Decenas de miles de enardecidos obreros electricistas en medio de una marcha de solidaridad con
el SME que excedió todas las expectaciones, Ciudad de México, 15 de octubre.
Foto: José Carlo González/La Jornada
Felipe Calderón ha declarado la guerra a los trabajadores de México. Al decretar la extinción de la Compañía Luz y Fuerza del Centro (LyFC) y despedir de un plumazo a sus 42 mil trabajadores pertenecientes al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), busca destruir al sector más combativo del proletariado. De tener éxito, desencadenará una arremetida para aniquilar a todos los sindicatos independientes del control estatal, echar mano de los fondos de jubilación para la especulación bursátil, y privatizar las restantes industrias paraestatales.
Se trata de una batalla de vida o muerte para el movimiento obrero en su conjunto. No bastan ya las declaraciones de solidaridad. No hay nada que debatir con los criminales al mando del estado. Hay que darles una respuesta contundente, desplegando la fuerza de los trabajadores en la acción. Urge salir a la calle, movilizando a todos que rechazan la provocación calderonista, y estallar paros en toda la región del centro en defensa del SME.
Comenzó 20 minutos antes de las 11 de la noche del sábado, cuando centenares de policías federales llevaron a efecto un operativo militar largamente planeado. De manera simultánea, las fuerzas federales tomaron por asalto las instalaciones más importantes de LyFC en el Distrito Federal y en diversos municipios del Estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos. Esto fue planeado como una blitzkrieg (guerra relámpago). La respuesta obrera no se hizo esperar.
En cuestión de minutos, miles de electricistas se dirigieron a la sede del sindicato. A 1:30 de la madrugada, la avenida Insurgentes estaba colmada de trabajadores que venían a organizarse para resistir la arremetida del gobierno calderonista. A las 3, había unos 10 mil congregados frente a la sede del SME. Después de escuchar a varios dirigentes sindicales, comenzaron a inquietarse. “¡Basta de rollos motivacionales! ¡Plan de acción, plan de acción!” gritaron.
Instalado en el poder en virtud de un mega fraude, el gobierno de Calderón alegó “irregularidades” en los comicios internos del sindicato, y con eso se negó a dar la “toma de nota” para reconocer al secretario general electo del SME, Martín Esparza. Calcularon que el sindicato respondería con un paro. Al no ocurrir esto, prescindieron del pretexto y procedieron directamente a la acción militar.
Calderón confía en que no habrá una reacción sustancial por parte de los trabajadores y que contará con el apoyo implícito de la población –o al menos con su indiferencia. Las autoridades desataron toda una campaña en los medios burgueses para desprestigiar al SME y generar una opinión pública favorable a la liquidación de Luz y Fuerza. A la vez, habiendo militarizado gran parte del país, están a la defensiva en su guerra con el narcotráfico, que ataca casi a diario. Y ahora quieren imponer un impuesto al consumo. Con su golpe de mano contra el SME, Calderón intenta una fuga hacia adelante, pero puede haber calculado mal.
La marcha del 15 de octubre reunió unos 300 mil participantes, llenando al Zócalo (Plaza de la Constitución) mientras decenas de miles nunca llegaron al punto final. Hay que movilizar la fuerza industrial de la clase obrera para echar atrás la arremetida del gobierno rompesindicatos.
Foto: Francisco Olvera/La Jornada
Para derrotar el ataque de Calderón hay que iniciar una contraofensiva ya. Ante la insistencia de las bases del sindicato en concretar un plan de acción, proponemos que los telefonistas, los trabajadores universitarios de la UNAM, UAM, UACM y otras instituciones, los profesores de las secciones 9, 10, 11 y 36 de la CNTE, los tranviarios y otros sindicatos la capital y la región conurbada estallen paros en defensa del SME, con vistas a la preparación de una huelga general en el Distrito Federal y los estados colindantes.
