciente privatización de los servicios de educación y salud. Su Pacto por “México” le permite al gobierno seguir con tales reformas estructurales de orientación de mercado, pues no encuentra oposición significativa en dicho camino. Tales políticas seguirán exacerbando las diferencias de ingreso y de riqueza entre los mexicanos, y por tanto la lucha de clases, que llevará a que se realicen grandes manifestaciones como en los países europeos, y cuando éstas cambien la correlación de fuerzas, allá y acá, habrá cambios de gobierno, que tendrán que instrumentar políticas a favor de las grandes mayorías, y será hasta que ello acontezca, que los ingresos de los trabajadores podrá ser suficiente para resarcir y mejorar las condiciones de vida de ellos y sus familias. Mientras más avancen las reformas estructurales a favor del gran capital, el país será cada vez menos nuestro, y por lo tanto más difícil será revertirlas, dado que los gobiernos extranjeros, en el cual tiene su origen la inversión extranjera que está adquiriendo tales activos en el país, salvaguarda sus intereses. De ahí la importancia de frenar tales reformas. De decir no a la reforma financiera presentada la semana pasada (de la cual hablaremos en próximos artículos), que favorece al gran capital bancario, así como a la reforma energética que próximamente presentarán, que llevará a que la cúpula empresarial, nacional e internacional se apropien de la renta petrolera.
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