martes, 15 de junio de 2010

México garantiza base social al narcotráfico

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En la guerra antidrogas, es más fácil hacerse de una grapa, una tacha o un churro que ingresar a la preparatoria, a la universidad o encontrar empleo. Aproximadamente 500 mil mexicanos sirven a las grandes organizaciones del narcotráfico, de los cuales al menos 80 mil son jóvenes y menores de edad. Sin prevención social, el problema se extenderá por generaciones



Nancy Flores / Cuarta parte


Impresa en la piel o abrazada al cuello en forma de relicario, la santa muerte es la compañera de los 14 jóvenes internados en la Comunidad Alfonso Quiroz Cuarón –considerada el penal de máxima seguridad para menores infractores del Distrito Federal–; también, toda su esperanza.


Además del cautiverio, sus historias comparten condiciones. A diferencia de los niños ricos que se drogan y delinquen, ellos sí pisaron la cárcel: sus padres no tuvieron influencias para evitarles el castigo, no compraron jueces, ni siquiera juntaron lo suficiente para pagar el abogado. Sí, son pobres.


Se les juzgó culpables cuando apenas tenían 15, 16 o 17 años. El día que arrebataron una vida, la privaron de su libertad o despojaron algún bien, estaban en el viaje o querían estarlo. El dinero sólo servía entonces para adquirir la piedra, el churro, la grapa, la tacha o el chocho. “El barrio se los come”, dice la madre de uno de ellos.


El viaje se les transformó en un espacio donde prevalecen el cemento, las rejas, los candados, las altas paredes color amarillo, un par de árboles, los puestos de vigilancia… La nada, sobre todo los jueves, “días lúdicos”. En el ambiente, el reguetón a todo volumen.


Los sábados es un poco diferente. Si se tiene suerte, se le dedican a la visita; si no, a la depresión. Así es el lúgubre rostro del Quiroz Cuarón, infiltrado por un sol indolente. Estancias grises, grises futuros.


El tiempo aquí parece no correr, y el castigo, pesar igual a todos. Los 14 jóvenes retan con la mirada; con la sonrisa, marcan su territorio. Sus rostros duros, sus escuetas respuestas y su silencio dejan ver el hastío por tanto interrogatorio. Tal vez, por lo que han vivido, los niños del Quiroz Cuarón habitan también una impenetrable fortaleza interior.


Cuatro años o 30 días faltarán para salir, pero Torcido, Changuito, Ligas, Soumaya anhelan ser libres con la misma intensidad que Tun Tún, Michoacano, Chel, Chente, Paco…


Cuando abandonen la comunidad Quiroz Cuarón, cuando al fin se hagan de su libertad, ¿cuántas oportunidades tendrán de estudiar o trabajar? ¿Cuántas veces les ofrecerán la dosis de marihuana, cocaína, heroína o cualquier otra droga dura?


Sin prevención social del delito

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A tres años de iniciada la guerra antinarcóticos en México, es más fácil para los adolescentes y jóvenes adquirir drogas ilegales y delinquir que ingresar a la preparatoria, a la universidad o tener un empleo formal.


Más de 7 millones, llamados peyorativamente ninis, carecen de escuela y de trabajo, admite el Instituto Mexicano de la Juventud. Además, 17 de cada 100, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 18 años, emigran al extranjero para emplearse en lo que sea.


De acuerdo con el estudio Panorama laboral 2009, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo, el año pasado la tasa de desocupación de los jóvenes mexicanos fue tres veces más alta que la de los adultos.


En cambio, lo que sí encuentran en sus barrios, sean ricos o pobres, son estupefacientes. Tan sólo en el Distrito Federal existen, al menos, 2 mil 11 puntos de venta de drogas al menudeo (o tienditas), estima la Procuraduría General de la República.


Edgardo Buscaglia critica que la guerra antinarcóticos que libra el presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa –a la cual califica de “farsa mediática”– no incluya, entre otras estrategias, la de la prevención social de la delincuencia organizada.


De acuerdo con datos de consultoras en materia de seguridad e inteligencia, en el país unas 500 mil personas están enroladas en los cárteles del narcotráfico: alrededor de 300 mil, en el cultivo de enervantes; unos 150 mil, en cargos operativos, y unos 50 mil son mandos. Aproximadamente 80 mil son jóvenes, señala Buscaglia.


El experto en temas de seguridad y académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México refiere, sin embargo, que los factores ligados a educación, a falta de alternativas de vida y laborales, así como las adicciones ni siquiera se tocan de manera coordinada en el gobierno federal.


“Eso le da una mano de obra muy barata a los cárteles mexicanos: tienen a cientos de miles de jóvenes empobrecidos, marginados, que caen en las garras de estos grupos. Más de 80 mil jóvenes hoy le sirven de base operativa a los cárteles mexicanos. Son mano de obra barata.”


Buscaglia refiere que, si bien esas medidas de prevención social no tendrían efectos en los miles de jóvenes ya cooptados, sí rescatarían a las futuras generaciones: a los niños de 12 años que actualmente no tienen oportunidades. “Hoy no se está haciendo absolutamente nada al respecto”.


Indica que en Cali, Colombia, se aplican este tipo de medidas. Allá, dice el investigador, las secretarías de Hacienda, Salud, Educación y Desarrollo Social neutralizan los factores de riesgo que hacen que cientos de miles de jóvenes se deslicen como hormigas a las pandillas y, eventualmente, a los grupos criminales.

