La pregunta que siempre se ha hecho en los círculos políticos y mediáticos de la nación árabe y del mundo ha sido qué Estado viviría una revuelta tras lo sucedido en Túnez. Egipto, seguido de Jordania y Yemen, encabezaba la lista de Estados candidatos debido al agravamiento de las condiciones de vida en esos países y a las demandas de reforma hechas por sus pueblos.
Las manifestaciones ensordecedoras que se produjeron en quince ciudades de Egipto ayer y en las que participaron decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, tal vez representen los inicios de una revuelta prevista, cuando no esperada.
Los egipcios han comenzado a inspirarse en el modelo tunecino, algo que queda patente en los lemas coreados por los manifestantes, como «Mubarak, Mubarak, el avión te espera» o «Zain al Abidín, ¿a quién le toca ahora?».
Las condiciones de vida en Egipto son tres veces peor que en Túnez. Mientras la renta per capita anual media en Túnez es de 3.000 dólares, la de Egipto no supera los 800 dólares en el mejor de los casos. Hay más de 60 millones de egipcios que viven por debajo del umbral de la pobreza según criterios de la ONU, es decir, con menos de dos dólares al día.
Tal vez la ausencia de reformas políticas, la represión de los ciudadanos por parte de la seguridad y el aumento de la diferencia entre ricos y pobres sean todos ellos factores que hagan que la explosión sea más insistente en Egipto que en otros países árabes.
El pueblo egipcio se siente humillado y sometido por el régimen gobernante que lo trata con desprecio. Este sentimiento de humillación tuvo su claro reflejo en el boicot casi total de las últimas elecciones legislativas (Parlamento) en las que el Partido Nacional se hizo con la mayoría aplastante de los escaños.
El régimen no aprendió de las lecciones del boicot y la indiferencia popular hacia las elecciones, que intentó contener velando por la transparencia de los comicios, aunque fue todavía más lejos en su desprecio al pueblo con sus primitivas e ingenuas operaciones de fraude de las elecciones que lograron la caída de todos los candidatos de dos grandes partidos en el país, los Hermanos Musulmanes y el Wafd.
El pueblo egipcio, como el tunecino, no sólo quiere pan, sino pan amasado con dignidad, libertades y reformas políticas. No creemos que el régimen esté dispuesto a responder a estas demandas, algo que demuestra su obstinación en tratar estas protestas como trató las anteriores, es decir, con represión.
Ayer hubo 30.000 agentes de seguridad en los principales barrios de El Cairo para reprimir las manifestaciones, es decir, que en algunos casos había más policías que manifestantes. No obstante es difícil decir que lo que valía en el pasado, también valió en las manifestaciones de ayer.
La rueda del cambio ha empezado a girar en Egipto. Es verdad que despacio, pero su efecto tal vez sea mayor y más fuerte. El pueblo egipcio tiene la grandeza del elefante, y el elefante, cuando se levanta, destroza todo lo que se pone por delante sin piedad ni compasión.
El cambio en Egipto supone un cambio en la totalidad de la región, y esto es lo que ha llevado a la señora Hillary Clinton, ministra de Exteriores de EEUU, a pedir a todas las partes que se contengan. Este llamamiento de la señora Clinton llega demasiado tarde, o así lo creemos, pues el colapso en Egipto es muy grande, y los próximos días van a estar llenos de muchas cosas que puede que no gusten a EEUU, a sus aliados israelíes y a los árabes moderados de la región.
Fuente: http://www.elcorresponsal.com/modules.php?name=News&file=article&sid=5817
La fuente: Editorial de Al Quds al Arabi, diario árabe independiente publicado en Londres. La traducción del árabe es de Fanar Traductores.
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