Por Alfredo Velarde
A medida que pasan los días y se va desenredando la madeja de insensatez que el (des)gobierno calderonista ha venido esgrimiendo para presuntamente justificar la -en su torpe juicio- “necesaria e inevitable” medida consistente en liquidar a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyF del C), más clara se hace la naturaleza arbitraria, plenamente ilegítima además de ilegal de las razones que la argumentan con cinismo desvergonzado. Un mar de lodo en medio de la montaña de mentiras, cientos y cientos de veces repetidas por los medios electrónicos e impresos sistémicos chatarra, sin embargo, no han sido capaces de evitar que las reales razones de fondo surgieran a la cada vez más indignante visibilidad pública, haciendo ostensiblemente clara la raigambre anticonstitucional del atrabiliario decreto presidencial, a favor de un reaccionario y nítido propósito implícito: la privatización de la red de fibra óptica que supondría una vuelta de tuerca adicional hacia el aparentemente irrefrenable avance privatizador en el suministro del fluido eléctrico.
Pero al avieso e injustificable propósito económico concebido para favorecer de espaldas a la ley a apenas unos cuantos oligarcas favoritos del régimen –entre ellos dos ex secretarios de energía de extracción panista-, y en contra de la inmensa mayoría que terminarán siendo los consumidores, se adicionó el ánimo pulverizador de uno de los más incómodos gremios sindicales del país a la lógica capitalista salvaje neoliberal, el SME, organismo este que en sus más de nueve décadas de existencia activa en el mundo del trabajo nacional ha protagonizado múltiples luchas memorables en la defensa y suscripción de los intereses de la clase trabajadora mexicana. Y para tan ominoso fin, ni a la buro-tecnocracia neoliberal dizque gobernante de los Gómez Mont, Kessel, Lozano y tantos más, ni al autodenominado “presidente del empleo” les importó algo lanzar a la calle con su decreto pisoteador de la letra constitucional y de la propia Ley Federal del Trabajo, a casi 60 mil trabajadores quienes, poco a poco, reaccionan contra la artera y sorpresiva medida liquidadora.
Lo esencial aquí, consiste en el hecho de que la Compañía de LyF del C había sido sometida, planeadamente y desde dentro, durante años, a una deliberada quiebra financiera ocasionada no precisamente por sus trabajadores, como insiste mentirosamente el gobierno, sino por los atorrantes operadores de su Consejo de Administración y que por largo tiempo hicieron todo lo posible, con una y mil maniobras, para presentar a la empresa como claramente onerosa y disfuncional, al tiempo que presentaban a su sindicato histórico, como una suerte de nido de corrupciones sin fin, y a sus propios trabajadores como una runfla de vagos, para colmo “privilegiados”.
En cualquier caso y como casi siempre ocurre, tarde o temprano, la verdad emerge a la luz y hoy ya son muchos más que los miles de damnificados directos por la ilegal liquidación que empero no desaparece la materia de trabajo, quienes repudian la medida y se suman activa y críticamente a la lucha contra el Estado canalla de los neoliberales, como bien se pudo atestiguar en la multitudinaria marcha de casi 400 mil opositores a la liquidación de LyF del C y en solidaria defensa del SME, el pasado viernes 16 de octubre en que quien esto escribe y junto a múltiples organizaciones sociales, civiles, populares y partidarias, concurrimos para colmar el Zócalo metropolitano de la ciudad capital, hasta en tres ocasiones sucesivas, durante la tarde-noche en que varios miles de mexicanos indignados, que suscribieron la convocatoria en apoyo del SME y sus trabajadores, ni siquiera pudieron acceder a la explanada del centro político neurálgico de la nación, simplemente por falta de lugar en el espacio colmado.
Ciertamente el servicio del servicio eléctrico había venido siendo cada vez más deficiente por los obsoletos equipos que la empresa no quiso sino parcialmente modernizar, precisamente para crear esa imagen que la empresa fabricó bajo maquiavélicos propósitos que ahora quedaron desnudos. Es verdad, también, que quienes han venido ocupando la cúpula burocrática del SME no son precisamente hablando arcángeles y comparten mucho de lo malo del viejo corporativismo sindical mexicano a la antigua. Pero este movimiento naciente, henchido de dignidad, resulta plenamente legítimo, correcto y necesario, y por eso mismo, parece predestinado a crecer y multiplicarse como expresión emblemática de un movimiento opositor mucho más amplio y complejo contra los canallas del Estado neoliberal que sólo haciéndolo estallar en mil pedazos, se lo podrá detener. Pero para que ello ocurra, es preciso que el movimiento desde sus bases mismas rebase a la timorata dirección sindical, no muy distinta a aquella que ha contribuido a desmovilizar a los trabajadores de la llamada Unión Nacional de Trabajadores (UNT).
Su reto más inmediato, en tal sentido, consiste en que sus esforzadas bases resistan a la tentación de liquidaciones concebidas para sacarlos de la acción resistente y, rehaciéndose a la sorpresa del artero golpe gubernamental y a la estrategia auto-centrada en la ruta larga de la controversia constitucional que de cualquier forma debe también transitarse, revierta la desmovilización, se alíe a las organizaciones sociales y a la propia sociedad inconforme, para movilizarse, resistir el reflujo, preparar la huelga general en solidaridad acompañada de la suspensión de pagos de la mayoría de los consumidores conscientes, para derrotar al régimen.
Los trabajadores del SME lo merecen, la sociedad lo necesita, como el atisbo prefigurador de la segunda revolución mexicana que acaso empieza a asomar en el imaginario inconforme de los muchos que queremos gritar un ¡Ya Basta! más poderosos que aquel que un primero de enero de 1994 conmocionó ya antes y pletórico de esperanza, las aspiraciones generales del abajo social explotado y oprimido de los mexicanos.
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