jueves, 31 de diciembre de 2009

¿Definiciones?


Rosario Ibarra
¿Definiciones?
31 de diciembre de 2009


2009-12-31

Entre mis recuerdos más remotos siempre encuentro mis consultas al diccionario. Por allí, despanzurrado, abandonado por inútil, está el viejísimo Pequeño Larousse Ilustrado de pastas rojas, que mi buen padre llevó a mi lecho de convaleciente aquel invierno de Chihuahua, en el que fui salvada de las terribles membranas que cubrían mi garganta y que gracias al suero antidiftérico elaborado en el laboratorio de Koch por Behring y Kitasato, pude seguir viviendo hasta estos años, en un mundo y en un país, cada día más terroríficos y amenazantes.



En aquel viejo diccionario de pastas rojas y cantos áureos, inútil hoy por deshojado y maltrecho, pero al que guardo cariño, porque en él me solazaba en el descubrimiento de todo lo que a mis 4 años ignoraba y que descubría como mundos nuevos, que sentía míos…(porque a esa temprana edad, mi culto padre me enseñó a leer) ¡Cuánta tristeza siento ahora, en las postrimerías de mi vida, al ver un mundo y un país que son y serán los que hereden millones de niños y jóvenes y que cada día —como dije antes— se tornan más terribles y plagados de malos presagios.



¿Cómo no sentir tristeza, cuando no sólo no hemos logrado conocer la verdad en torno a las desapariciones de nuestros familiares, sino que la infame práctica, ese crimen de lesa humanidad, la llamada “desaparición forzada de personas” sigue llevándose a cabo impunemente, como en años anteriores se dio. ¿Cómo no preocuparse por el porvenir de las nuevas generaciones, cuando no hay día en el que los medios de comunicación dejen de narrar historias que erizarían la piel de los más fantasiosos escritores de obras de terror?



Llegaron a mi memoria los recuerdos de las consultas al viejo Laroussee de pastas rojas, hace apenas unos cuantos días, cuando leí y contemplé horrorizada en la revista “Proceso”, la crónica y las fotografías de la muerte del hombre al que llamaban —dicen— El Jefe de Jefes. ¡Cuánta saña! ¡Qué falta de conmiseración hacia un cuerpo inanimado ya, al que la muerte colocó, con su rasero indiscutible, en el sitio en el que “todos somos iguales! ¿Somos de verdad iguales...? ¿Para quiénes sí y para quiénes no?

La superioridad de la Armada quiso “pintar su raya” y culpó al personal de Semefo de tamaña desmesura… ¡Qué digo! De tamaña muestra de falta de misericordia; de el estar ayuno de conmiseración; de ser poseedor de un espíritu enfermo de sevicia…

Y precisamente cundo pensé en esa palabra —sevicia—, abrí el nuevo diccionario, el Pequeño Larousse Ilustrado, éste de pastas azules, relativamente nuevo, compañero siempre apoltronado en mi mesa de trabajo en Monterrey y su hermanito gemelo en el Distrito Federal.



Un escalofrío recorrió mi pobre cuerpo… “sevicia… crueldad excesiva”, dice el afamado “tumba burros”, como solía llamar el tío José, viejo pariente de mi padre, al diccionario que fuese…. y recordé entonces también, cómo defendí a “Platero” de las palabras injustas del anciano tío.



¿Cómo diferenciar —pensábamos muchos— a quienes han secuestrado a nuestros hijos, familiares y amigos, a quienes han llevado a la malhadada callejuela “Circular de Morelia #8” sede de la tristemente célebre Dirección Federal de Seguridad (DFS), en donde eran torturados por órdenes de Miguel Nazar Haro? ¿Cómo pensar que hay diferencia entre ellos y los “empleados del Semefo”, que “sin intención” —según altos mandos de la Armada— cubrieron el cuerpo maltratado, ensangrentado y humillantemente semidesnudo, de billetes de quinientos pesos?... ¿A quién o a quienes satisfacía o satisface semejante aberración? Ensuciar un cuerpo sin vida con billetes perfectamente acomodados sobre el torso y el abdomen del cadáver… ¿Qué significado tiene o tuvo para los autores, a quienes querían agradar con ello… o quién o quiénes lo ordenaron...? No interesa saberlo… para muchos millones de mexicanos, significa que la maldad está entronizada en el PODER… Pero volviendo a los significados de las palabras, a las definiciones, creo que el afamado Diccionario Larousse tiene algunos errores, por ejemplo: “s e v i c i a: crueldad excesiva”—y hay que preguntarnos y preguntar a los editores del afamado diccionario:

¿Cuándo la crueldad no es excesiva? ¡Vaya con las “definiciones”!



Dirigente del comité ¡Eureka!


Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV

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