lunes, 22 de julio de 2013

Sin pruebas me acusaron de narco: Lemus / La redacción



“Los Malditos, crónica negra de una cárcel de exterminio” (Random House Mondadori) será presentado el 16 de julio en México y es el resultado de los tres años y cinco días que Lemus pasó encerrado en el penal de máxima seguridad de Puente Grande (oeste).

Recluido desde 2008 en una zona de aislamiento del penal, Lemus logró ingeniárselas para escribir en el día lo que algunos célebres delincuentes y vecinos de celda le contaban entre susurros por la noche.

Mario Aburto, asesino en 1994 del entonces candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio; Álvaro Darío Valdez, ‘El Dubi’, miembro de la sanguinaria banda de los Narcosatánicos, y Daniel Arizmendi, apodado ‘El Mochaorejas’ porque gustaba de cortar orejas a sus víctimas de secuestro, son parte de la lista de personajes que conoció Lemus, que prefiere no dar muchos detalles de sus retratos.

En una entrevista con la AFP, el periodista relata cómo sacaba de la cárcel los textos escritos en las raciones de papel sanitario a las que tenía derecho diariamente. Las tiras de papel las doblaba en pequeñas piezas que escondía y después entregaba a su esposa en las visitas conyugales para que se las llevara metidas dentro de los zapatos.

Lemus reconoce que esa vocación de reportero fue lo único que lo alentó a seguir viviendo en esos oscuros años, en los que se convirtió en el único caso conocido de un periodista encarcelado en México por narcotráfico cuando el país vivía azotado por la lucha frontal antidrogas del gobierno de Felipe Calderón (2006-2012).

En mayo de 2008, cuando fue detenido, Lemus era director de El Tiempo, un periódico local del municipio de La Piedad en el estado de Michoacán (oeste), donde Felipe Calderón había iniciado su despliegue militar contra el narcotráfico, que generó una ola de violencia en la que más de 70.000 personas fueron asesinadas durante su mandato.

El periodista investigaba entonces las redes que había tejido uno de los cárteles entre Michoacán y el vecino estado de Guanajuato (centro) cuando un comandante de la policía, que había sido una de sus mejores fuentes, lo entregó a policías vestidos de civil.

“Me esposaron, me pusieron una capucha y me secuestraron dos días en un lugar desconocido a manos de policías. Ahí sufrí la tortura que yo ni siquiera me imaginaba que existía”, recuerda este periodista especializado en asuntos policiacos.

La bolsa de plástico en la cabeza para asfixiarlo, los toques eléctricos en los testículos y las golpizas con tablas, entre otros suplicios, no lograron hacerlo firmar una declaración para reconocer ser parte de un cártel, pero después aceptó declarar que fue detenido junto a dos hombres que resultaron ser narcotraficantes.

El periodista fue sentenciado a 20 años de prisión por promoción del narcotráfico y al poco tiempo fue enviado a Puente Grande, donde los primeros seis meses permaneció en una pequeña celda en la que casi siempre lo mantenían desnudo.

Todas las noches lo sacaban a un patio donde lo hacían rodar por el suelo con chorros de agua a presión. “Me ponían unas palizas que mejor no te platico”, explica el comunicador, de 46 años, que tuvo que hacerse cargo de su defensa porque dos de sus abogados fueron asesinados.

Finalmente, una juez federal aceptó su apelación en mayo de 2011 y lo puso en libertad.

El periodista recuerda que su diario, que cerró tras su detención, había criticado sistemáticamente a la administración local y a los “amigos del expresidente Felipe Calderón”, originario de Michoacán.

El reportero ahora no puede volver a La Piedad y sobrevive con dificultad en Morelia, capital estatal, sin poder ejercer su labor periodística.

En Reporteros sin Fronteras “consideramos que es un caso inédito. No tenemos registrado ningún otro caso de un periodista que haya sido detenido tres años” y acusado de colaborar con el narcotráfico, dijo a la AFP Balbina Flores, corresponsal de la ONG de origen francés, que enmarca el caso en la vulnerabilidad de la prensa en México.

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