Amy Goodman
“En definitiva, el triunfo de un país depende del temperamento de sus ciudadanos”, sostuvo George W. Bush la semana pasada durante su discurso de inauguración de la biblioteca presidencial erigida en su honor en Texas. La biblioteca abrió sus puertas oficialmente el 1° de mayo, el día en que se cumplieron 10 años del pronunciamiento de su famoso discurso “Misión cumplida” a bordo del buque USS Abraham Lincoln, cerca de la costa de San Diego. En su discurso en la biblioteca, Bush, al igual que el Presidente Barack Obama, la ex Secretaria de Estado Condoleeza Rice y otras personas omitió mencionar la palabra “Irak”.
La violencia en Irak aumentó en abril: 460 personas murieron y 1.219 resultaron heridas, en su mayoría civiles, en olas de ataques y contraataques que recuerdan el peor momento de violencia sectaria en el país, ocurrido entre 2006 y 2008. Al menos 13 personas murieron el 1° de mayo, lo que presagia un mes con iguales niveles de violencia. En medio de la violencia actual, una joven soldado embarazada fue enviada a prisión esta semana por desertar, tras haberse negado a regresar a la guerra de Irak en 2007. La soldado raso Kimberly Rivera fue enviada a Irak por primera vez en 2006. Estaba a cargo de la vigilancia de la entrada de la Base de Operaciones de Avanzada Loyalty en el este de Bagdad, en un momento en que la base era atacada constantemente. Comentó acerca de la experiencia: “Vi cómo es realmente la guerra y eso me hizo abrir los ojos: personas que mueren por la codicia de un país y los efectos en los soldados que regresan con problemas como pesadillas, ataques de ansiedad, depresión, ira, abuso de alcohol, miembros amputados y cicatrices por quemaduras. Y algunos ni siquiera regresan”.
Su abogado, James Branum, que defiende a varios soldados que se niegan a combatir, me dijo: “Kimberly sintió que, moralmente, no podía hacer lo que le pedían. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que pondría a otros soldados en peligro si no tiraba del gatillo llegado el momento. Habló con un capellán al respecto, que no le prestó la debida atención y no le dio el consejo que realmente necesitaba”. El capellán debería haberle avisado a Kimberly Rivera que podía solicitar ser declarada objetora de consciencia.
Al no saber cuáles eran sus opciones, mientras estaba de licencia en Texas en enero de 2007, Kimberly decidió que no regresaría a la guerra. Junto con su esposo, Mario, y sus dos hijos pequeños, viajó a Canadá y se instaló en Toronto mientras solicitaba ser declarada refugiada. Kimberly y Mario tuvieron dos hijos más allí.
Canadá tiene una larga tradición como refugio para quienes se resisten a combatir en una guerra. Durante la Guerra de Vietnam, decenas de miles de jóvenes (se desconoce el número exacto) se negaron a combatir y huyeron de Estados Unidos para evitar el servicio militar. Una vez terminada la guerra, a la mayoría le concedieron amnistía y pudieron regresar al país. En 2004, Jeremy Hinzman se convirtió en el primer soldado estadounidense del que se tiene conocimiento que huyó a Canadá por oponerse a la Guerra de Irak. Poco después se creó en Toronto la campaña “War Resisters Support Campaign” (Campaña de apoyo a quienes se oponen a ir a la guerra). Al menos once soldados obtuvieron la residencia permanente en Canadá y se les reconoció la condición de refugiados. Kimberly Rivera cuenta con el apoyo de ese grupo, además del de miembros del Parlamento canadiense, Amnistía Internacional y el arzobispo sudafricano y Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu. A pesar del precedente y del constante apoyo que recibió, el gobierno canadiense rechazó su solicitud de refugiada. Por lo que Rivera se entregó a las autoridades estadounidenses en la frontera entre ambos países el 20 de septiembre de 2012.
En su consejo de guerra, realizado esta semana en Fort Carson, Colorado, el juez condenó a Rivera a 14 meses de prisión, aunque más tarde redujo la condena a 10 meses, en virtud de un acuerdo mediante el cual la acusada se declaró culpable. James Branum habló de la condena: “El fiscal sostuvo en el juicio que le solicitó al juez que dictara una condena severa para aleccionar a quienes huyen a Canadá por negarse a ir a la guerra. El gobierno canadiense, al deportar a Kim, alegó que ella no afrontaría ningún castigo grave como objetora de consciencia por haberse negado a combatir en la guerra. Y, en realidad, eso fue precisamente lo que sucedió. Ese fue el argumento utilizado por la fiscalía, que debería ser castigada por hablar en contra de la guerra. Conocemos otros casos de resistencia a la guerra que han sido castigados con penas más graves, de hasta 24 meses de prisión. Muchas personas que evitan combatir reciben una condena sin prisión o una pena corta de prisión. Y los desertores, en general, más del 90%, no van a prisión. De modo que consideramos que están utilizando a Kim como forma de ejemplarizar”.
Kimberly Rivera se negó a disparar a niños en Irak. Tuvo el valor de desobedecer, de resistir. Ahora permanece en prisión, embarazada, lejos de su esposo, Mario, y de sus cuatro hijos: Christian, de 11 años; Rebecca, de 8; Katie, de 5; y Gabriel, de 2. George W. Bush tenía razón cuando dijo que el triunfo de un país depende del temperamento de sus ciudadanos, es decir, de ciudadanos como Kimberly Rivera.
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