Por: Arturo Huerta González
2013-06-11 04:00:00
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en un estudio reciente titulado “Informe sobre el trabajo en el mundo 2013”, señala que las empresas ganan hoy en día más de lo que ganaban antes de la crisis y que la capacidad de compra de los salarios está muy por debajo de lo que estaba antes de la crisis. A pesar de las mayores ganancias, las empresas no invierten ni incrementan la generación de empleo, sino tales recursos se mantienen en efectivo, y siguen canalizándose al sector financiero por ofrecer éste mejores opciones de inversión. El informe señala que “los mercados accionarios mundiales, en su mayoría han alcanzado o excedido incluso, sus niveles máximos históricos”. Los índices bursátiles mundiales se han duplicado desde el punto bajo al que llegaron a inicio de 2009.
Ello es consecuencia de que sigue la misma política económica que generó la crisis, por lo que los resultados son los mismos: bajo crecimiento, menor tamaño del gobierno en la economía y amplio diferencial de crecimiento entre lo financiero y lo productivo, que terminará por desembocar en nueva crisis. El análisis demuestra que se ha ampliado el diferencia salarial, entre los ejecutivos de empresa versus los trabajadores, evidenciando de cómo las altas tasas de desempleo han sido aprovechadas por los gobiernos y empresas para pagar menos salarios y reducir y eliminar prestaciones laborales, lo que contribuye a mayores ganancias de las empresas y mayores salarios a los ejecutivos de las mismas. Tal situación contrae demanda, el crecimiento del mercado interno, y así la dinámica económica, y mantiene las altas tasas de desempleo lo que retroalimenta la caída de salarios, y el círculo vicioso en que se encuentra la mayoría de los países.
Dicho informe señala que, a pesar del aumento de las ganancias, la inversión productiva disminuyó en los países desarrollados, y los países de ingreso medio vieron incrementada la inversión. De hecho ésta ha venido siendo la tendencia en las décadas recientes, donde los países llamados emergentes han mostrado mayor dinamismo en relación a las economías desarrolladas.
En nuestro país como en muchos otros, esas mayores ganancias y reducción de salarios ha ido acompañado con la reducción del tamaño del Estado en la economía, como consecuencia de las políticas de austeridad fiscal, de las políticas de liberalización y desregulación económica, y de las reformas estructurales que impulsan la privatización y extranjerización de la economía. Ello ha llevado a que se polarice la concentración del ingreso y de la riqueza y que aumente el número de pobres. No contentos con eso, el gobierno mexicano prepara, a través de la Secretaría de Hacienda una nueva reestructuración del sector público que implica eliminar plazas y áreas administrativas, así como cancelar y fusionar programas. Se busca reducir el gasto corriente, y en consecuencia el tamaño y participación del gobierno en la economía. Ello se plantea en un contexto donde la actividad económica se desacelera, por la caída de las exportaciones, como de las remesas, por lo que al contraerse más el gasto público, más se contraerá la demanda, la dinámica económica y la generación de empleo.
Las autoridades gubernamentales ven al gobierno con sentido gerencial y de eficiencia, y no como entidad que surgió para satisfacer las demandas de empleo, de crecimiento y bienestar que requiere la población. Justifican el recorte del gasto y de personal que vendrá, diciendo que en las administraciones anteriores hubo un crecimiento desproporcionado de plazas que no eran necesarias. Lo que la realidad evidencia es que los servicios públicos son insuficientes para satisfacer los requerimientos de la población, lo que ha llevado a que aumente la privatización de los servicios de salud y educación, por lo que el mayor achicamiento del gobierno reducirá más los servicios públicos, a costa de deteriorar más el poder adquisitivo de la población, ya que tendrá que pagar por tales servicios, por lo que tendrá menores recursos para satisfacer sus necesidades de alimentación, vivienda, vestido, transporte y recreación.
La reducción del llamado gobierno obeso, trae por consecuencia el aumento del tamaño y obesidad del sector privado en la economía, por lo que aumentarán más las ganancias de este sector, y continuará polarizándose la mala distribución del ingreso en el país.
Uno se pregunta: ¿cuál es el proyecto de nación que impulsa el gobierno con su reforma laboral que reduce las prestaciones laborales y los salarios; con su reforma financiera, que otorga mayores garantías y protección a la banca, y expropia a los deudores morosos; con la reforma energética que entregará la renta petrolera a las empresas transnacionales; con la reforma hacendaria que incrementará y generalizará al Impuesto al Valor Agregado, y contraerá el gasto público y el tamaño del gobierno en la economía? Todo ello favorece a la cúpula empresarial nacional e internacional, y afecta el poder adquisitivo de las grandes mayorías de la población, lo cual es insostenible económica y políticamente. Los gobiernos surgieron para satisfacer las demandas de las grandes mayorías, y no para que gobiernen a favor de los dueños del dinero, lo cual termina desestabilizando a los países.
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