Fuente: La Jornada de Zacatecas
Redacción
Armando Tiburcio Robles
No es que se haya ido. Siempre ha estado ahí. Pero es indudable, aunque no lo parezca, que la forma en que para los partidos de la izquierda se presentaron los acontecimientos políticos y los resultados electorales del 5 de julio ofrecen a Andrés Manuel López Obrador una plataforma útil para retomar el liderazgo indiscutido que alguna vez tuvo en esa franja del espectro político y proyectar su estrategia electoral hacia 2012.
Donde analistas, críticos y militantes señalan una catástrofe electoral para la izquierda por la baja votación obtenida por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), López Obrador ve un excelente resultado, sumando los votos de los tres partidos que lo apoyan: PRD, Convergencia y Partido del Trabajo (PT).
Si en 2003, dice, entre los tres juntos obtuvieron un poquito más de 20 por ciento de los votos (que ayudaron para apalancarse hacia la candidatura presidencial de 2006), ahora los tres por separado suman un poquito menos de ese 20 por ciento. En el contexto de las recientes elecciones, eso es un hecho alentador. Así lo deja
ver en entrevista concedida a La Jornada y publicada el pasado martes 7.
Claro que en ese entonces AMLO tenía suficiente fuerza y aliados para mantener el control de la dirigencia nacional del PRD, había una clara alianza de esos partidos en torno a su persona y él era nada menos que el jefe de Gobierno del Distrito Federal. Las otras palancas para la candidatura. Por eso ahora, después de la contienda electoral, para la etapa que sigue necesita recuperar y volver a articular esos factores.
Para recuperar el partido, los hechos de Iztapalapa le abrieron la gran oportunidad. Hay quien dice que fue a meterse en una pelea de barrio, mostrando lo chiquito que ya es, cuando llegó a tener en sus manos la disputa por la nación. Pero Iztapalapa fue mucho más que eso.
La maniobra política que ahí ejecutó no sólo desnudó la decisión improvisada de los magistrados del tribunal que quitaron la candidatura delegacional a Clara Brugada, sino que puso
totalmente en cuestión la intromisión de los tribunales en la vida interna de los partidos. De pasadita, quedó en entredicho el manoseado proceso legal que terminó por darle la presidencia nacional del PRD a Jesús Ortega.
Para el anecdotario del surrealismo electoral, con Juanito de por medio, derrotó a Nueva Izquierda en su propio terreno, dentro del partido y desde otro partido. Después de esa joya, el paso lógico será ir por el control del partido del que se niega a salir y del que nadie lo va a sacar. ¿Alguien lo duda?.
Ya suenan fuerte las voces que piden la renuncia de Ortega. Irán subiendo de tono. El mismo Marcelo Ebrard, desde la jefatura de gobierno del DF, se lo mandó decir con aquello de “que dirijan al partido los que ganaron los votos”.
Pero sería un error creer que esa nueva disputa va a provocar expulsiones, renuncias masivas o la ruptura entre los dos grandes polos del perredismo. Para AMLO todos suman, incluidos los chuchos, pero los quiere subordinados. A Nueva Izquierda se le pedirá que vuelva a la posición en la que mejor se han movido: activando al aparato del partido, pero como segundos de a bordo.
Ya Alejandra Barrales, presidenta del PRD en el DF, los invitó a gobernar juntos en Iztapalapa, claro, después de que los partidarios de AMLO la tomen en sus manos. En cuanto al apoyo que pudiera requerir desde el gobierno del DF, no parece haber algún problema.
Ebrard se mantendrá en la órbita y apoyará la consolidación de ese polo político, para acrecentar su presencia pública, desde luego, a la espera de los acontecimientos. Lo acompañarán, como garantes de que así sea, los nuevos jefes delegacionales
y los 30 asambleístas del PRD, cuya absoluta mayoría pertenece a los grupos que apoyan a AMLO.
Y a pesar de todo… lo anterior no es garantía para que López Obrador sea candidato presidencial o gane la Presidencia de la República. Tiene una gran deuda con el electorado. Permitió el derroche descomunal de capital político y tiene un inevitable desgaste de su imagen pública. Para el éxito electoral futuro de la izquierda no bastará con los convencidos, hoy, de que hay que salvar a México.
Tendrá que incrementar el gradiente de esperanza entre aquellos que pueden marcar la diferencia. Eso dependerá del proyecto político, del discurso con que
se presente, de la imagen que se ofrezca, de la efectividad de las iniciativas políticas que se realicen y de la organización social que se impulse.
En ese cometido, con posibilidades de liderazgo, AMLO no está solo. No es el único y lo sabe. Por eso ha dicho que rumbo a 2012 no descarta nada y a nadie, que las decisiones habrán de tomarse en su momento.
Por ahora los hechos dejan ver que quien puede articular las posibilidades futuras de la izquierda electoral en México se llama Andrés Manuel López Obrador y queda claro que, a pesar de muchos pesares, no estaba muerto…
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