Jesús Chucho García
ALAI AMLATINA, 19/06/2013.- En la década de los años setenta del siglo pasado, se conforman agrupaciones culturales que reivindican la diáspora africana desde las perspectivas culturales, la mayoría de las veces reducidas a un folklorismo inútil, descontextualizados, mientras que las universidades e instituciones culturales, tanto oficiales como privadas, momificaron a las y los africanos y sus descendientes como "cosa" y objetos de estudios.
Sin embargo, fueron contribuciones que lograron develar la existencia de una extraordinaria diversidad cultural con grandes contenidos simbólicos y unos ricos elementos que dinamizan nuestro continente, tanto de tierra firme como insular. Pero fue a finales de la década de los ochenta del siglo XX que se pasa de una conciencia ingenua a una conciencia crítica a través de un proceso de desobjetualización y cosificación, para pasar a ser sujetos protagónicos y participativos en las luchas contemporáneas.
En los años noventa, a raíz de investigaciones desde las perspectivas de quienes habitamos las comunidades afro, comenzamos a deconstruir y a elaborar conceptos que fueran más afines a nuestros propios procesos históricos, con nuestras subjetividades. Establecimos alianzas y conexiones con muchas organizaciones de todo el continente incluyendo a organizaciones hermanas y antiimperialistas de Estados Unidos y el Caribe, así como de África.
Respuestas a problemas comunes globales
El movimiento de afrodescendientes, en su diversidad y pluralidad ideológica, logró una extraordinaria cohesión para avanzar en tres líneas básicas de acción. La primera estuvo direccionada en la necesidad de articularse nacional y transnacionalmente para dar respuesta a problemas comunes globales contra el racismo y la discriminación racial, teniendo su mayor éxito en la preconferencia de las Américas contra el Racismo (Chile, año 2000) y tercera Conferencia Contra el Racismo, la Xenofobia y sus Formas Conexas (Durban, 2001), considerado el mayor logro de los últimos siglos de las y los africanos y sus descendientes. De allí se desprendería un Plan de Acción que hoy sigue sirviendo de guía y se colocó el tema en los gobiernos de América Latina y el Caribe. Luego de esa tercera Conferencia mundial contra el racismo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acepta el concepto afrodescendiente por iniciativa de los movimientos sociales afro.
A partir de ahí, la ONU crea cuatro espacios donde el concepto afrodescendiente pasa a ser una práctica concreta en las políticas de ese organismo y al mismo tiempo es una referencia importante para la elaboración de sus políticas globales.
Esos espacios son:
1-El Grupo de Trabajo de Expertos sobre las Personas de Ascendencia Africana;
2-El Grupo de Expertos Eminentes Independientes sobre la Aplicación de la Declaración y el Programa de Acción de Durban;
3-El Grupo de Trabajo Intergubernamental sobre la Aplicación Efectiva de la Declaración y Programa de Acción de Durban;
4-El Relator Especial de Naciones Unidas Contra el Racismo.
Es importante mencionar que la Organización de Estados Americanos (OEA) tiene un Relator sobre Derechos Humanos Afrodescendientes, impulsado por nosotros en el año 2002 en el seno de la polémica Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Por otra parte la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), incorporó la dimensión afrodescendientes para sus estudios sociales y económicos.
En América Latina y el Caribe, existimos aproximadamente 150 millones de afrodescendientes según el Banco Interamericano de Desarrollo.
Hoy el concepto “afrodescendiente”, tiene reconocimiento universal gracias al impulso de las organizaciones afrodescendientes de todo el continente. La palabra “negro”, construcción colonial y denigrante de la condición humana africana, hoy es cuestionada desde la autodeterminación intelectual y práctica de las y los africanos y sus descendientes, en vista que no recoge ni sintetiza la relación con la historia, la espiritualidad, la filosofía de origen africano, de ahí el prefijo afro, como lo comenzó a aplicar el barloventeño Juan Pablo Sojo, quien escribió en 1943 su ensayo sobre Apuntes y Temas Afro-venezolanos, y al mismo tiempo lo harían Fernando Ortiz en Cuba con el concepto afrocubano, Arthur Ramos en Brasil con el concepto afrobrasileño, y así en toda la geografía de este continente, para reconocer la presencia africana en las construcciones históricas nacionales de cada país, se le coloca el prefijo “afro”.
