lunes, 10 de octubre de 2011

Rosendo Radilla, justicia pendiente


RAÚL SENDIC GARCÍA ESTRADA

El 25 de marzo de 1974, entre las 11 y 12 de la mañana, el autobús Flecha Roja que va rumbo a Chilpancingo, procedente de Atoyac, fue detenido en un retén militar a las afueras de Atoyac, en la colonia Revolución, entre los poblados de Cacalutla y Alcholoa.

Las técnicas militares de control de la población llegaban a emplear delatores en los retenes militares. En este autobús viajaba Rosendo Radilla, con su hijo, de 11 años de edad.

Un informante del Ejército señaló al señor Rosendo Radilla como compositor e intérprete de corridos revolucionarios, que nombraban al comandante Lucio Cabañas.

Argumento suficiente para que Rosendo Radilla fuera detenido y posteriormente desaparecido, víctima de la estrategia de quitar las bases de apoyo del comandante guerrillero Lucio Cabañas y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres.

Los retenes militares con delatores pagados forman parte de la estrategia de control de la población, en el tránsito de personas y de alimentos, dictados por los manuales de guerra de baja intensidad como estrategia para acorralar, aislar y exterminar a la guerrilla.

A Rosendo Radilla, el día de su detención lo acompañaba su hijo, de nombre también Rosendo; el niño presenció la detención de su padre, acusado de subversivo por componer y cantar corridos revolucionarios.

El más triste de sus corridos era el de la masacre de Atoyac del 18 de mayo de 1967, compuesto estando prisionero en el cuartel de Atoyac, donde se inicia la persecución policiaco -militar del comandante Lucio Cabañas, acciones que obligan al profesor a remontarse a la sierra, primero para protegerse; después, para organizar la brigada de autodefensa armada y después a constituirse como guerrilla para enfrentar una estrategia de aniquilamiento.

“Era un 18 de mayo / como a las 11 sería / en la plaza de Atoyac / toda la gente corría / de ver a sus camaradas / que uno tras otro caían /”.

Don Rosendo Radilla nace el 1º de marzo de 1914 en la Costa Grande de Guerrero, contrae matrimonio con Victoria Martínez Neri el 13 de septiembre de 1942; es campesino, ganadero, gestor y líder social en el municipio de Atoyac de Álvarez, donde se desempeñó como presidente municipal. Durante la administración que encabezó Rosendo Radilla, allá por 1955, se comprometió con su pueblo, construyó los cuatro primeros locales del mercado y compró el primer camión recolector de basura.

El compromiso social de Rosendo Radilla lo llevó a ser presidente de la Asociación de Padres de Familia y del patronato pro construcción de la primaria Modesto Alarcón, y de la secundaria federal de Atoyac, además de gestionar varias escuelas para los pobladores de la Sierra.

La relación entre Rosendo Radilla y Lucio Cabañas fue muy estrecha, durante el movimiento social previo a la masacre de Atoyac y al levantamiento armado.

Don Rosendo combinaba la participación social y la gestión con el cultivo del café y el coco, además de la compra-venta de ganado.

El señor Máximo Nava Martínez, sobreviviente de la represión, declaró que tuvo a la vista a Rosendo Radilla en el ex cuartel militar de Atoyac. Estando en la prisión clandestina compuso un corrido sobre la masacre del 18 de mayo, lo que provocó la furia de la soldadesca, que lo golpeó y separó de los demás prisioneros. Don Rosendo siguió componiendo y cantando sus corridos de protesta, hasta el día en que lo sacaron del cuartel y no se supo nada más de él.

En matrimonio con la señora Victoria Martínez Neri, don Rosendo Radilla procreo 12 hijos e hijas: Rosendo, Tita, Andrea, Rosa, Romana, Evelina, Agustina, Judith, Ana María, Carmen, Pilar y Victoria.

A lo largo de casi 40 años, la familia Radilla ha mantenido un movimiento para recuperar a su padre, para lograr justicia, ha recurrido a tribunales internacionales que han fallado a su favor, que han ordenado al Estado Mexicano reparar el daño causado a las víctimas sobrevivientes.

Andrea, Victoria y Tita son símbolos de la resistencia frente al Estado, que durante la guerra sucia utilizó la desaparición forzada como su principal arma contra la sociedad, acompañada de secuestros, torturas y ejecuciones como acciones masivas y sistemáticas de represión.

El Estado ha hecho casi nada para resolver la cicatriz social de los desaparecidos políticos, actos que se crearon desde el poder, con cargo al erario, como política de Estado; se profesionalizó a torturadores, se acondicionaron sitios de reclusión y tortura; que en muchos de los casos figuraron instalaciones policiaco-militares, con autores materiales e intelectuales que en su momento representaron cargos públicos.

La justicia esta pendiente…

Fuente: La Jornada de Guerrero

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