Más allá de las valoraciones subjetivas que reviste toda campaña mediática, quiero señalar la indebida promoción personal de algunos de los integrantes de la actual dirección nacional. La reciente reforma al artículo 134 constitucional prohíbe la promoción personal, bajo cualquier modalidad de comunicación social, de los servidores públicos —diputados y senadores incluidos—, situación que cobra una connotación especial en los partidos, pues sus campañas se financian, además de con recursos públicos, con las cuotas de sus militantes, pertenezcan o no a sus corrientes internas, por lo que al menos esta campaña debería reflejar la pluralidad que caracteriza al PRD y no sólo a alguna de sus expresiones.
Por otro lado, si bien las formas son importantes, lo son más los asuntos de fondo. Algunos de los contenidos de dicha campaña no sólo denotan confusión, sino se apartan de los lineamientos básicos del PRD. Es el caso del mensaje que señala que el PRD propone una economía basada en el “libre mercado”.
¿En realidad estamos a favor del libre mercado? Nada más ajeno a nuestra línea programática. Durante décadas, el PRD ha cuestionado el modelo económico neoliberal fundado en el libre mercado, ya que el mercado actúa bajo la lógica de la acumulación del capital que ha ampliado la brecha de pobreza e inequidad.
Hemos sostenido que la integración económica internacional y nacional es un problema mucho más amplio que el comercio y la economía, y que debe incluir aspectos de desarrollo y cohesión social que la liberalización del mercado es incapaz de atender. Resulta absurdo reivindicar esta propuesta cuando la actual crisis económica ha puesto en evidencia el fracaso del mercado y su incapacidad para garantizar el desarrollo y abatir la desigualdad, lo que ha obligado a replantear la intervención del Estado en la regulación de la economía y en el rescate del sector financiero internacional.
¿Dónde está nuestra propuesta? ¿Cuál es el nuevo rol que el Estado debe cumplir en este proceso? No se trata de restituir el estatismo anacrónico, autoritario y paternalista del pasado, sino de identificar las responsabilidades sociales del mismo y su papel regulador en la economía como parte de los desafíos de la democracia. Ese es el asunto que debería plantear el PRD.
Entiendo que en la disputa del poder político a través de la competencia electoral los partidos busca mantener y ampliar su electorado. Sin embargo, la lógica electoral y la búsqueda de mayores posiciones han llevado al PRD a tal pragmatismo que la “disputa por el centro” ha diluido su discurso y, por tanto, las diferencias ante los proyectos que representan otras opciones políticas.
La campaña electoral debe convertirse en un espacio para impulsar un proyecto propio. El PRD debe diferenciarse claramente de los otros partidos, tomar iniciativas e impulsar cambios, vinculando su acción con los gobiernos que encabeza y con el movimiento social, para desde ahí definir su agenda parlamentaria.
Es un error alentar la percepción en la sociedad de que todos los partidos somos igual y lo mismo. Por el contrario, el PRD debe ofrecer al elector una opción que se identifique como una alternativa frente a la derecha neoliberal, que ha impulsado un modelo de desarrollo económico basado en el mercado libre y que ha llevado a la ruina a nuestro país.
aencinas@economia.unam.mx
Profesor en la Facultad de Economía de la UNAM
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