En la cuarta de la serie de protestas en contra de la reforma energética, los seguidores de Andrés Manuel López Obrador lograron la meta soñada y aplazada en tres ocasiones: volver al Zócalo capitalino con la sola convocatoria de su dirigente. Los manifestantes lograron cubrir de mantas, gorras y sombrillas multicolores tres cuartas partes de la plancha.
El ejercicio ha sido intenso: en dos meses, cuatro mítines multitudinarios, uno en avenida Juárez, a lo largo de la Alameda (8 de septiembre), dos sobre Paseo de la Reforma (22 de septiembre y 2 de octubre) y este último, que para el núcleo duro del lopezobradorismo tuvo un sabor de reconquista, ya que después de tener que buscar espacios alternativos, este domingo sí pudieron ocupar lo que consideran históricamente como su cancha.
Para una organización que aún no es partido político, como lo es el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el resultado fue significativo.
‘‘Pues sí, nos salió bien después de todo. Pero es que trabajamos muy, muy duro’’, dice Margarita Peralta, jubilada y coordinadora de brigada de su delegación, Coyoacán. El mitin ha terminado y ella camina, fatigada y satisfecha, por el andén del Metro Allende, cargando el kit completo para este tipo de concentraciones: silla plegadiza, sombrero de ala ancha, listón tricolor prendido en el sencillo suéter.
Su trabajo consiste en ‘‘el convencimiento, que es la tarea más dura para nosotros los mexicanos, muy mal educados por la televisión’’. Lleva en este trabajo hormiga desde la base muchos años y ha visto cambiar en este periodo la composición de los grupos organizados o de ciudadanos independientes que se unen a la causa. ‘‘Hay clase baja. Y mucha clase media. Pero esa clase media es cada vez más baja, más amolada’’.
–¿Y sí logra convencer a muchos? –se le pregunta.
–¡Uy sí! La gente se da cuenta de lo mal que estamos siendo gobernados, lo resiente en su economía; entiende que si nos quitan el petróleo ahora, no los vamos a volver a ver y el país se va a empobrecer mucho más.
Al vaivén del vagón insiste con eso de las clases sociales. Su organización está en la unidad habitacional Alianza Popular Revolucionaria, en Coyoacán, que se edificó en los 70 para beneficiarios del Fovissste. Esa clase media damnificada es la que nutre este tipo de movilizaciones. Ayer se habló, precisamente, de sus bolsillos y su futuro.
López Obrador hizo confluir la preocupación por las dos grandes reformas estructurales de la presidencia de Enrique Peña Nieto: la energética y la fiscal. Las llamó ‘‘neoliberales y neoporfiristas’’. Con un cálculo de matemática simple y la decisión de mover una nueva ficha en el tablero de la política, el ex candidato presidencial lanzó ‘‘un emplazamiento preciso y puntual’’ a los senadores del PAN y a sus antiguos compañeros del PRD a votar conjuntamente en contra de las dos reformas, en vista de que estas dos fuerzas, más los partidos pequeños –PT y Movimiento Ciudadano– podrían arrasar con la alianza PRI-Partido Verde. Sería la mayor derrota de Peña Nieto.
Cortar el copete de privilegios
La mayor ovación para López Obrador la logró con sus palabras de condena al despilfarro del gasto público. Recordó el oneroso bono que recibirán los consejeros del IFE que concluyen tres años de gestión, más de 4 millones de pesos cada uno (aunque ellos aseguran que ‘‘sólo’’ se llevarán ‘‘un millón’’), y remató exigiendo que antes de hacer aún más pesada la carga de impuestos a la población ‘‘primero el gobierno se apriete el cinturón, que se corte el copete de privilegios’’.
Sobre el tema energético, nada nuevo se añadió. Fue el tema fiscal el que atrapó la atención de los manifestantes, entre quienes destacaban los adultos mayores, siempre leales al llamado de AMLO, pero donde ahora destacan nuevamente los contingentes de jóvenes que desertaron al movimiento durante la campaña electoral. La juventud al parecer está de vuelta en estas filas.
La sorpresa la dio la medallista olímpica, hoy senadora, Ana Gabriela Guevara. Mala oradora, con pobre dicción, leyó un discurso que le dio al clavo. Dijo que propuesta fiscal ‘‘no es cualquier cosa’’, porque ‘‘es hablar del dinero que usted gana, de cómo se va obtener y en qué se va a gastar’’. Cuando un gobierno presenta su iniciativa fiscal, añadió, ‘‘nos presenta su verdadero rostro’’. La propuesta peñista ‘‘es engañosa porque quiere vender un México próspero con la idea de sacar mucho más de nuestros bolsillos’’. Y además, ‘‘viene sucia’’, porque perdona transacciones millonarias y carga las tintas a quienes menos tienen.
La sonorense citó el caso de los pobladores fronterizos que verán afectadas sus vidas con mayores tasas del IVA. Y concluyó: ‘‘Hoy están de vuelta las empresas extranjeras con su fingida buena cara, tratando de convencernos de que sólo vendiéndoles nuestros recursos podemos ser un país con presencia en ese mercado mundial que se desploma. No los dejemos pasar’’.
Con su voz, con sus palabras, tomó forma la fuerte presencia femenina en el templete este domingo. Histórica, Rosario Ibarra de Piedra volvió, a la vera de Elena Poniatowska, Laura Esquivel, Ifigenia Martínez y muchas más, lo que hizo que la maestra de ceremonias, Jesusa Rodríguez, fantaseara con la figura de las adelitas contemporáneas, acompañadas por sus hombres para hacer una nueva revolución. Sólo que esta revolución, anticipó, será sin sangre; ellas irán a caballo y ellos, los compañeros, irán detrás, cargando a los hijos y el anafre.
López Obrador ya no convocó a un nuevo mitin. La próxima cita será el siguiente punto del plan de acción de la desobediencia civil que se aprobó hace 15 días: apagar la luz el sábado 2 de noviembre, cuando entre en vigor el gasolinazo. Y más adelante, los cercos pacíficos a las cámaras de Diputados y de Senadores. Pero eso dependerá de las agendas legislativas.
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