Viernes, 07 de Enero de 2011 00:00
Escrito por Guillermo Knochenhauer
El ánimo nacional está decaído. Aflige la falta de soluciones a la combinación de violencia, empobrecimiento e incertidumbre que vivimos los mexicanos; esa es, al menos, la causa principal que recogen las encuestas.
La guerra declarada por el gobierno al narco atrae la mayor atención pública y del gobierno, pero el diseño de las políticas públicas acordes a un país deseado por todos, también es un desastre. Corregirlo no depende tanto de factores ni menos de doctrinas externas, sino de algunas definiciones básicas que deben ser propias.
Tenemos un Estado torpe en sus cuatro funciones básicas y un gobierno muy inepto que no es el único responsable de todo: la procuración de justicia es un embuste del poder judicial, que dejará de serlo cuando se combata, en serio y en las más altas esferas del poder, la impunidad. Esa es la llave maestra contra la inseguridad.
En el ensanchamiento de las libertades democráticas han jugado muy mal su papel los partidos políticos de todo signo, la mayoría de los gobernadores, el duopolio televisivo y buena parte de la radio y de la prensa, por mencionar sólo algunos de los responsables. Cada quien ve por sus propios intereses, fundamentalmente por la falta de un proyecto nacional que sirva de referencia común a las tareas en las que cada uno gane lo que le corresponde.
En políticas de fomento al crecimiento económico y en las de desarrollo social, que debían atemperar las desigualdades y la pobreza, el Poder Ejecutivo federal y los estatales tienen una responsabilidad directa que tiene que corregirse.
La estrategia equivocada ha puesto a México en la posición 154 de 183 países en cuanto al crecimiento de la economía, a pesar de la extraordinaria entrada de capitales durante la última década debida a los altos precios del petróleo y a la inversión extranjera.
También en desarrollo humano, México está estancado. La posición del país en el índice de la ONU apenas se movió del lugar 54 al 53 entre 2002 y 2009. En cuanto al combate a la pobreza, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, informó que bajó durante el periodo 2006/2008 en Argentina, Brasil, Paraguay, República Dominicana y Uruguay, pero en México subió de 31.7 a 34.8 por ciento de la población y la indigencia se elevó de 8.7 a 11.2 por ciento (EL FINANCIERO 1 de diciembre 2010).
Parte de las explicaciones de esta parálisis del país es el avance de la corrupción. Transparencia Internacional ubicó a México en el lugar 72 en 2010, un enorme retroceso desde el sitio 51 que ocupaba en el informe de 2001. Otra parte es que la inseguridad, la “transición” democrática de la que no se ocupan los partidos, el estancamiento de la economía y de las condiciones generales de vida, reclaman soluciones que dependen de definiciones de qué país queremos.
El más grande y profundo obstáculo de México es la desigualdad. Tendríamos que aspirar a vivir en un país más justo. Esa debería ser la ruta, pero los últimos gobiernos han seguido una “modernización” que apuesta a la eficacia de los mercados abiertos y del libre comercio.
Los últimos gobiernos priistas y los dos que llevamos del PAN le apostaron a las exportaciones de manufacturas a Estados Unidos como motor del crecimiento y le abrieron nuestros mercados de par en par a todo el mundo.
Está demostrado teórica y empíricamente que mercados desregulados asignan con eficiencia los recursos de inversión, pero operan sobre el falso supuesto de que todos los productores y consumidores concurrentes son iguales; al abrirse los mercados, debió implementarse una agresiva política de igualación de oportunidades mediante educación de calidad, salud, vivienda, seguro de desempleo y retiro.
También es de sobra conocido que el crecimiento económico generado por las exportaciones es sólo de algunos sectores y muy pocas empresas, que no integran a la inmensa mayoría a sus negocios. No obstante, el impulso al crecimiento de la economía han sido, desde hace décadas, las exportaciones de manufactureras que dependen del vigor de la producción industrial en Estados Unidos.
A pesar de la crisis de 2008 y de que nadie está seguro de la recuperación de la economía estadounidense, la apuesta económica del gobierno para este 2011 es suponer que las exportaciones mantendrán un paso más o menos “normal”. El estancamiento de la economía y el continuo deterioro de la calidad de vida en México, tienen que ver con esa dependencia económica y mental. Los márgenes de decisión interna son más estrechos ahora, pero la crisis le ha hecho advertir al propio gobierno de Barack Obama que cada país tiene que desarrollarse conforme a sus fuerzas productivas y mercados propios.
Es un hecho que México tiene potencial productivo y ocupacional desaprovechado, desde las localidades rurales hasta la integración de cadenas de actividades de alcance nacional. Volver a ello es una de las soluciones que le urgen al país.
Fuente: La Jornada de Morelos
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