viernes, 10 de julio de 2009

Calderón Derrotado




Calderón Derrotado

Por Eduardo Ibarra Aguirre

Más que Acción Nacional, su partido, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa fue el gran derrotado por la ciudadanía que acudió a las urnas el domingo 5.

Con una buena dosis de formalismo se podrá enmendar la plana a este escribidor que optó por recorrer la fecha de la de hechura de Utopía, y espetarle: ¡Calderón Hinojosa no compitió para ningún cargo de elección popular!

El economista y abogado compitió desde la primera fila de su partido por medio de uno de los suyos, Germán Martínez Cázares quien privilegió al calderonismo en el núcleo dirigente; también a través de un desbordado empeño por convertir la Guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado en instrumento de propaganda electoral y medio para provocar problemas, por la vía ministerial, a los adversarios.

El grupo gobernante no reparó, con la partidización, en los altísimos costos humanos, materiales e institucionales que paga el país, y menos aún que el programa que, ciertamente, dispone de amplio apoyo ciudadano no arroja resultados que modifiquen sustantivamente las tendencias criminales.

Con la llamada g uerra se inauguró este gobierno que padeció de un déficit de legitimidad y antes de llegar a la mitad del camino se encuentra más que acotado por el impresionante avance en las urnas del Partido Revolucionario Institucional. Por cierto, sin que mediaran puestas al día tras las históricas derrotas que sufrió a partir de las legislativas de 1997 y las presidenciales de 2000.

Por el contrario, la indolencia e ineptitud mostrada por el gobierno del michoacano de Morelia, donde pese a la obsesión familiar también retrocedió su partido, frente a la crisis que durante la contienda electoral propagó “que viene de fuera” –como si ello modificara los desmesurados costos sociales--, fue puntualmente cobrada por un electorado que comprobó en sus bolsillos y hogares que ni siquiera los limitados programas oficiales fueron capaces de aplicarlos al 100 por ciento al concluir el primer semestre del año.

Al conquistar el tricolor , como indican las estadísticas oficiales, cinco gubernaturas y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, solo o en alianza con el Partido Verde Ecologista de México, siempre y cuando satisfaga las ambiciones de Jorge Emilio González Martínez para articular una alianza legislativa, Calderón pasa del acotamiento a cargo del foxismo y el Yunque en la primera mitad de su gobierno, al del Revolucionario Institucional en la segunda parte.

Del significado político de la novedosa y compleja circunstancia presidencial tuvimos un adelanto en el mensaje dirigido a la nación. Si bien Felipe de Jesús Calderón mostró entereza para sumir la nueva correlación de fuerzas, mientras los dirigentes de su partido hacían malabarismos, no estuvo exento de la fraseología con la que identifica, en automático, así mismo con los intereses de la nación y a los partidos con intereses parciales, de los sectores sociales y de los grupos económicos. Nada más equivocado. No basta decirlo, es preciso serlo y también parecerlo. Además, el lenguaje corporal del señor que hasta hace unos días trazaba planes y fijaba metas para el México de 2040, dice muchísimo más.

El acotamiento significa, entre otras cosas, que el principal empleado del país tendrá que asumirse cada vez más como tal y cada vez menos como el reverenciado señor presidente que a base de la popularidad, fabricada por la mediocracia a cambio de grandes recursos del erario, supusieron que era suficiente para ganar las elecciones intermedias y gobernar el siguiente trienio.

Significa, por sobre todo, que la agenda legislativa presidencial tendrá un contrapeso mayor en San Lázaro que obligará a negociar más y mejor todas las iniciativas de ley con el Institucional.





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