jueves, 16 de julio de 2009

Ni gobierno ni partido







Ramón Alfonso Sallard
Ni gobierno ni partido

Hace años, cuando Felipe Calderón era dirigente nacional del PAN, advertía a sus huestes que el panismo debía de ganar el gobierno pero sin perder el partido. Hoy, que llegó al gobierno “haiga sido como haiga sido”, poco queda del partido y mucho menos del gobierno. Perdió a ambos, como ha quedado claro con los últimos acontecimientos de Michoacán, donde la delincuencia organizada trae a salto de mata a policías y militares.

La razón es la degradación moral y política del partido y de sus principales cuadros gobernantes. El poder corrompe y el panismo es el más claro ejemplo de ello. Los hombres y mujeres que antes hablaban de moral y de ética, hoy se hermanan con lo peor del antiguo régimen. Incluso postulan a varios de esos cuestionados personajes, o van juntos en elecciones, olvidando todo aquello por lo que combatieron las anteriores generaciones de militantes, esas que creían en la brega de eternidad a la que se refería Manuel Gómez Morín.

La contundente derrota del PAN en los recientes comicios, hizo que diversas voces de peso al interior de ese partido se alzaran para advertir que el fracaso electoral sólo era el desenlace de un proceso de descomposición que venía de lejos. Panistas de tradición, como Javier Corral, expresaron que el problema no era la estrategia utilizada, sino el abandono de los rigores éticos que plasmaron a la tarea política los fundadores del PAN, y una ausencia de visión de Estado en la conducción del país. Así, las tareas inherentes a una transición democrática están inconclusas. La alternancia no significó el anhelado cambio democrático de las viejas estructuras y, bajo la preocupación de la gobernabilidad, el panismo terminó acobardándose.

Peor aún: se convirtieron en todo aquello que criticaban y combatían. Hoy son el régimen y, tal como lo hacía el antiguo PRI, gobiernan en alianza con los sectores corporativos más corruptos. ¿Les suena Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps o Joaquín Gamboa Pascoe?

Lo más grave es que se ha cancelado el enriquecedor debate interno, que antaño era orgullo del panismo frente a la verticalidad de otros partidos. Hoy sólo se discuten asuntos burocráticos, pero no los grandes problemas políticos, económicos y sociales del país. Además, las pocas posiciones críticas y las discusiones de frente al interior del PAN, terminaron por marginar a quienes optaron por esa dinámica.

La personalidad autoritaria de Felipe Calderón, que ya fue analizada con amplitud en este mismo espacio, convirtió al PAN en un apéndice del gobierno, cancelando su autonomía y democracia interna. La imposición de su incondicional Germán Martínez al frente de la organización, lastimó a muchos panistas. Pero fue peor el cese fulminante de Santiago Creel como coordinador de la bancada de ese partido en el Senado.

Con estos antecedentes, sería ingenuo suponer que Calderón dejará en libertad a los consejeros para elegir al dirigente interino del PAN, que habrá de concluir el período de Martínez. Las evidencias indican que la cargada –como decían en el antiguo PRI—favorece a César Nava, otro incondicional de Los Pinos.

¿Alguien recuerda la bravuconada de Manuel Espino, entonces presidente nacional de ese partido, al inicio de la administración calderonista? Dijo en aquella ocasión que si Felipe quería meter la mano en el PAN, se la cortaría. Lo que ocurrió, ya todos lo sabemos.

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