Definitivamente “afrodescendientes” es una construcción social y académica al mismo tiempo. También es parte de lo que hemos denominado soberanía intelectual vinculado al concepto de autodeterminación, el derecho de los pueblos y de cualquier ser humano a tener un nombre, en este caso a nosotros, los hijos de la diáspora, nos correspondía reconceptualizarnos, rompiendo con la definición colonial-occidental de “negro” impuesta en medio milenio de sometimiento teórico.
Estamos ante un acto de soberanía intelectual, entendiendo ésta como una actitud de cuestionar todo aquello que el otro convertido en juez, intente descalificar mis percepciones, mis ideas, mis acciones, mi derecho a autodenominarme, mas sin embargo se puede aceptar las criticas horizontales del otro, consensuadas con el nosotros a las cuales seremos sensibles pero no aceptar que otro sea juez y condene mis acciones y lo que he decidido ser, arbitrariamente a nombre de la externalidad del poder llámese Dios, partido, gobierno, Padres de la patria, Estado y otras formas ficticias de la Santa Inquisición.
Fue en la Conferencia de Durban del mes de septiembre del año 2001 que logramos como movimientos sociales nuestro reconocimiento como afrodescendientes tal como se expresa en los siguientes párrafos, reconocidos por la mayoría de los países que conforman la ONU:
“32. Reconocemos el valor y la diversidad del patrimonio cultural de los africanos y los afrodescendientes y afirmamos la importancia y necesidad de asegurar su completa integración en la vida social, económica y política con miras a facilitar su plena participación en todos los niveles del proceso de adopción de decisiones;”
“33. Consideramos esencial que todos los países de la región de las Américas y todas las demás zonas de la diáspora africana reconozcan la existencia de su población de origen africano y las contribuciones culturales, económicas, políticas y científicas que ha hecho esa población, y que admitan la persistencia del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia que la afectan de manera específica, y reconocemos que, en muchos países, la desigualdad histórica en lo que respecta, entre otras cosas, al acceso a la educación, la atención de salud y la vivienda ha sido una causa profunda de las disparidades socioeconómicas que la afectan;”
“34. Reconocemos que los afrodescendientes han sido durante siglos víctimas del racismo, la discriminación racial y la esclavización, y de la denegación histórica de muchos de sus derechos, y afirmamos que deben ser tratados con equidad y respeto de su dignidad, y que no deben sufrir discriminación de ningún tipo. Por lo tanto, se deben reconocer sus derechos a la cultura y a la propia identidad; a participar libremente y en igualdad de condiciones en la vida política, social, económica y cultural; al desarrollo en el marco de sus propias aspiraciones y costumbres; a tener, mantener y fomentar sus propias formas de organización, su modo de vida, cultura, tradiciones y manifestaciones religiosas; a mantener y usar sus propios idiomas; a la protección de sus conocimientos tradicionales y su patrimonio cultural y artístico; al uso, disfrute y conservación de los recursos naturales renovables de su hábitat y a participar activamente en el diseño, la aplicación y el desarrollo de sistemas y programas de educación, incluidos los de carácter específico y propio; y, cuando proceda, a las tierras que han habitado desde tiempos ancestrales;”
“35. Reconocemos que, en muchas partes del mundo, los africanos y los afrodescendientes tienen que hacer frente a obstáculos como resultado de prejuicios y discriminaciones sociales que prevalecen en las instituciones públicas y privadas y nos comprometemos a trabajar para erradicar todas las formas de racismo, discriminación racial, xenofobia e intolerancia conexa con que se enfrentan los africanos y los afrodescendientes” (negritas nuestras). (1)
Desde el 2002 la presencia, en la ONU de Ginebra, de representantes del Movimiento Afrodescendiente –Red Afrovenezolana, Mundo Afro y Proceso de Comunidades Negras de Colombia– y el apoyo del Espacio Afroamericano, liderizado por Mercedes Moya, fueron decisivos para imponer nuestra agenda que desembocaría en el año internacional de afrodescendientes (2011) y la aprobación del Decenio de los pueblos afrodescendientes (2012-2022). Salimos triunfadores y dimos contenido conceptual a la ONU, no al revés.
