Cuando el avión de dos motores aterrizó en la base militar londinense de Northolt, concluyó también una pesadilla de varios años para Binyam Mohamed. A pesar de una huelga de hambre recién terminada, el etíope de 30 años bajó los nueve escalones de la escalera de la aeronave con paso firme.
El ex prisionero de Guantánamo pisó el suelo de su patria de adopción a las 13:28 GMT de hoy (7 a.m. en El Salvador) cuatro años y cinco meses después de que fuera recluido en la base militar norteamericana en Cuba.
Además de sus abogados, también las autoridades británicas lucharon por su liberación tras la investidura del nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Ello, a pesar de los acusaciones lanzadas antes por Mohamed y repetidas hoy, según las cuales varios agentes de Su Majestad habrían estado involucrados en la presunta tortura del ex prisionero.
Mohamed fue arrestado en Pakistán por sospechas de terrorismo en 2002. Estados Unidos lo acusó de haberse formado en un campo de entrenamiento de Al Qaida en Afganistán para llevar a cabo atentados en territorio estadounidense.
Después empezó para Mohamed una odisea por Marruecos, Pakistán y Afganistán, donde fue torturado, según sostiene, hasta que se declaró culpable. Luego fue trasladado a Guantánamo, donde tuvo que permanecer incluso después de que se desestimaran todas la acusaciones en su contra en 2008.
Ya que Estados Unidos no lo consideraba peligroso, también en el Reino Unido desapareció casi por completo cualquier tipo de reserva contra la readmisión de Mohamed, sobre todo teniendo en cuenta que había vivido antes en Londres desde que tenía 15 años. Sólo se oyó una que otra voz crítica por el temor a que se permitiera el ingreso al país de un terrorista, cuya recolocación sería además financiada por el contribuyente.
Por lo demás, y al igual que muchos otros aliados de Estados Unidos, el Reino Unido no es tampoco un país que esté ansioso por recibir a los prisioneros de Guantánamo y apoyar con ello a Barack Obama en lo que respecto al cierre de la controvertida prisión, en la que todavía hay 245 reclusos. En el caso de Mohamed, el gobierno británico quiere comprobar todavía cuál es su situación legal en el país antes de tomar una decisión sobre un permiso de residencia permanente.
Pero el controvertido caso podría ocasionar todavía mayores turbulencias en el Reino Unido si las acusaciones del recién liberado, todavía sin verificar, fueran ciertas. "El peor momento fue cuando me di cuenta de que mis torturadores en Marruecos hacían preguntas y recibían material del servicio de inteligencia británico", dijo Mohamed tras su liberación para reafirmar sus declaraciones anteriores. "La gente de la que yo esperaba que me rescatasen se unió a mis verdugos", agregó.
Todavía no está claro si Mohamed fue realmente torturado o si la inteligencia británica lo sabía, o incluso si ésta colaboró de verdad en la tortura. Un poco de claridad en el caso podría partir de ciertos documentos guardados en un juzgado londinense, en los que supuestamente hay constancia del trato que se le dispensó a Mohamed tras su detención.
Pero el ministro del Interior, David Miliband, rehúsa la publicación de los mismos, ya que se trataría de documentos secretos de la inteligencia estadounidense, que no podrían ser dados a conocer en público sin la aprobación de Estados Unidos. Y, de paso, Miliband recalca que el Reino Unido no tolera ni permite la tortura.
Pero justo un día antes de la liberación de Mohamed aparecieron nuevos indicios que apuntarían a la participación de agentes británicos en la tortura de sospechosos de terrorismo.
Algunos agentes de los servicios de inteligencia paquistaní habrían reconocido que torturaron a sospechosos británicos con el conocimiento de los servicios de espionaje MI5 y MI6 del país europeo.
Según informaciones publicadas por varios diarios de un informe aún no publicado de la organización de derechos humanos Human Rights Watch, diez ciudadanos británicos habrían sido maltratados e interrogados por agentes británicos en Pakistán.
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