El ataque contra el SME forma parte de la ofensiva contra la clase obrera a escala mundial que en los años 80 mermó la fuerza del movimiento sindical y llevó a la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética. Desde entonces, en un país tras otro se ha desmantelado los sistemas de salud, los esquemas de pensiones, los programas sociales, etc. En último término, el objetivo de estos ataques es la eliminación total de los sindicatos y de los mecanismos de defensa con que cuentan aún los trabajadores.
En México, las andanadas rompesindicatos y privatizadoras incluyeron notablemente el ataque militar lanzado por Salinas de Gortari contra los mineros de Cananea en agosto de 1989 y la liquidación del SUTAUR-100, el sindicato que agrupaba a los trabajadores de los autobuses de transporte público en la Ciudad de México, con que se inauguró el sexenio de Ernesto Zedillo. En Cananea, el corporativista gremio minero apuñaló la resistencia de los combativos mineros, y en ambos casos los trabajadores afectados se quedaron aislados. Esto no debe pasar con el SME.
El decreto de liquidación de Luz y Fuerza plantea que la Comisión Federal de Electricidad absorberá por lo pronto a la Cía. de Luz y Fuerza. Es preciso que los trabajadores del SUTERM se nieguen a esquirolear en contra de sus compañeros del SME. Esto implica una ruptura de la disciplina del gremio, que los enviará a cumplir con las órdenes del gobierno de Calderón. Aquí se muestra con claridad el papel de los “sindicatos” corporativistas, que son una verdadera camisa de fuerza para el movimiento obrero. Controlados por líderes impuestos por Gobernación e integrados al aparato estatal por medio del PRI, otrora partido de estado, durante décadas los “sindicatos” corporativistas han sido la primera línea de defensa de la burguesía en contra de las luchas obreras.
Este sistema corporativista de control social fue el pilar sobre el que se asentó el régimen del PRI-gobierno; con todo, los dos últimos gobiernos panistas han encontrado de extrema utilidad aliarse con los viejos charros priístas Elba Esther Gordillo en el SNTE y Carlos Romero Deschamps en el sindicato petrolero para imponer sus “reformas” antiobreras. Para deshacerse de este yugo, los obreros del SUTERM deben formar comités independientes del control burocrático estatal y aliarse con el SME.
En México, además de los mecanismos corporativistas de control social, la burguesía ha generado una “alternativa de recambio”, cristalizada en un “frente popular” de colaboración de clases. Desde 1988, en torno a la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas se erigió una coalición que unía a este político príista y sus socios a una serie de organizaciones de izquierda que se ostentaban como “socialistas”, y a varios sindicatos que habían logrado escapar del control charro.
“¡Aquí se ve, la fuerza del SME!” Contingente de electricistas en la marcha del 15 de octubre.
Foto: Víctor Camacho/La Jornada
Uno de los sindicatos más prominentes en esta coalición ha sido el SME, cuya dirección se ha escudado en un supuesto apoliticismo sindical para subordinarse al nacionalista Partido de la Revolución Democrática y sus dirigentes, primero Cárdenas y ahora Andrés Manuel López Obrador. El principal objetivo de este frente popular, hoy liderado por AMLO, ha consistido en desviar a los cauces del parlamentarismo burgués la presión social generada por décadas de ataques antiobreros. Así, cada lucha dirigida por el PRD ha terminado en una clara derrota para los explotados y oprimidos.
Hoy también, tanto López Obrador como la dirigencia del SME enfocan la resistencia en el marco frentepopulista. Proponen a los trabajadores primero una “batalla legal”, al demandar al gobierno en los tribunales por la ilegalidad de su decreto para liquidar a Luz y Fuerza. Esta perspectiva desconoce por completo el carácter de clase del estado burgués, un aparato para la defensa de los intereses de los propietarios en contra de los trabajadores.
