PABLO ALARCÓN-CHÁIRES
Theodore Roosevelt decía que una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia. Michoacán, considerado bastión y plataforma de uno de los principios fundamentales de un país republicano –la democracia–, parece estar postrándose a los intereses unilaterales de fuertes empresarios michoacanos. No únicamente nos han quitado la sombra de la paz, ahora pretenden despojarnos del aliento de la democracia.
Aquellos que se invistieron como paladines de la democracia cuando el sufragio los favoreció llevándolos al poder, y que entonces prometían defender el derecho del pueblo de decidir quién y cómo debe dirigir su destino, pudieran estar siendo seducidos por la posibilidad de la candidatura de la supuesta unidad. En ello, sin duda, aflora la falta de capacidad de respuesta a la actual situación por parte de los diferentes niveles de gobierno, cuya reacción simplista parecería resumirse a las convenientes formas de la “neo-democracia” ahora nombrada candidatura de unidad.
Si los argumentos para esta propuesta se respaldan en la falta de seguridad para poder llevar a cabo los comicios, habría que recordarles los paupérrimos niveles de bienestar en sus diferentes manifestaciones que caracterizan al pueblo mexicano de los que ellos tienen cierta responsabilidad y que han exacerbado la actual crisis.
También confluye en este tipo de propuestas, a todas luces antidemocráticas, la protección institucional a los preciados intereses económicos de aquellos que están dispuestos a violentar un proceso de un pueblo soberano, por no poner en riesgo sus ingresos económicos.
De concretarse esta propuesta, el concepto del ciudadano consciente sería ahora redefinido en función de una visión clientelar del ciudadano, con la venia de un gobierno doblegado, para el que valdrían más las mercancías en los aparadores de las grandes tiendas de autoservicio de Morelia, que un solo sueño de mejor ventura para las generaciones venideras. Los empresarios se han auto-erigido como los representantes de la sociedad; el gobierno les cree, ignora o disimula.
Estas manifestaciones de darwinismo social son testimonio de que la sobrevivencia del más apto no está en función de la verdad ni de las razones que el ciudadano pueda tener, sino de su posición económica y, con ello, de la capacidad de cooptación que pueda ejercer en el sistema.
Con estas propuestas, en lugar de presentarse desnuda ante la sociedad, la democracia más bien cubre y protege con su manto de desinformación y manipulación, los intereses de unos pocos a costa de los muchos. Con ello, la forma de gobierno democrática definida constitucionalmente que caracterizaría al Estado mexicano y cuyo principio ideológico es la igualdad, se transformaría en una aristocracia en la que, disfrazadas de intereses de Estado, se esgrimirían las prioridades de algunas de las 39 familias más ricas del país.
También se habla de un proyecto de desarrollo único para Michoacán, que independientemente de quien llegue al poder, sea el que dirija el futuro próximo de nuestro estado. O sea, ni posibilidades de elegir el quién, ni tampoco el cómo. Se entiende que hay coyunturas en los fines que ofertan las diferentes expresiones políticas (abatimiento de la pobreza, mejoramiento del sistema educativo y de salud, seguridad, empleo, etcétera). Pero la gran diferencia es la forma. No es lo mismo pretender dichos objetivos a través de un proyecto de desarrollo basado, por ejemplo, en la apuesta a la agroecología, el manejo comunitario de bosques, al empoderamiento ciudadano, a la laicidad o al apoyo a la producción campesina, que sería afín a la corriente de izquierda; que otro basado en la agroindustria, el desmantelamiento de los núcleos agrarios para ofertar tierras o el aumento del poder coercitivo del Estado y sus expresiones confesionales, más bien característicos de la derecha mexicana.
Lo que deben saber, tanto gobierno como posibles candidatos, es que los michoacanos queremos tener confianza en ellos, porque es la base de la democracia; que queremos dejar de cuidar las manos para prestar atención a las ideas y propuestas; que no creemos en un Estado acorazado porque da signos de dictadura; que la democracia sólo permite doblegarse cuando es a favor de los necesitados; que también significa la posibilidad de exponer problemas y buscar soluciones entre todos, no únicamente entre los poderosos; que los michoacanos merecemos un gobierno congruente con estos principios; que si un análisis consciente denota problemas para los siguientes comicios, la mejor manera de salvarlo es con más democracia, no reduciéndola; que los michoacanos creemos que las revoluciones no se hacen para tener democracia, sino que el ejercicio de la democracia nos permitirá hacer una verdadera y constructiva revolución social tan necesaria para nuestro país y estado; que lo que nos asusta no es la democracia en sí, sino el uso que se le pueda dar mientras ponderen otro tipo de intereses ajenos al bienestar común y, finalmente, parafraseando a Octavio Paz, que un Estado sin elecciones libres es un Estado sin voz, sin ojos y sin brazos.
Fuente: La Jornada de Michoacán
No hay comentarios:
Publicar un comentario