jueves, 5 de febrero de 2009

A LOS ASPIRANTES A DIPUTADOS

A LOS ASPIRANTES A DIPUTADOS
Señores y señoras aspirantes, un domingo sentado en el Paseo de Los Lagos vi pasar como en una epifanía el destino de mi país.
Una pareja joven llevaba a sus hijos de paseo, los dos niños montaban en bicicleta y los padres iban al cuidado de que no cayeran y se lastimaran. Se les veía felices y sin embargo no parecían personas acaudaladas. Seguramente terminarían la tarde comiendo en algún restaurante de la zona y por la noche cenarían tranquilos en casa para al día siguiente retomar cada uno sus actividades cotidianas. El padre seguramente a la oficina, la madre seguramente a la casa y los hijos sin duda a la escuela.
A los pocos minutos por el mismo paseo contemplé a otra familia. Esta vez eran cinco miembros. Todos iban a pie, el hombre, de unos cuarenta años, pero que aparentaba más, iba por delante, atrás la madre, una mujer humilde que llevaba en las manos una bolsa de yute y junto a ella dos niñas pequeñas y un varoncito. Los tres hijos llevaban en la mano un frutsi y unas papas. Caminaban por en medio de los juegos, no se detuvieron en ninguno de ellos, parecía que llevaran prisa de llegar a casa antes de que los zapatos se les deshicieran en el paseo. Seguramente los niños llevaban en la mano lo que era su comida de la tarde y quizá por la noche cenarían algo más sustancioso: café con galletas y con suerte algún huevo revuelto con frijoles. Al día siguiente el padre se levantaría temprano para llegar a la construcción donde trabaja de albañil, a la misma hora levantaría también al varoncito quien a sus 11 años de edad lo asiste de chalán. Las niñas ayudarían a la madre a hacer tortillas de mano para sus pedidos y por la tarde antes de preparar el lonche que llevarían a los dos trabajadores de la construcción, ayudarían a la madre con una docena de ropa para lavar cada una.
Todavía una tercera visión pasó frente a mí, un hombre en harapos iba revisando cada esquina del paseo, iba mirando si por descuido alguien había dejado algún alimento olvidado: una bolsa de papas sin terminar, un plátano con crema a la mitad, un churro o un poco de refresco para mitigar su hambre y sed.
Señores aspirantes, este es el país que tenemos, es el país que los espera en caso de que logren ser diputados. México no es un país de ganadores, no es el gran país que en los comerciales nos muestran, que el gobierno federal pregona para ocultar su criminal ineficacia. México es un país de pobres que poco a poco ha ido descendiendo hacia la marginación total. Ojalá mi visión hubiera sido al revés, ojalá primero hubiera visto al vagabundo y al final a la familia feliz, ojalá México fuera como las películas con final feliz.
El trabajo que ustedes están solicitando es para lograr los cambios necesarios para hacer de éste un gran país. Pero primero hay que reconocer que no lo es, primero hay que mirar el rostro de este país demacrado y triste.
Si logran ser diputados en ustedes estará la obligación de hacer que las cosas sean diferentes. Yo no creo que la obligación de un gobierno sea la de mantener a cada uno de los millones de mexicanos, más bien el gobierno, por serlo, está obligado a crear las condiciones necesarias, óptimas, para que el esfuerzo de cada trabajador o trabajadora en nuestro país sea recompensado de manera justa. Para que el sueldo que reciba cada mexicano por su trabajo le alcance no sólo para comer y para vestir, sino además para fabricarse un futuro mejor. Que esas bicicletas de los niños de mi visión se vuelvan carreras universitarias; que esos niños que tienen que trabajar, porque no alcanza el dinero para vivir, se les garantice el acceso a la educación; que ese hombre que busca su comida en los basureros la encuentre en su esfuerzo.
Señores aspirantes, que cada trabajador se sienta impelido a desempeñarse de mejor manera con el conocimiento de que su desempeño le garantiza una mejor forma de vida. No se hagan aliados de los poderosos que seguirán buscando obtener más y más ganancia, en su codicia y avidez buscarán corromperlos, no se dejen corromper, resistan hasta donde más puedan. Las cosas en este país se encuentran en esta situación desastrosa porque quienes les antecedieron poco les importó el bienestar común, su preocupación estaba más en su bienestar individual y por eso cedieron a los intereses particulares.
Señores aspirantes, en ustedes está que este país cambie, si piensan llegar a ganar un sueldo magnífico tan sólo por ceder sin pensar, las cosas continuarán como hasta hoy, pero si su afán es lograr un país mejor, enhorabuena. Espero la llegada de ese domingo, en el futuro, en el que me sentaré a contemplar mi país en un paseo y si veo las cosas diferentes sabré que fueron ustedes quienes hicieron posible que mi visión mejorara. Entonces, tal vez conmovido, se los agradeceré en silencio.

Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com
(FUENTE: newsver)
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