La muerte y destrucción que dejó en las dos terceras partes del país el paso incontenible de Ingrid y Manuel pusieron en mayor evidencia lo que ya es obvio a los ojos de todos: el hecho inaceptable de los dos Méxicos que injustamente hemos construido: el México de arriba y el México de abajo, cada vez más distantes el uno del otro. Esta dura realidad nos está invitando a repensar las reformas anunciadas, ya en proceso.
La Cruzada Nacional contra el Hambre y la pobreza extrema. De golpe aumentaron en miles los 7.4 millones de mexicanos con hambre y en pobreza extrema, lo que se ha agudizado en la vida de las víctimas de tales fenómenos naturales. Situación que nos exige repensar los objetivos, el alcance y la realización de los programas de dicha cruzada.
El Pacto por México: ¿Por cual México? Si es por el México de arriba, no cambiará nada. Lo mismo se hace cada seis años. El México moderno impone al gobierno que comienza el pacto que le dictan sus intereses. Por esto nada cambia, más bien crece cada día la desigualdad entre un México y otro. En cambio, si el pacto anunciado es por el México de abajo, al que le hemos impuesto vivir en las periferias desde siempre, sí cambiaría todo. Por fin se le haría justicia al México pobre, al olvidado. Sólo incluyendo, en adelante, a este México, el de abajo, podremos construir, con el México de arriba, el México único de justicia y derecho para todos.
La reforma educativa. Todos reconocemos que el sistema educativo, después de tantos años, se ha vuelto obsoleto y corrompido, y ya no es capaz de garantizar la enseñanza que a todos nos promete nuestra Carta Magna: una educación libre, laica, de calidad y gratuita, la que se proponía, desde entonces, lograr un México independiente. Esta exigencia inaplazable no se puede lograr con sólo establecer nuevas relaciones laborales con los llamados docentes. En una verdadera reforma educativa deben participar también y ser actores directos las mejores maestras y maestros, así como los más significativos y confiables comités de padres de familia, a quienes ampara el derecho y la obligación de ver por una mejor enseñanza para sus hijos. Una reforma educativa impuesta desde arriba difícilmente responderá a las exigencias del México moderno que todos queremos construir.
La reforma hacendaria: ayudará a construir el México de igualdad y de justicia, sólo si va a ser capaz, por una parte, de exigir al gran capital y a quienes le sirven, que repartan, en justicia, lo que deben repartir de sus altas utilidades y paguen los impuestos a los que están obligados para bien de la nación. Y, por otra, que promueva y defienda con equidad los derechos laborales de todo trabajador, hombre o mujer, a quienes toca aportar su fuerza de trabajo en la producción de bienes que debieran ser para provecho de todos. Así como también generar, en adelante, todos los empleos necesarios para poder sacar a México de su injusta desigualdad y su atraso.
La reforma energética, urgente y necesaria. No puedo saber cuál vergüenza o reproche inevitable sea mayor: si la vergüenza por no haber sido capaces hasta ahora, como dicen, después de tantas administraciones sexenales, de construir la tecnología propia que nos permitiera explotar, nosotros mismos, nuestro petróleo, desde su extracción hasta su más alta refinación, para ya no seguir haciendo depender el desarrollo y crecimiento económico del país de la venta injusta del petróleo crudo, sólo como materia prima. ¿Cuántos miles de empleos directos estaríamos generando con la refinación de nuestro petróleo con una tecnología propia? ¿Por qué no lo hemos hecho? Nos dicen ahora que no somos capaces de hacerlo, y que, por esto, es necesario pedir la intervención de las trasnacionales, ellas sí, capaces de hacer lo que para nosotros no es posible, llevándose, por consiguiente, las utilidades que deberían ser para beneficio de todos los mexicanos. O la vergüenza, después de lo anterior, de permitir, eso sí, que las grandes utilidades de nuestro petróleo se las apropien unos cuantos mexicanos, dejando a millones con hambre y en pobreza extrema. Nos dicen que el petróleo es nuestro, que el agua es nuestra, que el aire es nuestro, que las montañas son nuestras, que todo es nuestro. Nuestro, ¿de quiénes? ¿Del México de arriba? o ¿del México de abajo? ¿De qué vamos a permitir que se apropien, y en qué condiciones, las trasnacionales que vendrán? ¿Por qué las trasnacionales eólicas en el Itsmo de Tehuantepec? ¿Por qué, y en qué condiciones, se han apropiado de nuestras montañas las mineras canadienses, contaminando todo y generando más pobreza en muchas partes del país? ¿Por qué el Dragón Mart Chino en Cancún?
La reforma de nuestro sistema político, judicial y de procuración de justicia. Tanta corrupción nos va cerrando los caminos de una verdadera democracia y cada día nos es más difícil llevar a los puestos de servicio público a las mejores mexicanas y mexicanos. ¿Qué intereses o razones jurídicas permiten a los más altos tribunales, a los que hemos encomendado el ejercicio y la procuración de justicia, conceder inexplicablemente libertad a narcotraficantes, secuestradores y delincuentes confesos, como los actores materiales de la masacre de Acteal, y, en cambio, niegan este derecho a inocentes, como el caso reciente del profesor Alberto Patishtán?
Démonos la oportunidad que nos ofrece la historia. Sí somos capaces de construir el México que todos necesitamos y anhelamos.
* Párroco de San Andrés, Chiapas, e integrante del equipo pastoral de don Samuel Ruiz
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