sábado, 29 de agosto de 2009

Ciencia, tecnología y cuentas claras

Ciencia, tecnología y cuentas claras


Campa
La importancia de hacer investigación científica radica en que no podemos cambiar los hechos ni los procesos a menos que los comprendamos. Solo se puede aprender intentando hacer las cosas y elevar nuestra conciencia durante el intento.

La ciencia es una tarea estratégica ya que “no se puede calificar a un país moderno si carece de ciencia- dice el físico Luis de la Peña- si su progreso y evolución no se fundan sólidamente en el conocimiento creativo y empuje tecnológico, y si tal desarrollo no se da con un mínimo de equidad y autonomía social”.

La diferencia entre la capacidad científica que existe entre los países centrales y los periféricos, ayuda a comprender el predominio intelectual que ejercen los primeros. Es en las aulas y centros de investigación donde se forman los científicos que provienen de los países pobres. Esta tendencia ocasiona con frecuencia que los científicos se involucren en líneas y proyectos ajenos a las necesidades de sus comunidades, más bien determinados por intereses comerciales o políticos de los centros de dominación -EEUU, Europa y Japón- donde se realizan las dos terceras partes de todas las transacciones financieras en la actual economía globalizada sin la obligación de rendir cuentas.

El analfabetismo científico, la ignorancia social respecto a las cuestiones básicas de la ciencia moderna, y el desinterés de los gobiernos por apoyar las actividades científicas, son entre otros factores lo que limita a países como México para asumir una posición de innovación en el campo científico.

Cada año CONACYT otorga uno de los más pobres presupuestos federales a la investigación que se desarrolla en instituciones de educación superior. Y por si fueran poco esas miserias, acaba de otorgar 2mil millones de pesos a empresas privadas trasnacionales, tales como Volkswagen, Kimberly Clark y Monsanto, con el peregrino argumento oficial de que los recursos públicos deben ser un catalizador para que la iniciativa privada invierta más¡. Es una cuestión de negocios entre particulares?

Las empresas privadas, esas nada democráticas organizaciones opacas, han funcionado históricamente como una red mundial de trasnacionales que buscan hacer buenos negocios, montadas en los presupuestos públicos de los países dominados, a la manera de una planta parásita.

Que tipo de investigaciones realizan las empresas trasnacionales en México, cuales socios e instituciones las avalan con las cuentas públicas y cuales resultados obtienen? Es otra pregunta que no tiene respuestas transparentes, pues por ejemplo, es probable que Monsanto insista en sembrar maíz transgénico que pudiera destruír la diversidad de variedades mexicanas milenarias.

“Nuestro país requiere con urgencia pasar de la etapa de consumidor de conocimiento comprado (a alto precio, por lo demás) a generador y usufructuario de los conocimientos que requiere el desarrollo de un aparato productivo nacional propio e independiente” dice el físico Luis de la Peña. Y para ello se requiere comprender que “Saber ciencia, es decir, aprender la ciencia que han desarrollado otros y dominarla, se practica en todo el mundo… Hacer ciencia es ya otra cosa y son pocos los países que tienen la capacidad de contribuir de manera apreciable a la producción de los nuevos conocimientos científicos. Usar ciencia es aún más complejo, usufructuar la ciencia, utilizarla con efectividad para el beneficio nacional, integrarla verdaderamente a la cultura y hacerla parte de la identidad nacional, aplicarla con eficacia a la solución de los problemas y necesidades locales, y no menos importante, convertirla en soporte de una tecnología propia, es aún más difícil y es en pocos países donde el fenómeno se da con plenitud”. Y por ello se requiere una transformación radical de los propósitos de CONACYT.

La 61 legislatura debiera otorgar plena autonomía a la Auditoria Superior de la Federación para transparentar las cuentas públicas, incluida la de CONACYT.

Y debiera hacer cumplir el 1% del PIB en presupuesto para la investigación, una vez reformado CONACYT.

Junto con ello, debiera aprobar una nueva Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental y con ello develar los reales intereses de investigación en la educación y modernización tecnológica continua de México.

Sin embargo, un amigo me dice que no seamos ingenuos, a propósito del deber ser, pues la moral es el árbol que da moras, según decía el cacique Gonzalo N Santos…

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