jueves, 15 de abril de 2010

Interminable Historia de Abusos en Ciudad Juárez




Interminable Historia de Abusos en Ciudad Juárez

(tercera y última parte)


Por Marcela Salas Cassani
Testimonio de un habitante de Ciudad Juárez, Chihuahua, narrado en el foro “Primero justicia. Voces por Juárez”, en Coyoacán, DF.
Casi a mediados del 2009, mi esposo estaba cerrando el taller cuando se detuvo una van y una persona se bajo a darle una nota: le decían que le daban un mes para entregar una cantidad y lo dejaran seguir trabajando.
Mi esposo la estaba leyendo en la calle cuando llegaron mis dos hijos y él les dijo lo que sucedía, se subieron a la camioneta y los siguieron hasta llegar a una casa. Ya estando ahí, no sabían qué hacer. Era mucha la rabia, y también el miedo.
Uno de mis hijos dijo que deberían dar parte a la autoridad. Parece ingenuo, pero nosotros aun confiábamos en la autoridad. Muy cerca se toparon con un comando de la Policía Federal; les dijeron lo sucedido y les entregaron el papel de la extorsión. Los oficiales les dijeron que regresaran a su casa, que ellos iban a pedir refuerzos. Al regresar fueron interceptados por un comando de sicarios, quienes en ese momento asesinaron a mi esposo y a mi hijo mayor. Mi otro hijo iba en la parte trasera. Logró esconderse, pero quedó muy mal herido; estuvo casi una semana en coma. Había que cuidarlo día y noche. También tuvimos que sepultar a mi esposo y a mi hijo. No sé de donde saque fuerza, no podía llorar, no me podía desmoronar.
No recuerdo quienes estaban conmigo, pero sé que todos los amigos y amigas estuvieron atentos y que cada quien se hizo cargo de algo. Recuerdo a compañeros del grupo de AA que se quedaban a cuidar a mi hijo.
Yo no sabía que había pasado, sólo recuerdo la rabia al leer la nota de los diarios “Narco ejecución, tres personas a bordo de una Yukón, a punto de irse a un barranco”. En el hospital, la policía esperaba, al igual que nosotros, para saber qué había sucedido.
Finalmente mi hijo recobró el conocimiento. Un amigo suyo estaba a su lado y a él le dijo todo lo que había sucedido. Luego le pidió que lo llevara al baño y comió antes de que le interrogaran. Yo lo vi y lloré con él, lo besé. Esa noche empeoró y falleció. Aún no entiendo nada. Cuando un familiar muere acribillado, pierdes todo, hasta la dignidad. Cualquiera puede hacer especulaciones. Las líneas de investigación siempre empiezan por sospechar de las víctimas y uno debe demostrar que no había razón para que le sucediera esto. ¡Cómo si hubiera una razón para cometer estos delitos, para asesinar, para destruir la vida de las personas!
Es una herida siempre abierta. Con cada asesinato, pienso en el viacrucis que van a vivir las familias de esas personas, porque es ahí donde empieza. Luego las autoridades te cuestionan todo, ¿que por qué no denunció? Mmm, ¡que desvergüenza! ¿Qué por qué no denuncié? Como si no hubiera ya bastante gente denunciando…

Fuente: Machetearte
Difusión: AMLOTV

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