Imprescindible para entender el pasado pero sobre todo el presente, las declaraciones que acaba de hacer a Federico Arreola el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas acerca de la postura de su padre frente a las desviaciones de la Revolución Mexicana, en particular frente a las regresiones en la expropiación petrolera, pues además de que condensan la visión de quien fuera -¿o es?- líder moral del perredismo, añaden nuevos elementos que ayudan a entender mejor la figura del general Lázaro Cárdenas, invocado por muchos progresistas e izquierdistas, todavía, como el paradigma de la lucha popular.
Es el caso que en una parte de la entrevista, la más controversial sin duda, el hijo del “Tata” dice textualmente lo siguiente: “De 1940 o 1941, que ya había concluido el gobierno de mi padre, a 1970 en que él fallece, pues respecto a todas las reformas que pudieron haberse dado en materia de legislación petrolera, yo no recuerdo que él haya hecho mención en ningún caso a una oposición a cualquier reforma, nada que él haya hecho o dicho contra la que introdujo la palabra ‘contratos’ al texto constitucional, o alguna otra cuando finalmente se concluyeron las concesiones confirmatorias, o cualquier otra acción que en materia legislativa se hubiera hecho en este terreno. Entonces quiere decir que él estuvo de acuerdo, veámoslo así, con la evolución que tuvo la legislación petrolera mientras vivió”.
Digo que es controversial esta parte porque vuelve a poner en la mesa de la discusión, y nada menos en boca de su hijo, el papel de Lázaro Cárdenas como ex presidente frente a las desviaciones del PRI, versión que ha permitido la construcción de su estatua de Esfinge, en realidad un claro abstencionismo político que dejaría mucho que desear y que contradice otra versión, la que coloca a don Lázaro en el filo de la navaja entre el sistema y la oposición, patrocinando el henriquismo, ayudando movimientos sociales, alentando críticas y disidencias, apoyando opositores al PRI y hasta a los estudiantes del 68.
El problema es que al decir lo que dijo el ingeniero, desposee a buena parte de los panegiristas del “Tata” de una bandera de lucha indiscutible, y de un discurso que, al menos históricamente, habla mejor de esos cardenistas –engañados- que del propio ex presidente.
Me refiero a que si, efectivamente, como dice Cuauhtémoc, su padre nunca se opuso a ninguna de las contrarreformas de sus sucesores, sería cómplice de la traición a la Revolución y no su más alto defensor y mejor exponente como algunos han creído.
Ya hemos hablado de ello pero no está de más aclararlo -y ojalá se aclare-, de cara a una nueva batalla que viene de defensa de los intereses nacionales y populares. Porque sucede que, contra lo que dice el ingeniero Cárdenas, su padre abandonó varias veces su aparente silencio y abstencionismo, y se le involucró en varias rebeldías anti-sistema. Y no a trasmano por cierto, mediante testaferros o intérpretes, sino de manera personal y abierta.
Hablo de 1946, el día de las elecciones en que el candidato oficial era Miguel Alemán, quien había suscitado un amplio descontento de la clase política revolucionaria por sus ideas conservadoras y pronorteamericanas y por sus métodos políticos cuestionables, y el “Tata” declaró con todas sus letras que él había votado por Miguel Henríquez Guzmán. Esto se publicó en vida del general, en el periódico ¡YA! de José C. Valadés, el 10 de julio de 1946. Y no lo desmintió.
Hablo también de la reunión celebrada en la casa de Armando Arroyo el 1 de enero de 1950, convocada por Cárdenas, de la cual surgió un rotundo rechazo, en voz de quien fuera su vocero en la presidencia, Agustín Arroyo Ch, a la posibilidad de la reelección que alentaba Alemán, publicado el 22 de enero de 1950 en La Prensa. Y luego de eso, el manifiesto titulado “En defensa del Régimen Cardenista”, aparecido en todos los diarios el 15 de abril de 1950, evidenciando la guerra entre Cárdenas y Alemán y alertando sobre el riesgo para el país en caso de perderse la herencia cardenista.
Hablo de las declaraciones de don Lázaro, publicadas en la revista Hoy el 14 de julio de 1951, aplaudiendo la posibilidad de que pudiera ganar las elecciones presidenciales otro partido distinto al PRI, lo que se interpretó entonces como una clara muestra de apoyo a la candidatura de Miguel Henríquez, que se formaliza por cierto, 15 días después.
