JOSÉ RENÉ OLIVOS CAMPOS
En México se plantea con frecuencia por los políticos mexicanos y algunos académicos de las ciencias sociales que puede haber democracia sin desarrollo social. Sobre todo, en tiempos de la renovación del poder público, se difunde con mayor insistencia la idea, por cualquier medio de comunicación: ¡ahora sí, después de las elecciones habrá desarrollo social!
Esto pareciera que la democracia y el desarrollo social no se conjugaran en momentos de la renovación del poder público, pero tampoco por quienes gobiernan en ese momento. Es decir, que los gobernantes en turno no logran superar las condiciones de pobreza con las capacidades de gobierno a pesar de que exista democracia, lo que produce crisis de gobernabilidad democrática o ingobernabilidad.
Estamos entonces ante la justificación de que la democracia es fuente de la renovación del poder y el ejercicio del gobierno democrático, pero no del desarrollo social.Nada más equivocado.
La democracia, como forma de vida institucional, es lo que permite que pueda haber desarrollo. Es el detonante para el logro de un conjunto de cambios en el sistema social mexicano y el que debiera consolidar las modificaciones.
No obstante, la democracia mexicana, desde su alumbramiento desde fines de los años 80 hasta nuestros días, como se ha valorado y llevado a lapraxis por los políticos y gobernantes, resulta desde luego una condición insuficiente para lograr los cambios y conduzcan a un nuevo desarrollo social.
La democracia, entonces, como se ha concebido y practicado por los gobernantes no ha devenido en el cambio del sistema político con distribución del poder público equilibrado, con pesos y contrapesos para las transformaciones, así como para generar el desarrollo social de la nación, con mejores índices de bienestar y justicia social.
No se ha producido el cambio político y de políticas con la democracia, con los muchos candidatos impetuosos que han planteado el desarrollo social criticando en el cual vivimos, pero cuyo papel ha sido más retorico y de buenas intenciones que ofrecen a los ciudadanos para dar el salto cuantitativo que reduzca la brecha entre pobreza y riqueza. Tal vez por la falta de visión, de la fuerza, entereza, aptitudes, astucia, integridad y capacidad para identificar los componentes políticos, económicos y sociales, establecer y ejecutar las políticas de desarrollo, reordenar las condiciones de vida e impulsar con vigor las capacidades y voluntades de la sociedad y de los políticos y gobernantes, hacia mejores estados de desarrollo y convivencia social.
En consecuencia, no se ha producido el cambio del desarrollo social con la democracia. Más bien ha generado el desencanto de la ciudadanía, de la falta de capacidad del gobierno democrático para gobernar ante los problemas sociales que se creyeron que solucionarían o se pretendieron creer que se resolverían con la democracia.
En el gobierno democrático se ha hecho evidente que se ha privilegiado la agenda política de seguridad pública con niveles presupuestarios que se incrementan constantemente hasta llegar a 25 por ciento del presupuesto de egresos de la federación y de los estados. Sin privilegiar el desarrollo social, sin reconocer u omitir en la agenda del gobierno democrático el plano social, como factor fundamental que hay que atender y consolidar para mejorar la calidad de vida social, y así se evitará el gobierno democrático ineficaz e incompetente, que ha frustrado las posibilidades que desató su reivindicación y lucha en los años 80, el lograr superar el Estado mexicano autoritario y conseguir la justicia y el desarrollo social.
En consecuencia, no se ha conjugado democracia y el desarrollo social. Las respuestas del gobierno mexicano es la crisis de inseguridad, incrementos fiscales, desempleo, endeudamiento, gasto a la seguridad pública, con bajos ingresos, con aumentos de pobreza.
De nueva cuenta, se vuelva a recurrir por los políticos a los propósitos de que superemos esos límites de desarrollo social, pobreza y marginación, que se nos han impuesto desde los gobiernos democráticos que hemos vivido desde los años 80. Sin desplegar toda la capacidad de gobierno que contiene la democracia competitiva y pluralista agotada, en confrontación partidocrática y con el gobierno, que el país necesita concluir para logra la democratización del poder de forma inteligente, en convivencia y respetuosa, que arribe a un nuevo pacto político y social para el desarrollo con justicia y bienestar.
El arribo del buen gobierno democrático es aquél que conjuga democracia y desarrollo social, anticipa y se compromete con estrategias para tal fin, cumple con los mandatos constitucionales, asegura libertades y garantiza el desarrollo social.
Fuente: La Jornada de Michoacán
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