Endeudamiento etnosocial
La segunda línea trató de incidir en los planes de desarrollo emanados desde el Consenso de Washington, donde las pautas fueron marcadas por la banca internacional (Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial) y sumadas a ella las empresas capitalistas con responsabilidad social (Kellogs, Ford, entre otras). Esta etapa fue de gran agresividad de la banca internacional que produciría una especie de “endeudamiento etnosocial”, debido a que los gerentes de esos bancos sedujeron a nuestros movimientos para que incidiéramos en nuestros gobiernos para pedir préstamos para resolver nuestra crisis estructural. Ejemplo de ello fue el famoso Plan Pacifico (Colombia) o proyectos en las comunidades afro de Perú y Ecuador. Aquí sin duda, no está demás mencionar el interés del Departamento de Estado de EE.UU. de lanzar una ofensiva de influencia en los movimientos afro a través de USAID, Dialogo Interamericano y la Fundación Interamericana. He aquí la génesis de lo que más tarde llamaríamos el embrión de la afroderecha.
La tercera línea está orientada hacia el discernimiento ideológico del movimiento afrodescendientes que pudiéramos clasificar en tres tipos de comportamientos:
TIPO A, donde se ubica un sector del movimiento que se adecuó con poco sentido crítico a la estructura gubernamental y poco a poco fue cayendo en la desmovilización como movimientos sociales autónomos, dejándose absorber por la estructura del Estado-gobierno, no sabiendo diferenciar entre la agenda del Estado y la agenda propia del movimiento, terminando el Estado-gobierno imponiéndoles la agenda.
TIPO B, de aquellos sectores que lograron participar en los puestos de los poderes públicos y legislativos, convirtiéndose en ministros, viceministros y directores de instituciones, diputados, alcaldes, y lograron algunos aciertos, mientras otros fueron tragados por la tecnoburocracia que los alejó totalmente de las comunidades.
Los que ocuparon y ocupan puestos de diputados y senadores en algunos congresos y asambleas, lograron impulsar algunas legislaciones a favor de nuestras comunidades, pero muchas veces estas legislaciones se convirtieron en letra muerta, porque tal vez no emergió como una necesidad totalmente sentida por nuestras comunidades o simplemente fueron defectuosas, sin aplicabilidad práctica para resolver los problemas cotidianos.
TIPO C, de aquellas organizaciones que han levantado las banderas de la construcción de una sociedad socialista donde los referentes políticos ideológicos del cimarronaje de las y los africanos y sus descendientes son vitales para construir la nueva humanidad que exigen millones de afrodescendientes. Esa nueva humanidad, con bases ancestrales plasmadas en la ética, política y desarrollo socioeconómico de las Américas, que poco ha sido tomada en cuenta por los ideólogos que están moldeando el socialismo del siglo XXI (Venezuela), Revolución Ciudadana (Ecuador) y Socialismo Comunitario (Evo Morales) o el Neotupamarismo (Uruguay).
Aún no existe un puente sólido entre los partidos que están en el poder en estos países y los movimientos sociales revolucionarios afrodescendientes. Esa es una gran debilidad y debía entrar en el debate de los foros nacionales e internacionales en las perspectivas de la década de los pueblos afrodescendientes.
Nuestras contribuciones por una nueva humanidad
Pareciera existir una visión sedimentada en la historia contemporánea de que los aportes africanos y sus descendientes solo quedaron en las luchas anticoloniales como cuota inicial de las guerras de independencia y se congelaron hace dos siglos atrás. Nuestras contribuciones traspasaron las barreras del tiempo, fueron protagónicas a lo largo de las luchas de la segunda mitad del siglo XIX, las luchas contra las dictaduras del siglo XX y la construcción de la apertura plural de los Estados y de las democracias participativas que hicieron ruptura con las democracias “representativas” establecidas por EE.UU. y la OEA.
