Gustavo Lomelín
Gatopardismo de derecha
El presidente Felipe Calderón ha puesto en marcha una estrategia de elección de Estado para tratar de mantener el número de diputados federales que tiene en la Cámara Baja y ganar la mayoría de las seis gubernaturas en disputa el próximo 5 de julio. Está en juego el margen de maniobra fiscal para darle gobernabilidad al país y fortalecer su proyecto de derecha en el poder.
Al principio de su gobierno, Calderón confió a sus íntimos que “llegar al poder y mantenerlo es una suma de sacrificios éticos y políticos”. Como político pragmático usa todas las herramientas a su alcance para lograrlo. Atrás quedaron los viejos principios de ética pregonados desde la plataforma del PAN cuando era oposición política. Con sus nuevas alianzas mantiene el viejo sistema corporativo (SNTE, SNTSS y otros) y los privilegios de los poderes fácticos.
Lo mismo usa la guerra sucia electoral y las campañas negativas a través de su brazo partidista, que la maquinaria del aparato del Estado a través de los programas sociales, las campañas mediáticas y sus aliados de los medios para elevar los índices de aprobación entre la población a pesar de las crisis sanitaria, económica y de seguridad que sufre el país.
Igual placea en los toros a su esposa Margarita Zavala que la lleva al hangar presidencial para recibir a los mexicanos discriminados en China por la epidemia de influenza. Lo mismo maximiza mediáticamente operativos contra el crimen organizado en Zacatecas y Michoacán que minimiza los de Morelos. Todo con fines electorales.
Filtran información y videos contra los adversarios políticos, crean cortinas de humo para distraer la atención de los problemas económicos y sociales reales y declaran una descarnada guerra política electoral con un gran fuego cruzado. Con un gatopardismo de derecha se practica un estilo autoritario del poder sin un proyecto claro de nación. En medio de las crisis entremezcladas y en la víspera del centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia, se prepara la mano dura y sin ingenuidad ni experiencia, se desatan los demonios de la perversidad política.
*Periodista
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