sábado, 7 de febrero de 2009

Me’phaas y activistas expulsan a soldados de Barranca de Guadalupe

Rechazan militares intimidación a indígenas; “venimos por enervantes”, alegan


Aquí sólo entran sin permiso, ocasionan daños y roban en parcelas, les reprochan

CITLAL GILES (enviada
)

Barranca de Guadalupe, Ayutla, 6 de febrero de 2009. En un hecho inusual, habitantes de la comunidad Barranca de Guadalupe, apoyados por el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, integrantes de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, las Brigadas Internacionales de Paz y la Organización de Pueblos Indígenas Me’phaa (OPIM) expulsaron a unos 50 militares del 48 batallón de infantería, con sede en Cruz Grande, quienes desde el domingo pasado instalaron un campamento en esa población, en el punto conocido como colonia de Filo Mayor.

Luego de que se confirmara que el Ejército tenía su campamento en esa zona, la comitiva encargada de documentar las quejas de los habitantes salió desde muy temprano hacia el punto donde se encontraban los soldados, ubicado a 3 horas de Ayutla.

En la colonia Filo Mayor la comitiva fue detenida por un convoy militar encabezado por un Hummer 0848146. Una vez identificados, el director de Orientación y Quejas de la Coddehum, Armando Ramírez Cuevas, así como el visitador Juan Silva Santana, lograron pasar hasta donde los guachos –como los llaman los habitantes del lugar– tenían instalado su campamento.

Ahí, una de las indígenas discutía con uno de los 15 soldados que se encontraban en el campamento, a quien le reclamaba que en lugar de ir a llevar temor entre los habitantes, deberían enviarles obras y beneficios para su pueblo.

“No, no estamos agrediéndolos. Nosotros tenemos pláticas con los muchachos; ahí se les enseña a cómo comportarnos con la sociedad civil, con respeto, incluso cuando estoy trabajando les digo a los muchachos que no agarren ni un producto, porque es su cosecha de ellos (los indígenas), nosotros sólo venimos por los enervantes”, argumentó el subteniente del 48 batallón de Infantería, Henry Luis Ancona Flores.

Sin embargo, pronto llegó la intimidación de la tropa, ya que poco a poco fueron saliendo de entre los matorrales, y hasta un convoy que minutos antes se había ido a hacer su recorrido, regresó al campamento para reforzar a sus compañeros; al final ya eran al menos unos 50 soldados.

Mientras la comitiva platicaba con el subteniente, otros militares tomaban fotos y video de los indígenas; algunos, que en un principio estaban cubiertos con pasamontañas, se lo quitaron y comenzaron a rodear a los integrantes de la OPIM, de Tlachinollan y de Derechos Humanos.

En tanto, Ancona insistía en que su misión en Barranca Guadalupe era hacer recorridos porque se tenían denuncias de que había sembradíos de amapola, y pidió a uno de los militares traer su teléfono celular, con el que tomó una fotografía a una hoja de amapola e insistió en que su trabajo es encontrar enervantes.

“Pero ustedes no pueden entrar a la comunidad sin permiso de los habitantes y además de que entran sin permiso, se instalan, causan daños y robos a las parcelas”, argumentó uno de los abogados de Tlachinollan.

Luego de una media hora de discusión, los militares accedieron a retirarse del lugar.

A una orden de Ancona, la tropa comenzó a levantar sus cosas; otro grupo de militares comenzó a salir del campamento a pie hasta llegar a donde habían dejado otros dos vehículos, con las matrículas 0848141 y 0848242.

Mientras lo hacían, los indígenas les gritaban “fuera” “váyanse” y “aquí no los queremos”, contentos de haber logrado el objetivo: sacar a los guachos de su comunidad.

Sin embargo, los me’phaas no se quedaron tan contentos y decidieron seguirlos para que no fueran a tomar la desviación hacia la comunidad de El Camalote.

Una vez que lograron expulsar a los militares, Andrea Eugenio Manuel, comentó que unos minutos antes de que llegara la comitiva al campamento de los militares, ella observó cómo algunos soldados correteaban a unas mujeres, “yo vi a los guachos, eran muchos, como 8, corrían atrás de dos mujeres en el cerro”.

Aquí no hay droga, hay milpa

Durante el paso de los militares en Barranca de Guadalupe encañonaron a uno de los habitantes, lo revisaron, además, dejaron daños a las parcelas de seis indígenas, y sobre todo, mucho temor entre los habitantes al grado de que tienen que salir huyendo de sus casas hacia otras comunidades.

“Los militares entraron a mi parcela, pisaron mi siembra de maíz, cortaron chile, destruyeron toda lo que sembramos”, dijo Lorenzo Fernández Ortega.

Recordó que los soldados llegaron desde el domingo, dejaron sus vehículos en el crucero de Filo Mayor y subieron a pie hasta la comisaría, donde hay unas 10 casitas de adobe, “rodearon todo el lugar como diciendo ya llegamos y luego volvieron a regresar a su campamento”.

Destacó que todos los días los militares subieron a la comunidad, pero fue hasta el jueves, cuando unos 20 soldados entraron a las parcelas, destruyeron su maíz, robaron las toronjas y pisaron sus plantas de chile, “destruyeron todo el sembradío” y aunque Lorenzo les pedía de favor que no lo destruyeran, no le hicieron caso, “nos decían que era de la fruta que ya estaba podrida, que estaba en el suelo”.

Una forma en la que las tropas castrenses se acercan, denunció Andrea Eugenio Manuel, es llamar a los niños a quienes tratan de convencerlos a cambio de ofrecerles dulces, “pero no se acercaron los niños porque les tienen mucho miedo, incluso no quieren ir a la escuela”.

Eugenio Manuel recordó que hacía dos años que no iban los militares por esa zona, pero ahora –atribuyó– como han vuelto a insistir con las denuncias contra ellos, “regresaron a hostigarnos, violan a las mujeres, incluso hacen disparos al aire, roban chivos, gallinas para que no sigamos con las denuncias; vienen con el argumento de que hay droga, pero aquí hay pura milpa”.

En el caso de Melesio Flores de Jesús, dijo que el jueves unos 15 militares lo detuvieron preguntándole si vendía su chivo, y posteriormente lo encañonaron y a señas le pidieron que se quitara la gorra, se levantara la camisa y comenzaron a revisarle el pantalón, además de interrogarlo sobre lo que estaba haciendo y a qué se dedicaba.

Melesio, de 47 años y visiblemente cansado y atemorizado por las actitudes de los últimos días del Ejército, dijo que teme hasta trabajar porque de repente llegan y entran a las parcelas.

“Ese día entraron a la parcela de otra persona y como no había nadie se robaron las naranjas, la milpa, todo se llevan”, comentó.

Clemencia Flores Espinoza, de 20 años dijo que cuando vio entrar a los militares a su parcela, corrió a esconderse en el río, por el temor a ser violada, ya que se encontraba sola con sus dos hijos, uno de 4 años y otro de 4 meses de nacido.

“Cuando vi a los guachos me escondí donde no me podían ver, pero yo sí los podía ver que me robaron mis cañas, mi cubeta con agua, eran como 12 y me robaron como tres kilos de jamaica y cuatro de frijol”, denunció.

Explicó que la jamaica la iba a vender a 40 pesos el kilo, de modo que perdió 120 pesos. Además, con los cuatro kilos de frijol pudo haber comido cinco días, “ahora sólo voy a comer tortilla con sal”.

Con la expulsión que lograron hacer del Ejército, consideran que van a estar un poco más tranquilos al menos por unos días.

Fuente. La Jornada de Guerrero.

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