Hoy, los focos de la construcción de las diferentes modalidades socialistas (Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Uruguay, sin dejar de mencionar a Cuba) son un referente obligado en la lucha contra las distintas formas de dominación imperialista, contra las distintas formas de violar nuestras soberanías, y es ahí donde el movimiento afrodescendiente debe insertarse más allá de la lucha contra el racismo, la discriminación racial o el “censismo”, muchas veces mediados por las agencias transnacionales, los organismos multilaterales, las grandes ONG, la banca internacional y el Departamento de Estado de EE.UU. No estamos diciendo que hay que bajar la guardia contra el racismo, ya que su vigencia se metamorfosea, al contrario, debemos redimensionar nuestras luchas en un sentido más político; no estamos diciendo que no debemos contarnos en las rondas censales como estrategia para elaborar políticas públicas más acertadas, pero la lucha va mas allá, va en la inserción político ideológica de las nuevas democracias, de la inclusión en las estrategias a largo plazo de nuestros Estados en proceso de transformación.
En ese sentido hoy debemos preguntarnos, ¿cómo estamos los afro en los estatutos de los partidos de gobierno de los focos progresistas? ¿Cómo estamos los afro en los planes regionales como el ALBA? ¿Cómo estamos los afrodescendientes en las relaciones África – Suramérica en las Cumbres que se realizan entre los países de África subsahariana y América del Sur, donde Ecuador tiene, en estos momentos, una gran responsabilidad al igual que Venezuela y Brasil? ¿Cómo estamos los afrodescendientes en la democratización de las tierras y el desarrollo sustentable que garantice la soberanía alimentaria? ¿Cómo estamos los afro en la lucha para frenar el aberrante cambio climático producido por la emisión de gases, la deforestación, el urbanismo anárquico, sabiendo que las reservas de agua y biodiversidad en general están ubicadas en nuestros espacios ancestrales?
La agenda del movimiento debe ser enfocada irreversiblemente en la construcción y consolidación de la sociedad socialista antiimperialista y antirracista por una nueva humanidad. No podemos seguir con medias tintas en ese sentido. Sabemos de la existencia de una política dirigida desde los sectores más racistas y afro-oportunistas de Estados Unidos para copar los espacios afrodescendientes, teniendo su mayor expresión en Colombia, Honduras y en un sector brasileño desde que la ex ministra de Estado Condoleezza Rice incluyó el tema afro y luego fue reforzado por Hilary Clinton en su visita a Bahía de Todos los Santos. El sector más agresivo en la construcción de la afroderecha lo constituyó Colombia con el gobierno de Uribe y ahora con el gobierno de Santos. Es hora de crear y juntar esfuerzos con los sectores afroprogresistas de las Américas para estar al compás de la dinámica político-social y romper la barrera de la autoexclusión a que nos hemos reducido (el folklorismo inútil de frágil sonrisa, el “censismo”, la lucha contra el racismo sin mayor trascendencia). Debemos simplemente apostar a la construcción de un modelo socialista con inclusión afro, partiendo de la experiencia histórica construida trágicamente en las Américas y el Caribe y con los referentes de Kwame Kruma, Amílcar Cabral, Shankara, Neto, Machel y Julius Nyerere. La década de los pueblos afrodescendientes, propuesto ante la ONU, debe ser, entre otros puntos de discusión, el impulso de la lucha ideológica revolucionaria en los movimientos afrodescendientes de América Latina y el Caribe.
(1) Informe de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia (Durban, 31 de agosto a 8 de septiembre de 2001). A/CONF.189/12.
http://www.un.org/spanish/CMCR/aconf189_12.pdf
- Jesús Chucho García es escritor e investigador venezolano, Coordinador General de la Fundación Afroamérica y la Diáspora Africana.
Artículo publicado en la Edición de junio (486) de la revista América Latina en Movimiento, titulada " Miradas del movimiento afrolatinoamericano": http://alainet.org/publica/486.phtml
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