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Adicciones, tema pendiente

El International narcotics control strategy report 2010, publicado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, señala que el consumo doméstico de drogas está aumentando en México. “Se estima que 3.5 millones de mexicanos han utilizado drogas y que casi 600 mil se han convertido en consumidores dependientes de éstas”.


El historiador, doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y posdoctor por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, Francia, Carlos Antonio Aguirre Rojas, señala que se hace gran escándalo mediático por el crecimiento del consumo de drogas para tratar de justificar la supuesta lucha del Estado mexicano contra el narcotráfico.


—Se dice que están en todas las esquinas pero, aunque sí hay un crecimiento en términos absolutos, eso no justifica el despliegue infernal de la campaña del Estado contra las drogas. Es parte de una campaña mediática.


El también investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM indica que este país no es un gran consumidor de drogas, sino que es fundamentalmente de tránsito.


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Agrega que “se está haciendo una guerra como si México fuera uno de los principales países productores de drogas o si fuera de manera muy relevante consumidor de drogas, cuando no es ninguna de las dos cosas”. El grado de violencia que se ha desatado, explica, “no se justifica porque sólo somos un país de tránsito de las drogas”.


Como lo ha documentado Contralínea, mientras el saldo de la guerra antinarcóticos suma más de 23 mil civiles asesinados, y unos 90 mil soldados ocupan las calles de toda la república, sólo 1 mil 306 personas consignadas ante las autoridades por delitos contra la salud y lavado de dinero tienen vínculos probados con los cárteles de la droga.


De acuerdo con la Encuesta nacional de adicciones 2008, en la población rural y urbana de entre 12 y 65 años de edad el consumo de drogas ilegales y médicas ha aumentado de un 5 por ciento observado en 2002 a un 5.7 por ciento en 2008.


Los datos, que son los más recientes que ha generado la Secretaría de Salud federal, indican que el consumo de marihuana, cocaína y sus derivados –heroína, metanfetaminas, alucinógenos, inhalables– aumentó de 4.6 a 5.2 por ciento; mientras que el consumo de drogas médicas con potencial adictivo, usadas fuera de prescripción, mantuvo los niveles observados en 2002.


Para el diputado perredista Jesús Zambrano, el problema de las adicciones es ya un asunto de salud pública. “Hay un crecimiento enorme en las adicciones en los últimos tres años de combate frontal al crimen organizado. Según datos duros que circulan, en los tres años que lleva Felipe Calderón ha crecido el número de adictos en un 70 por ciento”.


Por ello, el legislador observa necesario instrumentar estrategias de prevención social del delito y un esquema integral de control y tratamiento de adicciones, “asumiendo que tenemos un severo problema de salud pública. Entonces esto significaría que las instituciones de salud del Estado mexicano tuvieran programas, clínicas y personal capacitado para entrar a un esquema de prevención y tratamiento de adicciones”.


La Encuesta nacional de adicciones 2008 detalla que, por grupos de población, se observa que el consumo de drogas ilegales es mayor en los hombres (en una proporción de 4.6 hombres por cada mujer), pero que el índice de crecimiento es mayor en las mujeres, pues se duplicó: del 1 por ciento en 2002 pasó a 1.9 por ciento en 2008.


El investigador Aguirre Rojas reprocha que en el país no se haya explorado aún la legalización para cierto tipo de drogas, llamadas blandas, como la marihuana. Esto, indica, no aumentaría el consumo sino que lo disminuiría, como ocurrió con la ley seca en Estados Unidos.

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Droga: desmovilización social

Si las cifras de drogadictos que presenta el Departamento de Estado de Estados Unidos son ciertas, al menos 600 mil mexicanos han sido desmovilizados políticamente a causa de las drogas, puesto que una sociedad drogada no tiene capacidad para defender sus derechos.


El historiador Carlos Antonio Aguirre Rojas recuerda que después del movimiento de 1968 en México, para despolitizar y desmovilizar a esa generación de jóvenes, el Estado les dio acceso a las drogas. Se organizaban grandes conciertos de rock donde se facilitaban drogas y sí se usaban políticamente para desmovilizar.


Señala que un muchacho que se dedica a drogarse y se autodestruye con la droga no desarrolla conciencia política, no participa en luchas ciudadanas ni reivindica sus derechos políticos. No obstante, indica que no toda la juventud está envuelta en el consumo de drogas ni está despolitizada y desmovilizada.


“Hay un pequeño sector que desafortunadamente sí ha caído en ese proceso de autodestrucción y ahí las drogas sí se utilizan como un elemento político desmovilizador.”


El Quiroz Cuarón

Estampada en el torso desnudo del Ligas, la niña blanca –la santa muerte– brilla con el sol. La pelota de tenis va y viene entre la pared y las manos de éste y de su compañero Tun Tún. Es sábado y no hubo suerte, pero a la soledad hay que superarla rápido.

En la memoria aún está fresca la imagen de la calle, el breve sabor de la libertad. La sorpresa: en un operativo inusual, el Ligas y el Michoacano fueron invitados a la presentación de la obra de teatro La auténtica verdad de Camelia la Texana. El Ligas, líder en el Quiroz Cuarón, recuerda:

—Para mí, fue un gran impacto. En el teatro se juega mucho con las emociones, no. Te encuentras arriba de un escenario… yo no he tenido la fortuna de estar arriba de un escenario pero lo he presentado (las obras de teatro) aquí. Yo me sentía ahí como uno de ellos, como lo que me espera el día que ya esté afuera…

Fuente: Contralínea
Difusión: AMLOTV

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