El segundo eje de su “plan de acción” es buscar apoyo en el Senado, la Cámara de Diputados o la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Las bancadas del PRD y del Partido del Trabajo se han pronunciado en contra del golpe calderonista. Pero no olvidemos que estos políticos burgueses también favorecen una “reforma” laboral que destruiría cuantiosas conquistas sindicales. El derechista Partido de Acción Nacional por supuesto apoya a su presidente. Esto dejaría el voto decisivo al PRI. ¿Deben los trabajadores dejar la suerte del sindicalismo en manos del partido que ha sido la punta de lanza de la privatización salvaje que ha costado cientos de miles de empleos y la destrucción de muchos sindicatos?
El tercer eje de su resistencia serán las movilizaciones callejeras, que en todo caso son imprescindibles. Pero ¿por qué eso tendría más efecto que cuando AMLO tuvo cientos de miles en la calle protestando contra el fraude electoral? Sin el despliegue de la fuerza económica de los trabajadores, esto sólo serviría como una válvula de escape para la ira de los obreros.
La dirigencia del SME está bajo ataque feroz. Hay que defenderla en contra de la represión: no olvidemos cómo se encarceló a los dirigentes ferroviarios en la huelga de 1958. Incluso los contrincantes de Esparza han vuelto al redil. Pero no es suficiente. “No somos borregos”, gritaron los electricistas airados en la madrugada del domingo. No quieren dejarse llevar al matadero. Para evitar eso hay que emprender, precisamente, un plan de acción obrera.
Brigada del Grupo Internacionalista en la marcha del SME del 11 de octubre, en respuesta a la toma militar de las plantas e instalaciones eléctricas por el gobierno calderonista. Foto: El Internacionalista
Como enfatizaron Karl Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto Comunista, “toda lucha de clases es una lucha política”. Es urgente forjar corrientes clasistas dentro del SME –y del SUTERM y otros sindicatos corporativistas como el minero– que rompan con el frentepopulismo y luchen no sólo por la “autonomía” sino por la total independencia de los sindicatos del estado capitalista. Este es el programa del Comité de Lucha Proletario animado por el Grupo Internacionalista en los sindicatos de la educación superior y de telefonistas.
He aquí un contraste agudo con varias tendencias de izquierda que van a la zaga del frente popular y la burocracia sindical. Un caso extremo es el de la Tendencia Marxista Militante, una agrupación que forma parte del PRD burgués. Hoy Militante habla de la necesidad de una huelga general para derrotar a Calderón, pero como siempre, solicitan que sea Andrés Manuel López Obrador y su Frente Amplio Progresista burgués los que la convoquen.
Una corriente centrista que a veces habla de trotskismo, e incluso (recientemente) del Programa de Transición, es la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS). En respuesta al atraco de Calderón la LTS sacó un volante que no tiene una sola consigna para la acción obrera.
Finalmente está el Grupo Espartaquista de México (GEM), centrista de izquierda, que se especializa en la verborrea hueca. Con sus pretensiones trotskistas y todo, el GEM niega que haya un frente popular en México. En consecuencia, no hay que luchar porque los sindicatos rompan con él. De hecho, en su declaración sobre el ataque al SME no hay una sola crítica de la perspectiva frentepopulista de la dirigencia. También pretenden que los sindicatos corporativistas son organizaciones obreras, a la vez que ruegan a los trabajadores del SUTERM a que no esquiroleen. Sin embargo, Trotsky señaló correctamente que una organización de esquiroles no es un sindicato, sino un organismo burgués.
Hoy en día, como enfatizó Trotsky en su ensayo “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista”, la única forma de hacer realidad la perspectiva de la independencia de clase de los sindicatos, consiste en luchar en su interior por el programa revolucionario de la IV Internacional, el partido mundial de la revolución socialista. Esta tarea va de la mano de la lucha por forjar, al calor de la lucha de clases, el núcleo de un partido obrero revolucionario. Hoy en día, el Grupo Internacionalista, sección de la Liga por la IV Internacional, hace suya esta perspectiva de lucha, la única probadamente capaz de llevar a los explotados y oprimidos a la victoria. ¡Súmate a nuestra lucha!!