JOSé GIL OLMOS
MEXICO, D.F., 7 de enero (apro).- Un año tardó el subcomandante Marcos en salir de la Selva Lacandona para participar en un acto público, y el día que lo hizo fue para, según él, criticar el sectarismo de Andrés Manuel López Obrador. Nada más paradójico para el dirigente del EZLN, pues una de las críticas que se le ha hecho es precisamente a su intolerancia, la cual ha traído enormes consecuencias negativas al movimiento indígena zapatista.
Los primeros días de enero de 1994, cuando hizo su aparición el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en cinco municipios de Chiapas, la figura de Marcos comenzó a destacar de una manera casi natural hasta convertirse en el principal centro de atracción.
Acostumbrados al caudillismo, a su alrededor acudieron muchas figuras de la lucha social, política, académica y religiosa identificadas con la izquierda, buscando revitalizar su discurso con las causas indígenas, una población que hasta entonces estaba marginada no sólo del discurso oficial, sino de la opinión pública y hasta de los programas de acción de la izquierda.
La figura del líder rebelde creció mediáticamente como no se había visto en muchos años a nivel nacional e internacional. Las comparaciones con personajes históricos no se hicieron pasar y Marcos aprovecho el momento para atraer los reflectores. Lo malo es que lo hizo para si mismo y no para el movimiento indígena, el cual quedó supeditado al discurso marquista que se solazaba en si mismo en muchos de sus famosos comunicados.
Así, al mismo tiempo que crecía la figura de Marcos, también comenzó a incrementarse la intolerancia y el sectarismo entre los zapatistas, sobre todo en Marcos y sus seguidores, quienes establecieron aquella vieja consigna "si no estas conmigo, estás en mi contra" aplicándola a rajatabla contra todo aquel que se atrevía a disentir.
La critica surgida al interior del zapatismo contra el protagonismo de Marcos y a su falta de palabra para seguir su propia regla de "mandar obedeciendo", hizo que algunos de sus principales asesores abandonaran el movimiento y que se les acusara de traición. En algunos medios como el diario La Jornada era prácticamente imposible publicar una nota, un reportaje o una crónica donde se informara del disentimiento interno en el EZLN. Las propuestas de información se tomaban como un intento del gobierno por dividir el movimiento.
Pero de esto se aprovecharon precisamente los detractores del movimiento para calificarlo de radical y sectario, mientras que a Marcos lo tildaron de protagonista, autoritario e intolerante. Lamentablemente razones no les faltaron pues, a pesar de que en noviembre de 94, al cumplirse un aniversario del EZLN, el subcomandante Marcos intentó hacer una autocrítica lamentando su protagonismo, en los hechos hizo todo lo contrario.
En las elecciones presidenciales de ese mismo año el EZLN tomó la decisión de boicotear la votación en sus territorios. En una reunión con Cuauhtémoc Cárdenas, el subcomandante Marcos se manifestó en contra del PRD invitando a la población a no participar. El resultado fue todo lo contrario: la gente acudió a las urnas, emitió el llamado "voto del miedo" y ganó Ernesto Zedillo.
En las elecciones federales de 2000 y 2006, Marcos y el EZLN mantuvieron decisiones similares y dejaron en claro su rechazo a los procesos electorales criticando, al mismo tiempo, a todos los candidatos, especialmente a los del PRD: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. Esta decisión tuvo sus consecuencias, pues muchos de los simpatizantes zapatistas eran militantes del PRD, y al dejar de participar en los comicios provocaron un espacio que fue aprovechado por la derecha.
Con el paso del tiempo, la intolerancia de Marcos fue creciendo al grado de acusar a organizaciones nacionales e internacionales, que durante años le dieron su apoyo y su trabajo, de aprovecharse del zapatismo para su propio beneficio económico. El zapatismo chiapaneco empezó a quedarse solo.
El pasado sábado 3 de enero, el subcomandante Marcos volvió a criticar a López Obrador y al movimiento que se ha gestado a su alrededor; paradójicamente lo tildó de lo mismo que ha adolecido.
"Ningún movimiento en México ha exhibido tal grado de sectarismo, intolerancia e histeria como el hoy encabezado por López Obrador", dijo en el llamado Festival Mundial de la Digna Rabia.
Marcos y López Obrador, en un juego de espejo, sufren los mismos defectos de todos aquellos que caen en el caudillismo. Creen que tienen la verdad y no admiten la crítica. No escuchan otras voces más que las de ellos mismos y se pierden en la soledad de un poder que no llegan a tener de manera absoluta como quisieran.
Contrario a sus pretensiones, con su autoritarismo, intolerancia y sectarismo, con sus acciones voluntaristas, Marcos y López Obrador dañaron los movimientos que encabezaban porque los apartaron del resto de la sociedad, impidiendo que cobraran mayor fuerza al no integrarse a las acciones que otros grupos realizaban exigiendo las mismas demandas.
Hace unos años, allá por 1994, Marcos escribió un famoso comunicado donde, de una manera literaria, explicaba la intención de identificar el movimiento zapatista --cubierto con un pasamontañas-- con la mayoría del pueblo. "Todos somos Marcos", dijo, y muchos respondieron con simpatía.
Por su parte, hace dos años López Obrador encabezó las manifestaciones más grandes del país en protesta a la intención del entonces presidente Vicente Fox de evitar que participara en la elección presidencial de 2006. Muchos lo siguieron hasta que dejo de escuchar.
Hoy vemos que ambos personajes echaron por la borda toda esa fuerza social que en algún momento llegaron a aglutinar y que hoy tanta falta le hace al país para equilibrar el peso que ha ganado el PRI y el PAN y generar el cambio que se necesita.
jueves, 8 de enero de 2009
Sectarismo
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