México SA
Más miseria en América Latina
La crisis, problema de estructura y no de coyuntura
Carlos Fernández-Vega
Un nada grato informe sobre la realidad económico-financiera latinoamericana ha sido divulgado por la Cepal (La actual crisis financiera internacional y sus efectos en América Latina y el Caribe), en el que queda claro, por si alguien dudara, que el mayor impacto de esta nueva sacudida lo resentirán los sectores de menores ingresos en la región (para quienes más allá del discurso no se han implementado políticas concretas para "amortiguar" el golpe), lo que de nueva cuenta impulsará los indicadores de pobreza y "pobreza extrema" (léase miseria) que aparentemente habrían registrado un tímido retroceso a lo largo del último lustro.
La crisis no es un problema de "coyuntura", como muchos pretenden presentarla, sino de estructura. No es una sacudida más de las muchas que se han registrado en las últimas tres décadas, sino muestra inequívoca de que es necesario modificar forma y fondo de las relaciones económico-financieras impuestas por el grupo de países más desarrollados, con Estados Unidos a la cabeza. La estructura dio de sí, se pudrió, y urge su remplazo.
El organismo especializado de la ONU subraya que el impacto de la crisis económica y financiera mundial en las economías de América Latina y el Caribe se canaliza por cinco vías: contagio financiero y endeudamiento externo; inversión extranjera directa; demanda externa; remesas de los trabajadores y cambios de los precios relativos (sobre todo de los productos básicos). Así, los efectos se propagarán tanto a nivel macroeconómico como microeconómico y los grupos sociales más vulnerables serán los más afectados. "Se espera un aumento de la pobreza, sobre todo debido al incremento de los precios de los alimentos y la energía y al deterioro de las condiciones del mercado laboral. El empleo será la variable de ajuste y el resultado final dependerá del marco económico, social e institucional propio de cada país".
En este contexto, el aumento del empleo en el sector informal incrementará la de por sí elevada proporción de trabajadores pobres o muy pobres, es decir, los que no ganan lo suficiente para mejorar las condiciones de vida de sus familias. En 2006, 33.2 por ciento de los trabajadores informales eran pobres, en comparación con 15.9 por ciento de los trabajadores formales. "Dado el fuerte vínculo que hay entre informalidad y pobreza o pobreza extrema, existe un alto riesgo de que ambas aumenten si la actual crisis mundial afecta las condiciones de empleo y crece la informalidad (lo que de hecho ha sucedido). Además, si los hogares de menores ingresos pierden otras posibles fuentes de ingresos (como las remesas), sin duda aumentarán la pobreza y la pobreza extrema; si bien la magnitud de estos incrementos será moderada, 2008 puede haber marcado el fin de un quinquenio de descenso de la incidencia de la pobreza y la pobreza extrema en la región".
Los factores determinantes de la actual crisis económica y financiera internacional son de naturaleza estructural, subraya el organismo, y anota que "en primer término las instituciones y prácticas de la denominada nueva arquitectura financiera internacional, compuesta por un sistema global de grandes bancos de inversiones, fondos de cobertura y vehículos especiales de inversión, están inadecuadamente reguladas o carecen de cualquier tipo de regulación. En segundo, la crisis se ha desatado en momentos en que se registran fuertes desequilibrios mundiales: entre el trabajo y la circulación de capitales, el déficit comercial de Estados Unidos y el predominio del capital financiero sobre el capital productivo, entre otros. Así, la burbuja del mercado de crédito hipotecario de alto riesgo y la consiguiente deflación de la deuda, junto con el largo periodo de abundante liquidez y las bajas tasas de interés antes de la crisis, llevaron a los inversionistas a buscar mayor rentabilidad y a subestimar los riesgos. El alto nivel de endeudamiento del sector privado, sobre todo de los hogares estadunidenses, es más bien un síntoma, que refleja los factores estructurales de la crisis, tanto financieros como no financieros, que constituyen la esencia de las economías contemporáneas".
En el otrora "motor del mundo", Estados Unidos, “la crisis estuvo determinada por incentivos perversos y riesgos excesivos en el sistema financiero sombra, que incluye a intermediarios financieros escasamente regulados y estructuras e instrumentos complejos y poco claros (tales como los canjes de riesgo de incumplimiento del deudor y obligaciones de deuda garantizadas) que no se valoraron correctamente. El alto grado de apalancamiento y el amplio riesgo sistémico generados con este sistema traspasaron la frontera estadunidense y provocaron tensiones de un alcance inédito no observado en las últimas tres cuartas partes del siglo”.
Tras el crack en el mercado hipotecario de alto riesgo y la pérdida de valor de una enorme cantidad de derivados construidos sobre la base de dichas hipotecas, las condiciones económicas mundiales sufrieron un marcado deterioro desde mediados de septiembre de 2008, con lo cual las perspectivas y el contexto externo para América Latina y el Caribe también empeoraron. Sin embargo, a pesar de que algunos gobiernos aseguran lo contrario, dicho deterioro "comenzó en realidad a mediados de 2007, cuando el aumento de la tasa de desempleo de Estados Unidos provocó el colapso del mercado de las hipotecas de alto riesgo".
Para la Cepal, "la reforma del sistema regulatorio mundial deberá esperar a que se aclare el panorama en cuanto a lo que se ha aprendido de esta crisis y hasta qué punto la regulación debe ser multinacional. En el futuro, el G-20 puede remplazar al Grupo de los Ocho como comité directivo de la economía mundial. La región necesita formular una nueva agenda de desarrollo, que deje atrás el denominado consenso de Washington y permita eliminar los permanentes obstáculos del crecimiento económico. El desafío es enorme y exige más que pequeños ajustes en el sistema de inserción de la región en la economía mundial".
Las rebanadas del pastel
El gobierno calderonista se limita a repetir como borrego los pretextos de los barones del dinero para evitar la reducción de las tasas de interés bancarias. A su vez, los senadores "descubrieron" una gran veta justo en tiempos electorales (la de "regular" dichas tasas). Lo cierto es que el saqueo a los creditohabientes lleva años, sin que aparentemente nadie lo registrara. Habrá que ver hasta dónde se animan los de Xicoténcatl.
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YUNQUELAND ROMPIENDO EL CERCO INFORMATIVO.
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