Hablo de las versiones, en pleno alemanismo y en pleno auge contra-revolucionario, que mencionaban que Cárdenas había dejado de ser militante del PRI. Incluso había quien hasta citaba declaraciones suyas expresas, y esto se publicó en el diario Atisbos el 11 de marzo de 1952 y en la revista Hoy el 15 de marzo de ese mismo año.
Hablo del desmentido que hizo Lázaro Cárdenas, de acuerdo con Henríquez, a las versiones difundidas por algunos cardenistas alineados con el PRI y por su propio hermano Dámaso, acerca de que no apoyaba al candidato opositor. Declaraciones que se publicaron en todos los periódicos el 10 de marzo de 1952, junto con la noticia de que ese texto lo redactaron juntos Henríquez y Cárdenas, como consta en la edición de Zócalo del 11 de marzo de 1952.
Y de algo más contundente: su renuncia a colaborar con el gobierno alemanista, al dejar el cargo de presidente de la Comisión de Tepalcatepec el 21 de noviembre de 1952.
Esto, por no hablar de lo que decían y escribieron y publicaron en su momento, personajes como José C. Valadés, Ignacio A. Richkarday y Gustavo de Anda: que la idea de crear un partido de oposición al PRI “verdaderamente revolucionario”, lo que luego sería la FPPM, el partido henriquista, fue de Lázaro Cárdenas.
Y por no hablar tampoco de lo que afirmaban Francisco J. Múgica, Graciano Sánchez, Marcelino García Barragán, Luis Alamillo Flores y José Muñoz Cota, entre otros: que se fueron a la oposición con Henríquez, a defender la Revolución Mexicana, el petróleo, el ejido y los derechos obreros, por indicaciones del general Cárdenas. Sólo cito un referente contundente: el libro de Muñoz Cota, La Democracia Secuestrada editado por Costa-Amic, donde cuenta, con lujo de detalles, la manera como el “Tata”, del que fue secretario privado, lo mandó al henriquismo.
Y ahí están los discursos de campaña de Henríquez, corregidos de puño y letra por el “Tata”, que existen aún. Y todo lo que contaban los amigos y ex colaboradores del ex presidente, que vivieron el henriquismo, acerca de su participación en aquella jornada. Testimonios y pruebas que lo sorprendente es que Cuauhtémoc los omita. O peor aún, los desmienta. ¿Por qué? ¿A quien le sirve esa imagen de Lázaro Cárdenas? A la imagen de un Cárdenas heroico, defensor del pueblo y paladín de las luchas sociales, seguramente que no.
Lo que dijo Cuauhtémoc abona más a la idea de un Lázaro Cárdenas acomodaticio, fiel soldado del PRI. Abona más a la versión oficial que lo sitúa siempre alienado al poder, traicionando causas y movimientos. Como aquellas declaraciones que se le atribuyeron al “Tata”, publicadas el 7 de noviembre de 1952, adonde no sólo renegaba de sus ideas sino que, después de todo lo que pasó, proclamó a Alemán “el mejor presidente de la Revolución” y el que mejor había traducido los principios revolucionarios en obra de gobierno; pero además aseguraba que él nunca había sido su opositor ni patrocinado a ningún opositor, en pocas palabras que no había apoyado a Henríquez. “¡No soy bandera de nadie!” habría dicho. Y esto se publicó en todos los periódicos, si bien en sus “Apuntes” dejó escrito don Lázaro que esas declaraciones eran falsas, que no las hizo él, que se las inventaron los periodistas adictos a Alemán, pero que no quiso hacer aclaraciones “por considerarlo inconveniente, estimando que se especularía con ellas dado lo exaltado de los ánimos en el país, provocados por la misma lucha electoral” (Obras I, tomo II, p. 563).
Es decir, que en ese momento, por alguna razón o causa, el ex presidente prefirió colocarse en un plano colaboracionista con el gobierno. Algo que, por lo visto, le conviene mucho a Cuauhtémoc destacar, y utilizar, para caminar muy seguramente en ese mismo sentido cuando la herencia de su padre está, una vez más, en riesgo.
Si lo que trata de decir Cuauhtémoc es que, en caso de vivir Lázaro Cárdenas no se hubiera opuesto a una reforma privatizadora como la que ahora se vislumbra, se equivoca, porque no sólo compromete a la izquierda en un momento de definiciones y necesaria unidad sino que engrandece aún más a quien pretende empequeñecer y descalificar: a AMLO.
Y lo más lamentable es que a costa de la memoria de su padre.
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