Jueves, 30 de Diciembre de 2010 00:00
Escrito por Jean Guerrero/IPS
La cuna del maíz avanza hacia el uso de variedades genéticamente modificadas para disminuir su dependencia de las importaciones, pero la férrea oposición de algunos agricultores y defensores del medio ambiente, que lo ven como una amenaza a las especies nativas, ha desacelerado la marcha.
Monsanto Co., Pioneer Hi-Bred y Dow AgroSciences completaron recientemente experimentos pequeños y controlados con cultivos transgénicos en el norte de México y están solicitando autorización al gobierno para entrar en una etapa “pre-comercial” que podría expandir el área de cultivos de 14 hectáreas a poco más de 200 hectáreas. Los experimentos comenzaron en octubre, cuando se levantó una moratoria de 11 años sobre el maíz genéticamente modificado.
Sin embargo, muchos temen que los cultivos transgénicos podrían cruzarse con las cerca de 60 variedades locales documentadas de maíz, modificando la biología de un grano culturalmente significativo.
El algodón, la alfalfa y la soya transgénicas se han extendido a través de unas 100 mil hectáreas en México con escasa oposición debido a su menor importancia cultural. “Somos los hijos del maíz, es nuestra vida y tenemos que protegerlo”, dice José Bernardo Magdaleno Velasco, un productor de maíz en Venustiano Carranza, en el estado de Chiapas, donde cultiva nueve variedades nativas. De acuerdo con una leyenda maya, los dioses crearon a los humanos a partir del maíz y la planta todavía se usa en algunos rituales religiosos indígenas.
Dos tipos de maíz genéticamente modificados se producen comercialmente en 16 países, pero en ninguno su introducción se ha topado con el tipo de resistencia que ha encontrado en México. Se han realizado manifestaciones a lo largo del país y una coalición de 300 organizaciones ha llevado adelante una campaña llamada “Sin maíz no hay país”.
Temen que abrir las puertas al maíz transgénico contamine variedades nativas como el Xocoyol rojo o el negro Yautsi e incremente la dependencia de las compañías extranjeras.
Los partidarios de las semillas genéticamente modificadas indican que ayudarían a que su sector agrícola mexicana dependiera menos de Estados Unidos, del cual importa hasta 10 millones de toneladas de maíz amarillo anuales para la alimentación del ganado, la mayor parte genéticamente modificado. En un país donde el rendimiento promedio del maíz es de 3.3 toneladas por hectárea y donde muchos agricultores de subsistencia obtienen menos de una tonelada por hectárea, subrayan que también disminuiría el hambre y el uso de pesticidas que perjudican el medio ambiente.
“Siendo el principal cultivo de México, el maíz es donde podemos tener el mayor impacto en el sector rural”, señala José Manuel Madero, presidente de Monsanto México. Agregó que las semillas híbridas de la compañía ya han cuadruplicado los rendimientos en algunas partes de México en los últimos 60 años y piensa que el maíz genéticamente modificado podría aumentar los rendimientos entre 15 por ciento y 30 por ciento adicional.
Si la biotecnología fuera adoptada por el sector del maíz en el país, México podría volverse autosuficiente en este cultivo en los próximos 10 años, opina Madero. “Lo importante es que el agricultor puede elegir el paquete tecnológico que quiere”, explica.
Decenas de solicitudes adicionales para realizar experimentos con maíz transgénico han sido presentadas después de los resultados de las pruebas más recientes, que según funcionarios del gobierno han mostrado que los cultivos son resistentes tanto a plagas como a herbicidas. Aún así, aún está pendiente una decisión respecto al paso a la siguiente fase, en la cual se evaluarían los beneficios económicos.
La moratoria sobre el maíz genéticamente modificado fue adoptada inicialmente en 1998 para proteger al maíz nativo de México, donde se originó el cultivo a partir de una planta llamada teocinte.
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Fuente: La Jornada de Morelos
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