jueves, 27 de junio de 2013

Lastre heredado - Columna semanal de Sergio Aguayo



A México le conviene que Enrique Peña Nieto se libere del lastre que trae de su etapa como gobernador del Estado de México. Cuando pienso en su gobierno vienen a mi cabeza la eficacia, la corrupción y la opacidad.

Peña Nieto tiene una fijación con la eficacia. En 2011 publicó un libro al que tituló México la gran esperanza. Un Estado eficaz para una democracia de resultados, la frase Estado eficaz la resalta en negritas a lo largo de todo el texto. Sin embargo, su gestión como gobernador fue ineficaz. Diez índices elaborados por las Naciones Unidas, la Coparmex y otras instituciones confirman que la entidad no mejoró en la calidad de la democracia, el ambiente para hacer negocios y la seguridad, entre otros.

Una explicación es la desigual capacidad de su equipo que se explica con una frase de Peña Nieto de 2005: "No (puedes) poner la iglesia en manos de Lutero; para cada puesto... yo me enfocaría primero, siendo priista, por los priistas". Así lo hizo pero si uno revisa la currícula de su equipo, aparece un aspecto que ahora replica como Presidente: su entorno inmediato es organizado y disciplinado; afuera de ese círculo la eficiencia da tumbos.

La falta de consistencia se está confirmando con el personal encargado de la seguridad y la desigualdad. El Presidente se esmeró en la selección de los altos mandos de la Secretaría de Gobernación y la Procuraduría General de la República; la norma es la experiencia y el profesionalismo. Lo inverso sucede en la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), en donde los puestos superiores fueron utilizados -con algunas excepciones- para pagar deudas políticas. Todas las delegaciones de la Sedesol que tienen titular son ocupadas por priistas con perfiles profesionales muy desiguales; la única excepción es Chiapas en donde despacha un accionista del Verde, esa lucrativa empresa que tiene como cliente principal al PRI. Es inevitable también preguntarse cuáles son los márgenes de maniobra de la experimentada Rosario Robles.

Con ese elenco era totalmente predecible la manipulación de los programas sociales con el propósito de obtener votos. El escándalo brotó en Veracruz pero la práctica se extiende a otras entidades. Dado el pragmatismo de Peña Nieto no creo que haya arriesgado el Pacto por México deliberadamente; es su mejor apuesta para preservar el prestigio de reformador. Sería paradójico que Peña Nieto, después de manejar a las oposiciones, naufragara en el control de sus gobernadores. Pasadas las elecciones conoceremos el desenlace.

Otra costumbre que se trajo del Estado de México es el dejar-hacer-dejar-pasar, tan cómodo para el gobernante y tan frustrante para el ciudadano. Cuando hacía campaña para gobernador (2005) se demostró que en Villa Victoria sus operadores usaron 450 mil pesos de fondos oficiales para inclinar las intenciones del voto a su favor. Peña Nieto reaccionó con un clásico: "me deslindo de estas acciones" y "con toda sinceridad, si han existido [las prácticas], es lamentable que sucedan".

La misma actitud está tomando como Presidente. Ordenó la detención de Elba Esther Gordillo, es cierto, pero no ha alterado los esquemas de complicidad oficial con una corrupción sindical que ninguna institución del gobierno combate. Lo que parecía el inicio de una cruzada contra la deshonestidad se ha quedado en una mujer encarcelada por ladrona, ostentosa e insubordinada (retó abiertamente al Presidente). En los casos de los excesos de los ex gobernadores de Aguascalientes y Tabasco, la PGR sólo está reaccionando al empuje de un gobernador priista y otro perredista. Peña Nieto reprueba en transparencia. Como gobernador frenó la entrega de información sobre su predecesor Arturo Montiel. Como Presidente sí se pronuncia por la transparencia; hace unos días presumió en Inglaterra que México presidirá, en el periodo de 2014-2015, la Alianza por el Gobierno Abierto. Su práctica no rima con lo que predica. Firmó ante notario que publicaría su declaración patrimonial. Lo hizo el pasado enero pero ocultó el monto de sus bienes y no identificó a los que le donaron, el 8 de diciembre de 2011 -nueve días antes de ser nombrado candidato- obras de arte, joyas, dos casas y un terreno de 58 hectáreas y media. Su página es muy inferior en calidad a las de Vicente Fox y Felipe Calderón. La opacidad es contagiosa. Según María Elena Pérez Jaén (comisionada del IFAI) están creciendo las negativas de las dependencias federales a entregar información.

Entre los legitimadores de los gobernantes del siglo XXI está la eficacia, la honestidad y la transparencia. Quien implante esos valores en México obtendría merecidamente la calificación de "estadista"; una medalla otorgada prematuramente al Presidente por el actual gobernador mexiquense, Eruviel Ávila. Enrique Peña Nieto tiene que ganársela y para ello tendrá que liberarse del lastre que se trajo de Toluca. Está a tiempo de hacerlo.

Nos conviene que lo haga.

Colaboraron Maura Roldán Álvarez y Paulina Arriaga Carrasco.

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