viernes, 10 de julio de 2009

La Fe en Dios de Calderón y la Cuestión de las Drogas




La Fe en Dios de Calderón y la Cuestión de las Drogas

Por Alfredo Velarde

Cada ocasión en que Felipe Calderón hace alguna referencia a su peculiar y dogmática forma de entender la fe en Dios , voluntaria o involuntariamente emprende un doble salto mortal de espaldas al vacío que lo exhibe en la supina ignorancia que tipifica caracterizadoramente a su vena, más que conservadora, profundamente reaccionaria e intolerante. Así ocurrió el viernes 26 de junio, precisamente en ocasión de la celebración, en la residencia oficial de Los Pinos , del Día Internacional contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas . La declaración central, al respecto, no pudo ser más impertinente y fuera de tono para alguien que asaltó la presidencia de la república para pontificar a diestra y siniestra lo que debe y no debe de ser, según la estrechez de su aguda dolicocefalia . Haber dicho, ese día, que “No creer en Dios hace a la juventud esclava de narcos” ( La Jornada , 27-VI-09), supone ignorar, de cabo a rabo, no sólo la etiología del grave fenómeno social asociado a las adicciones que es, como se sabe, comprobadamente multifactorial , sino que también implica que Calderón prescribe desde la doble moral que acostumbra a practicar, como antídoto a las adicciones, una abstracta “fe en Dios” (que encubre además y objetivamente la función anestésica y distractora de la religión sobre los problemas del mundo real) en modo alguno piadosa, y, por cierto, absolutamente desmarcada de la base ética de la que partió el cristianismo genuino, a la postre prostituido por esa corrupta empresa transnacional en que devino El Vaticano , por ejemplo, hace años envuelto en Italia en un sonado escándalo precisamente porque se descubrió que una de sus entidades financieras, el Banco Ambrosiano , estuvo (¿sigue estándolo?) involucrado en el lavado de dinero sucio del narcotráfico que procedía de algunos de los principales cárteles colombianos. Conmovedor, ¿no es así?

Pero la desmesura de su inmoderado dislate fue a más, pues anticipándose por semanas al conocimiento puntual y con la autopsia en la mano de las causas reales del deceso del vacuo y ultra comercial cantante pop del enajenante mainstream musical norteamericano, Michael Jackson (por cierto ídolo de los fresas que no se meten ni aspirinas y que como músico era estupendo bailarín), dedujo que su muerte se explica por razones asociadas, sin más, a la droga ( ¿sister morphine? ). Según Calderón, la muerte de Jackson se debió a la drogadicción del cantante (lo que no sería por cierto raro, pero no es lo que aquí discuto), para de ahí arremeter contra “los jóvenes que no creen en Dios” (¡Ave María purísima!), dado que la “falta de asideros trascendentes” y los “malos ejemplos” de personalidades como Jackson, los conduce –siempre en la determinista lógica-ilógica ultraconservadora de un señor que se cree presidente de una (semi) república que vapulea con su mal “gobierno”- a caer en las garras de las adicciones (¿de las que nos pretende “salvar”?). El argumento calderónico, además de maniqueo y trivial, resulta absurdo y banal, en virtud a que la ruta que pergeña para sacar a los jóvenes de las drogas (¿joven igual a drogadicto?), es obligarlo a abrazar su unilateral y metafísica adicción al opio del pueblo , que no otra cosa sino eso es la religión en la visión científico-crítica que Marx emprendió de ella, mal que le pese a los baratos afanes de monaguillo ultramontano del cerril michoacano dizque “presidente”.

Si ser ateo y radicalmente agnóstico equivale a carecer de “asideros trascendentes” , como preámbulo ineludible de la drogadicción, desde el estrabismo metafísico de Calderón, entonces yo soy la Madre Teresa de Calcuta . Ya que, en realidad, lo que el autodenominado “presidente del empleo” está haciendo con su verborrea submental es escamotear las causas reales, objetivamente documentadas, del grave problema social representado por la drogadicción y que, por lo demás, no se resolverá pontificando desde la ideología, entendida ésta como falsa conciencia, sino atacando las causas auténticas que la ocasionan y que son bastante más terrenales de lo que supone la ignorancia galopante del ínfimo Calderón que silencia la prédica del engaño que practican las iglesias, al lado de la opresiva política de fuerza del Estado mexicano militarizado en sintonía con el sistema de explotación que todo capitalismo asegura en contra de la gente de quien afirma preocuparse Calderón, aunque en los hechos, no haga otra cosa que complicar las duras condiciones de vida de los mexicanos y de los jóvenes en particular. Dichos son amores, pero otra cosa son los hechos de los que no vemos otra cosa sino un extremo fundamentalismo talmúdico de lonchería. Así, Calderón, hace abstracción de que a la mayoría de los jóvenes, en el capitalismo salvaje de credo neoliberal que ama tanto como al Sagrado Corazón de Jesús mismo, se les está negando el acceso a la educación y al trabajo, para después moverse a sorpresa de que, por marginación y frustraciones múltiples, los jóvenes acudan a la salida falsa de las drogas, cuando las alternativas brillan por su ausencia.

Pretender que los jóvenes crean en Dios, en un país donde, por ejemplo, casi el 30% del padrón electoral está compuesto por jóvenes (algo así como 22 millones y medio de electores potenciales, sin contar obviamente a los menores de edad), en donde la clase política y sus instituciones no tienen prácticamente nada que ofrecerles, es hacer demagogia pura de la peor calaña. Más de la mitad de esos jóvenes, subsisten sin las suficientes oportunidades laborales y educativas, con ínfimas opciones culturales, ocupando la marginalidad, el subempleo, el salario precario, la desintegración familiar, el autoritarismo de las policías. ¿Se puede ser más torpe que el “presidente del empleo” que, con una sola declaración como la que hizo, superó en un día la montaña de estupideces que a Fox le llevó todo un sexenio? No lo creo, pero usted, amigo lector, ¿qué piensa al respecto?

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