miércoles, 27 de abril de 2011

Estado de excepción


PEDRO LIZÁRRAGA CUEVAS - MARTES, ABRIL 26, 2011

La conseja popular advierte que las cosas nunca están tan mal como para que no se puedan poner peor. Después del clima de violencia establecido por la actual administración calderonista, ahora los grupos parlamentarios del PRI y del PAN en la Cámara de Diputados abren la posibilidad de la intervención de las fuerzas armadas en contra de los movimientos sociales, ya sean de carácter político, laboral o electoral. Con esta iniciativa se cancela el derecho a la protesta, reclamo o inconformidad realizado por cualquier grupo social. Prácticamente la medida anula las facultades constitucionales de organización, lucha y libertad de expresión.

Después de padecer por décadas los consabidos males del corrupto régimen priísta, difícilmente se podría pensar la derecha católica conduciría al país a la criminalización, la inseguridad generalizada y al estado de excepción que establece la plena militarización y la eliminación de toda libertad y derecho. El proyecto de dictamen concede a militares, marinos y agentes del Cisen facultades para intervenir las comunicaciones, realizar tareas de espionaje, perseguir e integrar expedientes a personajes sospechosos de todo tipo; pueden restringir la circulación de mercancías y vehículos, revisar pertenencias particulares en todo momento, solicitar información específica empleando los recursos del poder. Al Presidente se le otorga la facultad de emplear al Ejército en contra de los movimientos políticos si a su criterio constituyen una amenaza al orden establecido.

México está siendo llevado a un claro estado de excepción. El gobierno puede proceder contra quien le parezca por el motivo que sea. Es el fin de un estado legal y constitucional, sólo habla, actúa y decide la fuerza, el poder, y lo que es lo mismo el ejército y sus altos niveles de autoridad, en cuya cima se encuentra el Presidente de la República.

Con sólo 11 años en el poder, el PAN da muestras contundentes del significado real de la derecha en política. No es un concepto más, un recurso retórico, una forma de dividir los espacios en el parlamento, es la manera como un grupito de iluminados se impone sobre el país entero. La derecha apunta al poder absoluto ejercido por el ejecutivo, apoyado por los conservadores de la Iglesia, sostenido por las armas, legalizado por las fuerzas políticas añorantes de los regímenes verticales, incluso los monárquicos. Para mal, se cancelan las libertades, la participación de la sociedad en todas sus formas, se restringe el movimiento de las personas, se suelta a la calle a miles de informantes, es decir chismosos pagados por el poder para castigar todo posible desacato, irreverencia y expresión en contra de lo dispuesto por el soberano y su santa corte.

Con el “triunfo” de Calderón, haiga sido como haiga sido, Chente Fox amenazó con que se le iba a extrañar. En ese momento era del todo impensable una añoranza por un régimen caracterizado por los aires de grandeza de la señora Martha, los besos de la pareja real delante del Vaticano, las toallas de decenas de miles de pesos, la transformación del rancho San Cristóbal con recursos de la nación, los festejos con Elton John en Chapultepec, los atracos a Pemex de los hijos de la señora Sahagún, las miles de correcciones hechas por el vocero Javier Aguilar a las tonteras del señor de las botas. El sexenio tragicómico no parecía digno de recordarse y tampoco era deseable su extensión. México no se merecía tanta ridiculez ni payasada. Pero viéndolo bien, estaba mejor soltar la carcajada por la pareja trepada en nubes y viviendo fantasías sin fin, ignorante de poetas y ajena a los libros, que dolerse por los 40 mil muertos y muchos más huérfanos del siguiente sexenio panista, encontrar todos los días fosas con decenas de cadáveres, horrorizarse con degollados, mutilados, desmembrados, ver cómo desaparecen y mueren los luchadores de derechos humanos, ser testigos de levantones y secuestros de ciudadanos pacíficos, asombrarse por la aniquilación de los pocos sindicatos combativos. El lema calderónico de “vivir mejor” ha terminado por hacer de México un lugar donde todo mundo se esconde, calla y suda frío. Se sobrevive con miedo, domina el terror, alucinando a cada instante lo peor, y en estos días de Semana Sla sociedad entera es amenazada con una ley que permite nuestra detención, que paga a civiles encubiertos para denunciarnos, y saber de antemano que nada se puede hacer ante el gobierno y las fuerzas armadas.

Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, decía en 1926: “necesitamos organizar una ideología que integre y precise los vagos deseos y la indefinida agitación que a todos nos tiene conmovidos hasta el malestar físico. Una ideología de la vida mexicana, de los problemas que agitan a México. Una ideología sin mistificaciones de oratoria, adecuada a propósitos humanos, que resuelva en la acción y no en la literatura, las graves contradicciones que estamos viviendo.

”No pueden servirnos con este objeto las grandes palabras –Justicia, Libertad, Mejoramiento– que suenan a hueco y cada quien llena con significado especial. Tampoco pueden servirnos los nombres conocidos –socialismo, colectivismo, individualismo, comunismo– que usamos para designar conjuntos teóricos de contenido cambiante e impreciso. Encontrar, por tanto, un criterio de verdad, un método y una actitud fundamental, es tarea del momento. Hasta violencia, si el propósito lo exige. El camino del bien no es fácil y la lucha es esencia de la vida sin ser necesariamente contraria al bien. La violencia, además, como el dolor, redime y salva si no es torpe ni pequeña. En México, sin embargo, hemos de huir de la violencia que ha amparado siempre bajas pasiones porque no tenemos “piedad de nuestra propia sangre” y porque nada pesa más gravemente sobre nosotros que la cruel tradición de Huitzilopóchtli”.

Morín demandaba evitar a Huitzilopótchtli, imagen de la guerra creada desde el estado; pedía hacer una búsqueda en conceptos, ver qué podía servir para México. Tal vez las vías e ideas de esa época no eran de su interés o no le parecían adecuadas, pero ante todo huía de la violencia instaurada. Tal vez quienes hoy están en el poder deberían hacerle caso.

plizor@yahoo.com.mx

Fuente: La Jornada de Veracruz

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