lunes, 10 de mayo de 2010

Enrique González Pedrero: principios y realismo




Manuel Camacho Solís
Enrique González Pedrero: principios y realismo
10 de mayo de 2010


2010-05-10




El hombre y su circunstancia. En los merecidos homenajes que ha recibido don Enrique González Pedrero, han sido reconocidas sus cualidades humanas, intelectuales y políticas. Su vida está dibujada por un trayecto fascinante. Sus respuestas a los momentos difíciles que le tocó vivir ponen de manifiesto de qué está hecho este hombre. Su posición en las sucesiones presidenciales de 1988 y 2006 lo definen como un político visionario, con principios y realista.

En 1988, don Enrique estaba colocado en un sitio de privilegio dentro de los espacios del PRI. Como director del IEPES tenía asegurada una secretaría en el futuro gobierno. Llegó a encargarse de hacer el plan del nuevo gobierno, teniendo tras de sí el prestigio de haber sido el mejor gobernador de la época. En Tabasco había logrado lo que ningún otro: coordinar efectivamente a los tres niveles de gobierno y poner en práctica uno de los primeros experimentos de democracia participativa.

Como gobernador, había realizado el esfuerzo más consistente de reforma del Partido Revolucionario Institucional. Con una movilización efectiva, desde abajo, había construido verdaderas organizaciones —no clientelares— de base. Fue un estupendo gobernador y había abierto una posibilidad de reformar al PRI, acercándolo a la sociedad y recuperando las banderas sociales.

Con esa trayectoria y antecedentes, don Enrique enfrentó la difícil circunstancia de las elecciones de 1988. A diferencia de la mayoría, él no se inclinó por la complacencia y la adulación al poder. Asumió una posición responsable y fue capaz de privilegiar sus principios políticos y entender el significado del momento histórico que vivía nuestro país.

En medio de la crisis postelectoral, don Enrique sacó sus conclusiones: se inclinó por resolverla mediante un cambio democrático. Propuso y fue consecuente con la necesidad de llevar a cabo una verdadera transición a la democracia. Ahí empezaría su diferenciación con la organización política que lo había llevado a cargos relevantes y a la que intentó, con seriedad y determinación, reformar.

En 2006 la circunstancia de don Enrique fue diferente. Tenía una enorme simpatía por Andrés Manuel López Obrador, quien era su paisano, lo había acompañado en el intento de reformar desde abajo al PRI de Tabasco y con quien tenía una profunda afinidad ideológica. Andrés Manuel era el único líder que podría hacer triunfar un proyecto de izquierda con el que don Enrique se había identificado en pensamiento y con el corazón desde su juventud.

En la coyuntura de 2006 don Enrique aportó lo mejor que tenía a la causa de Andrés Manuel: su sabiduría humana y política. Fue capaz de mantener siempre su emoción en favor del cambio, pero en ningún momento perdió el indispensable realismo. Para ayudar mejor a la causa proponía combinar la pasión con la mesura, la formidable intuición política con el cálculo estratégico. No se equivocó.

Don Enrique acertó en 1988 y en 2006. Sus principios lo protegieron en 1988. Su realismo en 2006.

Coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA)



Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV

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