JAIME ORNELAS DELGADO
Harto de una guerra que Felipe Calderón se inventó para darse una legitimidad que no alcanzó en las urnas, el pueblo de México parece comenzar a reaccionar y asumir una firme postura para exigir terminar con esa sangrienta pesadilla en que vive envuelto desde el inició de este sexenio.
El pueblo ha perdido la paciencia (que el gobierno creía infinita) y nuevamente se ha lanzado a las calles para clamar justicia; para exigir que vuelva el Ejército a los cuarteles; para levantar el doloroso grito de no más sangre; para reivindicar el derecho a vivir en paz, derecho hoy conculcado por las autoridades y los criminales.
Nada más emocionante que ver a quienes prudentes callaron por mucho tiempo su rechazo a la guerra de Calderón; entusiasma ver a la población decidida, ahora sí, a ser protagonista del cambio, de un cambio que pasa por lograr la paz aquí y ahora. Luego ya se encargarán de mandar, con un tsunami de votos, al museo de los trastos inútiles al neoliberalismo, a sus operadores y a sus juglares de toda laya. El pueblo ha tomado la palabra para no perderla más y trabaja ya para construir otro país no sólo posible, sino necesario.
¿Por qué llegan? ¿Por qué se van?
El jueves pasado, Arturo Chávez Chávez presentó su renuncia a la Procuraduría General de Justicia de la Nación y, de inmediato, a Felipe Calderón, como si ya lo tuviera previsto, se le ocurrió proponer para ocupar la vacante a Marisela Morales.
En México es una inveterada costumbre jamás dar explicaciones de por qué llegan y por qué se van los funcionarios públicos. De la renuncia de Chávez Chávez sólo dijo que se iba para atender “temas de carácter estrictamente personal” y se fue sin más. ¿Será posible esta simplona excusa para abandonar el cargo más alto de la administración de justicia?
Pero su renuncia no fue circunstancial ni tuvo como motivo el expuesto por Chávez. Hoy, claro a toro pasado, nos damos cuenta de que muchas de las cosas que ocurrieron recientemente tenían la intención de cobijar mediáticamente el cambio de Chávez, quien más bien nunca debió haber sido nombrado pues sus antecedentes en la Procuraduría de Chihuahua lo hacían inviable para el cargo. Ya desde que se discutía su nombramiento, su conducta omisa y represiva en aquella entidad hizo que diversos grupos ciudadanos mostraran su preocupación y rechazo al nuevo procurador. También se recuerda que los priistas votaron a favor de Chávez en el Senado, Cámara que debe aprobar el nombramiento del procurador por mayoría calificada, con el peregrino y poco serio argumento de que si se le rechazaba se corría el riesgo de que Calderón propusiera a otro peor. Se opto por el daño menor y hoy pagan sus culpas porque la procuración de la justicia naufraga en un mar de corrupción, ineficacia y falta de credibilidad.
Pero el despido de Chávez fue largamente preparado. Se inició el 8 de marzo cuando la secretaria de Estado estadounidense, Hilary Clinton, le entregó a Marisela Morales, en presencia de Michelle Obama, el “Premio Internacional a las Mujeres de Valentía”, que recibió una gran cobertura mediática. Luego se filtra, que oportuno ¿no?, la operación “Rápido y Furioso” que mostraba no sólo la incapacidad de la Procuraduría para detener, o por lo menos estar informada, sobre las operaciones del gobierno estadounidense en la frontera con México y, además, mostraba una mala relación de la Procuraduría con las autoridades norteamericanas. Ante eso, el 8 de marzo el gobierno de Obama votó por la señora Morales y, sumiso, Calderón la propuso al Senado.
Pero ¿cuáles son los antecedentes de Marisela Morales? De la futura procuradora se sabe que, desde su cargo como Subprocuradura de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), había mostrado su eficiencia y lealtad en la Operación Limpieza y en el llamado michoacanazo y, sobre todo, tenía una magnífica relación con Hilary Clinton, encargada ahora también de la seguridad en México.
De la “Operación Limpieza” resultó el ejercicio de la acción penal contra Noé Ramírez Mandujano, el anterior encargado de la SIEDO, actualmente sujeto a proceso por delincuencia organizada, delitos contra la salud y lavado de dinero (precisamente los delitos que debía combatir); en cambio, el Michoacanazo fue un rotundo fracaso pues con el tiempo los más de 30 funcionaros arraigados inicialmente salieron libres, excepto uno, por falta de pruebas. Pero el golpe mediático ya se había dado en Michoacán y eso se agradece si recordamos que allá, créalo que es cierto, la hermana de Calderón pretende ser gobernadora. Da escalofrío sólo de pensar este despropósito.
En fin. Este tercer relevo en la Procuraduría no muestra sino el fracaso de la estrategia de seguridad pública del gobierno de Felipe Calderón, al que lamentablemente todavía le faltan 18 larguísimos meses para ser el despedido.
Fuente: La Jornada de Oriente
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